Crítica de la película Midsommar
Agridulce regreso de Ari Aster detrás de las cámaras.
Y sé lo que muchos van a decir y he visto lo que opinaban muchos en Estados Unidos, miembros todos de la respetable crítica profesional, que en gran medida han alabado la segunda película como director de Aster, y siento decir que no puedo hacerlo como ellos. Estamos ante una buena película, por supuesto, pero ni está al nivel de Hereditary ni viene a revolucionar nada. Es una mezcla entre las obsesiones de su director con El Hombre de Mimbre y La bruja, pero no llega tampoco al nivel de ninguna de esas películas. Es buena pero es una oportunidad fallida que mezcla momentos de una enorme brillantez con otros que son realmente desesperantes, en los que el director se cree más listo que el espectador y se dedica a regodearse en ello. Aunque realmente no es más listo.
Midsommar es la historia de un grupo de amigos que se traslada a una pequeña población sueca, de donde es uno de ellos, a disfrutar de un peculiar festival de verano, en ese momento en el que apenas existe la noche y hay luz solar durante todo el día. Lo que parecen unas vacaciones más que interesantes, acaban convirtiéndose en un viaje lleno de peligro y misterio cuando descubran que la población es parte de un culto pagano con unas intenciones oscuras (o no) y donde las miserias de cada uno de los miembros del grupo empiezan a salir a la luz. Una historia interesante que, de inicio, tiene uno de sus primeros pecados, su duración excesiva de casi dos horas y media, completamente innecesaria.
La película necesita de un montaje más ligero, sí, pero no es sólo eso. Necesita un montaje más coherente en el que no desaparezcan personajes sin dejar rastro mientras que reitera una y otra vez la misma historia, que nos queda clara. La película repasa también las relaciones tóxicas (románticas o no, o quizá sea justo eso que no son relaciones sino personas tóxicas) y ayuda a comprender la necesidad de soltar lastre en nuestra vida, de dejar atrás lo que nos hace daño. Y lo hace con imágenes poderosas, imponentes y que sólo podían provenir de la cabeza de Aster, como el acantilado, el baile, el tema del oso o cómo termina la situación en el templo… por no hablar del uso de la luz, siempre presente en la película, salvo cuando se entra en un edificio…
Pero además de eso hay un buen reparto. Florence Pugh sigue destacando como una de las jóvenes actrices más interesantes del momento, y también lo hace gente como Will Poulter o Jack Reynor. Son motivos más que suficientes para ver la película. Pero también hay motivos para sentirse decepcionado. En su autocomplacencia, en su intento por ser más críptico que David Lynch, la película cae en momentos ridículos que hacen reír y no producen precisamente miedo. Sirva de ejemplo el plano final de la película, que supongo que hará que más de un despistado exija que le devuelvan el dinero de la entrada. Midsommar es la prueba de que talento sólo no sirve, necesita de control y de manejar otras claves narrativas que aquí, a veces, se le escapan a su director y guionista. Pudo ser brillante, queda en buena película. Y siempre interesa ver lo nuevo de este director.
Jesús Usero
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