Crítica de la película Chicos buenos
La comedia más salvaje e irreverente del verano
Quizás no la más original en su planteamiento ni en la historia que nos cuenta, pero sin duda una comedia tan gamberra que sorprenderá por su humor, porque es habitual ver este tipo de humor en las comedias de Seth Rogen, productor de la película junto a su socio Evan Goldberg, pero no lo es tanto cuando uno se enfrenta a un grupo de niños de apenas 12 años, quienes tienen que lidiar con el paso a la supuesta madurez (siguen siendo niños) pero sobre todo con el significado real de la amistad, de la lealtad y de lo que supone realmente llegar a instituto cuando eres apenas un niño. Algo que nos han contado un millón de veces, por supuesto, pero nunca de esta forma.
La historia nos habla de tres amigos desde la infancia, Max (Jacob Tremblay), Lucas (Keith L. Williams) y Thor (Brady Noon), que se enfrentan a un gran dilema cuando se acerca su primera fiesta de “besos”, una fiesta a la que en realidad sólo Max está invitado, pero ha conseguido que dejen ir a sus amigos del alma… Pero conseguir ir a esa fiesta y no hacer el ridículo será una misión mucho más complicada de lo que ellos esperaban… La película maneja todos los tópicos del género sin despeinarse y sin sonrojarse lo más mínimo, porque sabe que la clave está en el humor. Un humor que esconde tras su inocente apariencia y trama, algunas de las mayores salvajadas que hemos visto en un cine en mucho tiempo.
Al igual que en La Fiesta de las Salchichas, tras la inocente apariencia exterior, se esconde una bomba de relojería a punto de estallar en la cara del espectador de la forma más soez, vulgar e irreverente. Con unas gotas de humor escatológico, pero sobre todo sin frenos. No se contiene jamás cuando los personajes protagonistas son apenas unos niños, y esa idea de no contenerse, de lanzarse siempre a la piscina, es la que funciona como un reloj en la película. Eso y el enorme talento de Jacob Tremblay, niño prodigio donde los haya que está a años luz de sus compañeros de reparto, lo que a la larga supone un pequeño problema. El resto de actores infantiles no están a ese nivel.
Pueden imaginarse entonces lo que sigue. Chistes sobre sexo, drogas, violencia, más sexo, más drogas, algo de comedia física, otra andanada de referencias sexuales… y así hasta que los créditos aparecen. Si uno se ofende con facilidad encontrará la película muy ofensiva. Quien disfrute del humor más salvaje que puedan imaginar (el chiste de la muñeca… o los chistes, mejor dicho), disfrutará mucho. La película además quiere tener corazón, hablar de las primeras amistades, de cómo cambiamos con la pubertad, del camino recorrido, de la lealtad… Pero, como decíamos, es una trama demasiado trillada que no termina de convencer a nadie. Por eso, lo que interesa es el resto, ese humor salvaje, esa mala uva. Todo. Aunque la historia sea intranscendente y algunos niños no sean precisamente grandes actores…
Jesús Usero
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