Crítica de Nop
Crítica de la película Nop
De lo mejor que vamos a ver este año en cine de intriga.
Y es buena intriga construida además con el toque sutil y elegante de comentario social sólido que añade contenido a la película más allá de su eficacia incuestionable a la hora de manejar con gran habilidad las fórmulas del género.
Nop es otro acierto de Jordan Peele que confirma a su director y guionista como uno de esos cineastas inteligentes que saben utilizar los puentes que tiende el cine de género hacia el público para sembrar sus reflexiones sobre la realidad social de su tiempo. No son muchos, y cada vez son menos. Por eso resulta tan difícil encontrar claves de autoría como las suyas entre los realizadores de cine de intriga o terror, pero cuando aparecen, brillan especialmente por la eficacia de la que hace gala Nop para ser al mismo tiempo una película muy recomendable como entretenimiento y un buen ejercicio de comentario social que plantea el tema central del compromiso en la contemplación de la realidad, por violenta, caótica, desagradable o amenazante que esta pueda resultarnos.
Lo que habita en Nop tras su acertado uso del ritmo, el montaje, el guion que construye sólidamente su suspense sembrando además claves del género de terror fusionadas con acercamiento visual de western y usando del guiño o la cita de títulos modélicos de su género como pueden ser Encuentros en la tercera fase de Spielberg o Señales de M. Night Shyamalan, no por postureo sino para reforzar sus vínculos con el espectador como partícipe activo del relato, es una reflexión sobre cómo miramos, pero no queremos ver, todo aquello que nos resulta inquietante en la realidad que nos rodea.
De ese modo, Nop, con sus alusiones a los estereotipos -¿Se llama O.J.?-, la cultura y la herencia borrada -el olvidado nombre del jinete del experimento pionero de la imagen el movimiento de Muybridge-, o las idealizadas raíces nacionales de la mitología cowboy en la historia de Estados Unidos -el parque de diversiones-, y el pan y circo de la industria del entretenimiento -la comedia de situación del simio inquietante, el programa de Oprah-, nos habla de nuestra actualidad en la que se ha quebrado la falsa sensación de control y orden que nos habíamos creado de la realidad sometida a las tensiones del caos derivadas de pandemias y enfrentamientos sociales crecientes. La irrupción del caos en el orden, un clásico del género de terror, la aparición de los atisbos inquietantes que nos muestran que la realidad idealizada en la que creemos vivir es falsa, tal como explica John Clute en su modelo de las cuatro estaciones del género de horror en su obra El jardín crepuscular. Y sobre todo, lo más importante, el gesto de los dedos expresando el reconocimiento del dolor, el miedo o el maltrato del prójimo que hace el protagonista a su hermana, que materializa, como muchas otras miradas de los personajes principales, cómo miramos, o cómo decidimos bajar la mirada ante lo que pasa a nuestro alrededor para pasar desapercibidos, sin implicarnos, viviendo en ese falso orden que parece restablecerse después de episodios de caos, brutalidad y violencia.
Es clave en este tema de la mirada, y cómo se nos propone pasar de no mirar a mirar, y de mirar a ver, la manera en la que el director en su sólido guión para la película, bien servido de contenido, trabaja con los contrarios, enfrentando la actitud distinta del hermano y la hermana frente a lo que ocurre, o el poder de los instrumentos digitales o analógicos para captar la verdad de lo que ocurre, o la forma en la que nuestra sociedad es capaz de convertir cualquier cosa en un espectáculo, aunque se deje el pellejo en ese intento de sacar rentabilidad a lo desconocido, por amenazante que resulte.
Miguel Juan Payán
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