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domingo, noviembre 3, 2024
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MS1: Máxima seguridad ★★★★

MS1: Máxima seguridad ★★★★

Crítica de la película MS1: Máxima seguridad.

Entretenimiento garantizado. Acción, policíaco y ciencia ficción con fugas carcelarias y sentido del humor. De 8 sobre 10. Amor a primera vista. En serio. Empieza la película dando leña, en plan Luc Besson, en plan Traffic, en plan: “relájese, señor espectador, vamos a entretenerlo durante más o menos hora y media”, y luego de repente me veo metido en un interrogatorio con Guy Pearce en plan macarra, como si hubiera estudiado en la escuela de Vin Diesel o Jason Statham, pero con un máster en Shakespeare, porque el de Memento y L.A. Confidential a estas alturas como actor no tiene que demostrar absolutamente nada. Y a unos cinco minutos de proyección me las prometo tan felices como si de repente hubiera entrado en un bar de copas y me hubiera tirado los tejos una rubia tipo Charlize Theron, pero encima de mi altura (vamos que ni he tenido que currarme el cansino rollete del cortejo ni tendré que subirme a una escalera para poder hablar con ella: muy gozoso). Luego volvemos atrás para completar la escena de acción con la que arranca la película, un juego de flashback con mucha flexibilidad que se convierte en trepidante persecución, algo de videojuego y con notable protagonismo del ordenador, todo hay que decirlo, y a los cinco minutos de película soy un espectador feliz, pero inquieto. Inquieto porque la clave después de un principio tan cañero siempre es la misma: ¿van a ser capaces de mantener el interés y no defraudar en lo que sigue? Me acuerdo de películas tan distintas como Demolition Man o Gladiator, con arranques curiosos y frenazo posterior camino de un desenlace pelín flojeras, y esa felicidad inicial se convierte en inquietante tensión con la culminación de la estación del metro y frente a la pregunta: y ahora, ¿qué? Ustedes me entenderán, sin duda, porque les debe haber pasado lo mismo muchas otras veces, con rubias, morenas, castañas y con muchas películas. Pero, amigos, entonces aparece Lennie James, el agente secreto con familia y bomba de la maltratada serie Jericó, al que también vimos en el primer capítulo de The Walking Dead interpretando a Morgan, y con Guy Pearce y Peter Stormare, ya es mucha munición de talento interpretativo metida en el asunto. Y el asunto es en su arranque una fórmula que sigue jugando al flashback con flexible y muy televisiva (no telefílmica, no se confundan, esto es un elogio, no un reproche) agilidad. Así que empiezo a relajarme, porque muy mal se les tiene que dar para no ser capaces de mantenerme atrapado en el anzuelo cual pececillo confiado que se ha enganchado a la intriga que el están contando, que tiene su puntito de cine policíaco neonoir (pero sin llegar a imitar Blade Runner, eso habría sido fatal) y mantiene la regla básica para que este tipo de ejercicios de hibridación funcionen: si vas a mezclar géneros, que domine uno claramente –en el caso de Blade Runner era el cine negro, en éste caso que nos ocupa es el policíaco de intriga con trama de espionaje- y deja que la ciencia ficción oficie como envoltorio solvente para introducir giros inesperados derivados del medioambiente en el que se desarrolla la historia sin que ésta pierda su verdadera naturaleza y personalidad. Por ejemplo ese toque sobre las reformas arquitectónicas incorporadas al despacho oval, que traen a esta película un lejano eco del espíritu de fantasía futurista en torno a personajes presidenciales de la clásica 1997: rescate en Nueva York de John Carpenter, que fácilmente se intuye como una de las fuentes de inspiración de los creadores de este largometraje: cambien la ciudad de Nueva York por una prisión situada en una plataforma orbital y ya tenemos el remake no declarado en el horno. Más resumido: que la película no cambie de género a mitad de su metraje, que se mantenga en el género elegido en principio, que éste nunca pierda terreno frente al otro género presente en la trama, en este caso la ciencia ficción… Vamos que los artífices de MS1: Máxima seguridad se han aprendido muy bien la lección de cruce genérico de Ridley Scott en Alien y Blade Runner, y para redondear el asunto han hecho un seminario viendo Atmósfera cero para que no les pase lo mismo que a Demolition Man: que de repente la historia policíaca quedaba en anécdota o pretexto para juguetear con la ciencia ficción. ¿Qué a qué viene ahora citar Atmósfera Cero, de Peter Hyams? Pues verán ustedes, es que ésta, como aquélla, no sólo maneja el policíaco y la ciencia ficción, dos géneros, sino que añade otra pelota en el airem, otro género, puesta allí por ese funambulista que es el director y productor parisino Luc Besson, co-guionista y autor del argumento. Y eso es lo mismo que hizo en su momento Peter Hyams en Atmósfera cero, jugar con tres géneros: policíaco, ciencia ficción y finalmente western, porque su película se desenvolvía en la parte final como una especie de variante futurista de Solo ante el peligro, aquella de Gary Cooper, el reloj y los pistoleros que vienen a ajustarle las cuentas dirigida por Fred Zinnemann en 1952. MS1: Máxima seguridad ocurre algo parecido. Los dos géneros del principio se convierten rápidamente en tres: policíaco, ciencia ficción y, para rizar el rizo, película de cárceles, con fuga incluida. De manera que la película me ha ganado por su forma de presentar la historia, de poner las cartas sobre la mesa con una clara y ágil voluntad de entretenimiento. Alguno podrá reprocharle que es una variante de 1997: rescate en Nueva York, que el Snow de Guy Pearce es una actualización del Plissken el Serpiente de Kurt Russell en aquella otra, pero lo importante no es tanto la coincidencia argumental, que es más guiño que homenaje de Besson a la película de Carpenter (el mismo tipo de guiño que la revelación final del nombre de pila del protagonista, tomada de Cobra… o ese plano final en plan Casablanca…), sino que estamos ante una película diferente que está narrada visualmente de forma distinta, pero con gran eficacia, y que además consigue construir su trama por un camino distinto, tomando de la película de Carpenter el punto de arranque argumental pero edificando luego según su propia fórmula de mayor solidez para los antagonistas, los presos fugados. Y por lo que se refiere a los dos protagonistas, Guy Pearce y Maggie Grace, tienen a su favor lo que, según expliqué la semana pasada en mis comentarios sobre Blancanieves y la leyenda del cazador, no tuvieron Kristen Stewart y Chris Hemsworth: humor. Guerra de sexos. Química. Mucho más divertido para el espectador. En cada momento en que la trama llega a un punto en el que podría estancarse, han encontrado la manera de reactivarla, añadiendo algo más, hasta llevarnos a un final de acción más trepidante que el principio. Así que se evaporan los fantasmas de Demolition Man y Gladiator, con un final de acciones en paralelo y acción que es un colofón equilibrado con el arranque. Sin defraudar las expectativas creadas. La película tiene incluso la coherencia de no quedarse simplemente en el final de acción, sino que vuelve por el camino en el que comenzó la trama, regresa a la intriga, que queda así como género dominante en la trama, vuelve al tema del maletín, e incluso nos reserva una sorpresa, un último giro. Y, por favor, que nadie se me ponga puntilloso con la viabilidad científica de algunas cosas que se narran, porque esto es un producto de diversión y evasión de primera clase, no un documental del National Geographic sobre prisiones en el espacio. Recuperen su brújula y entiendan qué tipo de película estamos viendo. Todas las licencias están permitidas por motivos dramáticos siempre que se mantenga la coherencia en el interior del relato y nos entretengan.

Miguel Juan Payán

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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