Crítica de la película Fight Night (Noche de miedo)
Una nueva versión del original totalmente prescindible, actualización sin la poca gracia que tenía el original rodado en 1985 por Tom Holland y que para ser sincero tampoco me pareció tan interesante o apreciable como al público más joven de aquella época, que apoyó la película en la cartelera con empeño suficiente como para conseguir que se rodara una segunda parte, Noche de miedo II, en 1988.
En su momento la versión original de Noche de miedo no me interesaba porque las comparaciones son siempre odiosas, pero inevitables, y en la frontera con la década de los setenta incluso la televisión había sido capaz de rodar una serie de tema vampírico inspirada en una novela de Stephen King que manejaba claves similares pero me parecía más inquietante, El misterio de Salem´s Lot (1979), estrenada en los cines españoles en una versión recortada como largometraje con el peregrino y oportunista título de Phantasma II, aunque no tenía nada que ver con la película Phantasma, de Don Coscarelli, que había hecho furor en la taquilla suscitando el intento de rebañar el cazo por parte de la distribuidora disfrazando esa otra producción como secuela. Además, metidos ya de lleno en la década de los ochenta, el cine propuso una película más siniestra sobre el asunto que dejaba convertida Noche de miedo en un juego de niños. Me refiero a Los viajeros de la noche, dirigida por Kathryn Bigelow en 1987, el mismo año que llegó a la cartelera otra fantasía adolescente con tema vampírico que me parecía también más jugosa, Jóvenes ocultos, dirigida por Joel Schumacher (antes de prostituir la saga de Batman). Frente a estas dos, Noche de miedo era la versión del asunto al estilo Los Goonies, aunque tenía algunos momentos particularmente siniestros, como la transformación del amiguete que en la nueva versión han desaparecido.
Así que lo primero que me pregunté cuando me enteré de este remake fue ¿para qué, si las otras dos películas originales tampoco eran nada del otro mundo? Después de ver ésta he dado en contestarme que al menos ha hecho buenas a aquellas, sin aportar nada nuevo a las mismas, excepto algunos efectismos para aprovechar el 3D.
Lo segundo que me pregunté: ¿por qué Colin Farrell para el papel del vampiro con el que Chris Sarandon se apañó mucho mejor en el original? Farrell muerde manzanas como si le fuera el alma en ello y pone cara de perverso, pero lo que le sale es una caricatura de malo de opereta. No me lo creo en ninguno de sus momentos de villano “malote”. Dado que soy heterosapiens, tampoco me pone nada. Desconozco por ello la impresión que pueda causar en las féminas o en los espectadores gays, pero por las reacciones del personal femenino que ha visto conmigo la película sospecho que lo de ejercer de “símbolo sexual” no es suficiente para convencerlas tampoco a ellas/os, por mucho que a la hora de mover publicitariamente la película los responsables de su explotación en España hayan tirado por el mismo camino de Jennifer´s Body, que explotaba el gancho de Megan Fox. La diferencia es que aquella película, además de a Megan Fox, tenía unas cuantas cosas curiosas y un juego con las claves del terror tocado por la sátira de las cuales Noche de miedo carece, por mucho que se empeñen en decirnos que Colin Farrell “las mata callando”. Dicho sea de paso, viendo a Farrell con los colmillos me he acordado de Brad Pitt o Tom Cruise en Entrevista con el vampiro, y francamente, aunque es otro registro, no hay color.
Poco puede hacer la solvencia de Anton Yelchin para equilibrar el error de reparto de Farrell, y como a Toni Collette tampoco le dan mucha bola y la desperdician y David Tennant se incorpora tarde al asunto, no quedan muchas salidas para que la película funcione. En su primera parte es previsible y moderadamente aburrida. Luego llega Tennant, el mejor Doctor Who de fechas recientes, pero su papel es de corte secundario. Claro, cuando encima lee uno que el asunto está clasificado como comedia y repara en que no se ha reído nada, queda perplejo.
Llegados a este punto, me pasa lo mismo que con la versión original, que sale perdiendo en todas las comparaciones porque se estrena en una época en que se han estrenado cosas más curiosas sobre el tema vampírico como Daybreakers o El sicario de Dios, sin alzar mucho el listón. Si queremos poner el listón más alto, tenemos Stake Land, una joya. Junto a todas ellas, Noche de miedo no consigue el aprobado ni como entretenimiento.
Al final la fantasía juvenil de perder a la novieta maciza en manos de competidores más experimentados o simplemente más sinvergüenzas, una especie de terror adolescente que por la cantidad de películas que se han rodado en torno a este tema en Estados Unidos debe ser una de las pesadillas recurrentes de la chavalería de allí en relación al sexo (la escena del ósculo-mordida en medio de la discoteca es especialmente significativa), se queda algo caduca, porque el tiempo no pasa en balde, y los ochenta están ya demasiado lejos para que se pueda repetir casi la misma fórmula paso por paso y pensar que va a funcionar en nuestros tiempos, incluso si ese miedo a hacer el panoli y dejar que te limpien al ligue sigue anidando en los recovecos más oscuros de los complejos adolescentes. Y lo peor es que en esta nueva versión no veo el sentido del humor por ningún sitio (como no sea en la caricatura de Peter Vincent que hace Tennant, destrozando por otra parte el entrañable personaje creado en el original por Roddy McDowall, que era un homenaje a los grandes caballeros del cine de terror, como Boris Karloff o Vincent Price).
A modo de pista final, una frase del propio Peter Vincent(Tennant) que habla por sí misma de lo poco que se han currado el guión y el diálogo: “los vampiros no piensan con claridad cuando se están quemando”. ¡Nos ha jodido mayo con sus flores! Ni los vampiros, ni mi vecina, ni el fontanero, ni el perro de mi vecina, ni el sexador de pollos, ni las cucarachas, ni la madre que parió al fantasma de la ópera piensan bien cuando se están quemando vivos…
Total, muy flojilla y un flaco favor para la carrera de Farrell.
Miguel Juan Payán