El cambio del sistema analógico al digital parecía que iba a traer consigo una mejora considerable de los contenidos televisivos. Sin embargo, o en España no entendimos muy bien el concepto de la gratuidad temática ampliada con el número de canales, o las concesiones gubernamentales se realizaron con la cabeza puesta en favorecer a los grandes grupos mediáticos y a los amigos de turno (aunque su idea de la TDT fuera tan poco atractiva como una final de la Champions League codificada). No es que la programación sea más o menos soportable (lo cierto es que la cantidad no siempre es proporcional a la calidad), ni que los espacios de emisión incentiven o no el seguimiento por parte de la población a la que supuestamente van dirigidos; lo que se echa de menos es que exista una mayor implicación por atraer a las audiencias (fragmentadas o no) alimentando la imaginación con producciones sorprendentes y con enganche.
El cambio del sistema analógico al digital parecía que iba a traer consigo una mejora considerable de los contenidos televisivos. Sin embargo, o en España no entendimos muy bien el concepto de la gratuidad temática ampliada con el número de canales, o las concesiones gubernamentales se realizaron con la cabeza puesta en favorecer a los grandes grupos mediáticos y a los amigos de turno (aunque su idea de la TDT fuera tan poco atractiva como una final de la Champions League codificada). No es que la programación sea más o menos soportable (lo cierto es que la cantidad no siempre es proporcional a la calidad), ni que los espacios de emisión incentiven o no el seguimiento por parte de la población a la que supuestamente van dirigidos; lo que se echa de menos es que exista una mayor implicación por atraer a las audiencias (fragmentadas o no) alimentando la imaginación con producciones sorprendentes y con enganche.
Esta problemática por la dejadez (no voy a mencionar canales concretos para no herir sensibilidades) me lleva a cuestionarme el interés de las corporaciones audiovisuales por seducir al personal. Tal vez lo que deseen intrínsecamente es que los televidentes echen mano obsesivamente de las novedades en DVD o Blue-Ray (normalmente más sugerentes que los productos que se deciden a comprar o grabar los mandamases de la pequeña pantalla).
Otro asunto candente es el de la manera en la que se ha entendido el término de redifusión. Está bien intentar que los seguidores puedan disfrutar de sus series favoritas de una manera menos exclusivista que la que imponen las parrillas; pero hay episodios de obras como “Rex”, “El mentalista”, “Mentes criminales”, “CSI” (en todas sus franquicias), “La que se avecina”, “Ley y Orden”, “Walker Texas Ranger”…y un sinfín de títulos más, en las que los capítulos ya están incluso descoloridos por el uso abusivo de visionado. Eso sin citar la conjura por repetir hasta la saciedad ciclos de películas que pasan de un canal a otro con escaso período de exhibición entre medias (eso por no traer a colación la cultura cinematográfica que les acredita, ya que, por ejemplo, hay filmes de “Harry El Sucio” en los que Clint Eastwood ya aparece incluso limpio, o tracas de Chuck Norris de las que el público conoce hasta el lugar exacto de las escenas y cuándo va a soltar alguna patadita demoledora).
Dicho esto, lo ideal sería que el panorama catódico de este país, que aún sigue reclamando una victoria en el Festival de Eurovisión, se pusiera las pilas y comenzara a despertar el gusto de los que se tienen que quedar en casa frente a un electrodoméstico (ya sea por decisión voluntaria o por obligación).
Para futuros posts dejo lo del respeto de los formatos originales de las movies. ¿Por qué algunas cadenas se empeñan en estirar la imagen como si fuera un chicle? Existen ocasiones constatables en las que los actores salen con cincuenta kilos de más y con rostros meloneros…
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