Familia, madurez y búsqueda de un lugar en el mundo en esta excelente comedia francesa. Metemos en la coctelera unos personajes interesantes, divertidos, imperfectos y humanos. Añadimos un reparto magnífico que sepa dar vida a esos personajes. Incluimos la ciudad de Nueva York y un guión lleno de humor y ternura por esos personajes. Para finiquitar añadimos un director que aprovecha la ciudad y nunca se va a los tópicos visuales más habituales cuando aparece la mítica ciudad norteamericana. Resultado, una comedia fantástica, con poco que echarle en cara, que nos habla de lo que supone madurar, de lo que supone la familia, de lo que suponen los sueños, pero sin dar discursos ni ponerse sentimentaloides o babas. Acertando de pleno.
Mientras veía la película, no podía dejar de pensar que nos encontramos ante la versión francesa de La Vida Inesperada. Y quien haya visto la película española ya sabe lo que va a encontrarse en la cinta francesa, aunque con un tono algo distinto. Esta es más luminosa, más sencilla en sus resoluciones, donde La Vida Inesperada tenía una carga de amargura y cinismo considerable. Son como las dos caras de la misma moneda. Aquí un divorciado de 40 años se muda a Nueva York dejando de lado su prometedora carrera como escritor en Francia, en busca de sus hijos, para poder vivir cerca de ellos ahora que su madre se ha trasladado a Estados Unidos.
Cedric Klapisch completa así con esta película su trilogía empezada en 2002 con Una Casa de Locos y continuada con Las Muñecas Rusas, pero con los personajes diez años mayores que en su primera aparición en cine. Y, curiosamente, no sólo no han perdido frescura, sino que posiblemente sea la mejor de las tres películas que unen en el reparto a Romain Duris, Audrey Tautou, Cecile de France y Kelly Reilly, con su humor tan peculiar, su espíritu de lucha y sus ganas por cambiar y convertirse en las personas en las que deben convertirse. En las que quieren convertirse pero nunca se atrevieron a hacerlo, con los costes que emocionalmente eso ha tenido en sus vidas. Son gente imperfecta, gente lista o tonta según las circunstancias. Son como cualquiera de nosotros.
Eso es lo que hace que la película sea tan buena. Apoyado en el reparto, el humor y el conocimiento del ser humano (la escena de Reilly con su nueva pareja en la que él se pone del lado de Xavier, el ex, es tan divertida como perfecta). Lo único que le puedo echar en cara es una mayor consistencia en algunos momentos. Lo de ser repartidor en Nueva York (viene y se va sin que nadie explique nada), el tema del libro en Francia y sus consecuencias en Nueva york (el editor es muy cómico, pero no termina de aportar nada…). Minucias para una película que es un cierre perfecto a la trilogía. Aunque, quién sabe, quizá Klapisch regrese a ellos cuando cumplan 50 años. Si es como aquí, yo me apunto.
Jesús Usero
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