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miércoles, abril 24, 2024
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Mesa 19 **

Mesa 19 **Irregular comedia, en la que las situaciones disparatadas quedan diluidas por un humor demasiado simple y escasamente efectivo.

¿Quién no se ha sentido alguna vez un bicho raro en una boda a la que haya asistido? Tras las preguntas relativas al estado civil y al trabajo, el momento de ser alojado en una de las mesas del banquete puede ser más determinante de lo que parece. Por lo menos, en el bodorrio montado por Jeffrey Blitz así queda reflejado, cuando la protagonista baja de la categoría de ser la dama de honor a sentarse en el sitio reservado para los catalogados como “mejor que no hubieras venido”.

El director monta el arranque con este supuesto realmente prometedor, pero la idea pronto queda hundida en un lodazal de diálogos sin chispa, y de escenas que pivotan sin solidez entre las metáforas existenciales de naturaleza a lo Virgen a los 40 y los dramas de mercadillo.




En medio de tales intenciones de claroscuros animosos, Anna Kendrick procura mantener el tipo, en la piel de la confusa y dolida Eloise McGarry: la chica a la que su novio -el hermano de la mujer que va a contraer matrimonio- acaba de plantar por SMS, justo al enterarse de que esta esperaba un hijo suyo. Sin nada que perder, la ex dama de honor se planta en el evento que ella había ayudado a organizar, para ocupar su nuevo puesto en la mesa 19. Allí comparte silla y mantel con la anciana niñera de la futura esposa, una pareja de restauradores carente de pelos en la lengua, el carcelario primo del padre de la novia y un adolescente con ganas de consumar su primera relación sexual.

Al principio, la cosa no anda muy bien; hasta que Eloise se da cuenta de que sus extraños compañeros de tenedor pueden sacarla de la depresión en la que se encuentra.

Este esquema argumental sirve a Blitz para exhibir un comienzo bastante alentador, con la esperanza de que el personaje de Kendrick piense en desencadenar una venganza de traca contra su ex. Pero el espejismo de un filme medianamente destroyer queda pronto superado por un mensaje de autoayuda colectiva y de filosofía grupal, incapaz de extraer un mínimo de emoción con respecto a lo que acontece en la pantalla.

Tan solo las colaboraciones de Stephen Merchant (como el alto y raro primo Walter) y de Tony Revolori (en la piel del exaltado chaval llamado Rezno Eckberg) generan el contexto adecuado para ejercitar el sano ejercicio de la risa. Sin embargo, la consecuente evolución de la historia, hacia cauces demasiado tópicos y escasamente brillantes, conlleva a olvidar pronto las contadas salidas de tono de este par de actores (más dotados para la comedia que el resto de sus compañeros).

Por su parte, los roles que les han tocado en suerte a los habitualmente competentes Lisa Kudrow, Graig Robinson y June Squibb demuestran la endeblez de un libreto en el que se potencia ante todo el eterno esquema de chica deja a chico, hasta que la gachí se da cuenta de que el maromo no es tan imbécil como esta pensaba.

Demasiado manido como para sorprender, incluso en una boda con o sin pastel de postre.

Jesús Martín


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