Una interesante propuesta de cine de juicios que le da otro aire al suspense en tribunales.
Basada en historia real, Negación no se construye como una intriga típica del cine de juicios sino que explora otro tipo de propuesta dentro del mismo sacando el máximo partido a sus actores y convirtiéndose así en una auténtica oportunidad de oro para que Rachel Weisz pueda lucirse asociada y con buena química con un Tom Wilkinson en un personaje que no es ni aliado ni antagonista pero según las distintas fases del relato acaba apareciendo más como el verdadero protagonista “tapado” del relato que ella misma. La voz de la razón, el equilibrio, la ponderación, la pone el personaje de Wilkinson en una trama donde más que enfrentarse al negacionista muy bien interpretado y defendido con pocos planos y poco metraje por Timothy Spall, que es el antagonista o “villano” de la trama más obvio pero no por ello menos eficaz, la protagonista debe medirse con las diferencias del sistema judicial británico frente al sistema judicial estadounidense.
Mick Jackson, director de la película que ha dado siempre detrás de las cámaras mejores resultados en la televisión que en el cine, aunque cuente entre sus películas la taquillera, pero floja El guardaespaldas, muestra mucho oficio manejando las claves del cine de juicios sin dejar que los tópicos ahoguen a sus personajes e incluso encuentra una buena manera de tratar con la subtrama de los campos de concentración en tiempo récord, haciendo que se mantenga en un equilibrio nada fácil entre lo dramático y lo melodramático y no dejando que borre la parte de intriga que aporta la clave de pistas y teorías tan propia de los laberintos judiciales en el cine. Tal y como ocurre en el cine de juicios, nuevamente nos encontramos ante el argumento universal de la justicia tribal enfrentada a la justicia civilizada, o lo que es lo mismo, el ojo por ojo y la venganza frente a los instrumentos legales establecidos por la sociedad. Y en ese territorio, Rachel Weisz saca el máximo partido a su pulso con el co-protagonista, Tom Wilkinson y viviendo su propio duelo entre los deseos personales, la posición política ante el Holocausto y las necesidades prácticas del juicio a que está sometida. De ese modo, aunque la película se basa en un hecho real del que fácilmente podemos conocer su desenlace, consigue construir una estructura de suspense sólida cuyas claves de intriga se despliegan con buen ritmo narrativo.
Los momentos tópicos y previsibles, que los hay, en ningún momento ahogan las mejores aportaciones de la película, menos efectista, melodramática y “espectacular” de lo que suele ser este tipo de propuestas cuando caen en manos de emuladores cinematográficos de los bes-sellers de John Grisham. Es más sobria que muchas de sus compañeras de género, y eso se agradece. Viéndola he recordado La caja de música, de Costa Gavras, con Jessica Lange, y por lo referido a la relación de abogado y defendida me ha traído a la memoria Loca, de Martin Ritt, que protagonizaron Barbra Streisand y Richard Dreyfuss.
Miguel Juan Payán
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