Crítica de la película Objetivo: Washington D.C.
Mejor que la primera, con una trama más interesante y Butler en su salsa.
No era muy difícil dada la inclinación de la saga a entregarse a la pirotecnia gratuita, pero lo cierto es que esta tercera entrega me parece más sólida en su propuesta de equivalente más crepuscular del personaje de Mike Banning que interpreta Gerard Butler. Además le viene bien el refuerzo de Nick Nolte en un momento clave de la trama en la que la que podría haber caído en un frenazo en seco. Le da otro aire en el momento justo, y permite además darle cierta pátina de solidez a esa reentrada del personaje de Nolte en la vida del protagonista. No sorprende lo que hace, se ve venir de lejos, como muchos otros movimientos o propuestas narrativas de la película, desde su principio, pero al menos nos mantiene interesados en la historia.
El caso de la incorporación de Nolte me permite comentar que con un guión que no sorprende y transita por los lugares comunes propios de este tipo de producto, siguiendo la pista alternativamente a la serie televisiva 24 y combinando luego una primera parte del relato tras la pista de El fugitivo y la segunda nuevamente en la fórmula de Jungla de cristal que saqueó a placer en la primera entrega de la saga, sale adelante con un ritmo aceptable y resulta funcional como entretenimiento en la liga en la que juega merced a que los personajes principales están defendidos por actores sólidos.
Butler se encuentra ya muy cómodo en el pellejo de Banning y con el tema crepuscular de “héroe dañado” juega a sacarle más partido al personaje con eficacia. Morgan Freeman es tan incuestionable como siempre. Simplemente con decir “No”, ya reina. El Lance Reddick de jefe de seguridad rinde como nos tiene acostumbrados y aporta una elegancia y una solidez en segundo término. Siempre me parece, y este es otro ejemplo de ello, que Danny Huston es sistemáticamente reclutado para papeles que están por debajo de su talento, pero que defiende como un león, nunca mejor dicho, en una línea de trabajo que cada vez me recuerda más la de un clásico al que le pasó algo parecido, Robert Ryan.
En negativo, desperdician la aportación de Jada Pinkett. Creo que su personaje tenía más recorrido de guión, pero apuestan por la sorpresa en lugar de por darle más continuidad y sacarle jugo dramático.
En actores lo más flojo es Piper Perabo, no por la actriz, sino porque tiene un papel decorativo, y Tim Blake Nelson, a cuyo personaje le pasa lo mismo: perece víctima de la búsqueda de una sorpresa superficial en lugar de haberlo trabajado más y darle más recorrido para reforzar la parte “política”, de la propuesta, que, eso sí, como siempre en esta saga es floja, mero trámite o excusa, y equivocada en alguno de sus pasos.
Dicho todo lo anterior, la película funciona más como intriga de acción mejor que sus predecesoras.
Miguel Juan Payán
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