Lo romántico se come a la ciencia ficción en una película con ingredientes para ser más interesante.
Una nave viaja durante varios años camino de un lejano planeta cargada con nuevos colonos en animación suspendida, pero uno de ellos despierta antes de tiempo. De partida el asunto es interesante, y de hecho propone incógnitas e intriga muy tentadoras en sus primeros compases.
El primer tramo de la historia, con el personaje de Chris Pratt en clave de Robinson Crusoe de ciencia ficción atrapado en la nave es el más interesante. Luego está claro que Jennifer Lawrence es una actriz capaz de levantar casi cualquier papel a base de presencia ante la cámara, por muchas limitaciones que dicho papel tenga. Y el entorno en el que se desarrolla la historia, la nave y la propuesta de intriga en paisaje de ciencia ficción tiene su atractivo, aunque no le saquen todo el partido. El guiño a El resplandor con el robot prometía más de lo que da.
Pero luego llegamos a lo menos memorable. Al desperdicio de elementos que preside el desarrollo posterior. El problema es que el tramo de romance se hace lento y repetitivo, frenando el buen arranque de fórmula Robinson Crusoe, y además cae en un tópico relato de chico encuentra chica, chico pierde chica, chico… Esa fórmula de encuentro/desencuentro desperdicia las variadas y más interesantes posibilidades que planteaba el modo terrible, casi criminal, en el que se produce “chico encuentra chica”. Una propuesta perfecta para haberle echado más valor a la hora de profundizar en el conflicto de los personajes. Dicho sea de paso, Chris Pratt no es el actor adecuado para interpretar un personaje capaz de hacer lo que hace en la película, porque carece de la parte más dura y tenebrosa que necesita este tipo de trama. No obstante, da igual, porque luego el propio guión se traiciona y prefiere caer en el romanticismo más sencillo, sin complicarse en profundizar en los personajes. Por otra parte, todo ese enredo sentimental, desperdicia el entorno, retrasa y limita la parte de acción y aventura, y dilapida la aportación que podrían haber jugado los personajes de Michael Sheen y Laurence Fishburne… por no hablar de ese raro cameo final de Andy García, apareciendo con cara como de despiste, modo “¿Qué demonios hago yo aquí?”, que suena a escena cortada y montaje más largo.
¿Por qué no aprovechar más el personaje del robot interpretado por Michael Sheen? ¿Por qué no aprovechar más la intriga de la propia nave, que está pidiendo a gritos que le saquen más jugo a esos pasillos interminables y esa especie de huerto de cuerpos en animación suspendida? ¿Por qué no sacarle todo el jugo al personaje de Fishburne, que aparece y levanta el interés, pero no por mucho tiempo, sin llegar a desarrollarse ni resolver su propio conflicto plenamente? Se queda en mera excusa.
Además, viendo el material promocional de los dos Pratt y Lawrence vendiendo la película, me da la sensación de que han tenido más química fuera de la trama, en la realidad, que en la propia ficción de la película.
En cuanto a la resolución final, es abrupta, apresurada, sin aprovechar el dilema final para los protagonistas que representa la vaina de supervivencia.
Flojo resultado para una propuesta en principio interesante.
Miguel Juan Payán
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