Teresa Font estuvo trabajando mano a mano en la edición junto con el director, donde la emoción era imprescindible para la narración.
La última película de Almodóvar llegó a las salas de cine el octubre pasado, y sigue la historia de dos mujeres interpretadas por Penélope Cruz y Milena Smit que quedaron embarazadas por accidente y coinciden en la habitación del hospital cuando van a dar a luz. Es ahí cuando se forja un gran vínculo entre ambas. Meses después del estreno de la película, su director, que es muy propenso a repetir cada toma casi treinta veces, asegura que esta vez con muchas menos logró conseguir esa emoción y sentimiento que quería. Almodóvar tenía que estar de acuerdo con Font en qué camino querían que llevara cada una de las tomas para así poder saber cómo enfocarlo a la hora del montaje de la película.
En cuanto al ritmo que marca la película, Almodóvar asegura que es muy personal y abstracto, ya que se basa en el género y sus propias ideas cuando empezaba a componerla. La montadora tuvo que ponerse en la piel de los personajes y así poder sentir bien por lo que cada uno de los actores vive a la hora de enfrentarse a las diferentes situaciones. Es ahí cuando un plano se vuelve expresivo y el director sabe perfectamente el momento hasta donde tiene que aguantar cada una de las tomas. Muchas veces las expresiones de los actores son clave para impulsar la narración, como por ejemplo en una secuencia en la que en la mirada en los ojos del personaje de Cruz sin decir ni una palabra, el espectador ya sabe lo que estaba pensando a la perfección. O por ejemplo cuando el personaje de Smit cambia de estado de ánimo constantemente, es lo que determina el ritmo rápido y tenso de la edición. Almodóvar destaca que su momento favorito de edición fue cuando el personaje de Penélope comparte su secreto con el de Ana, esas quince secuencias tan emotivas son las que marcan un montaje eficaz y desgarrador a la perfección.
Jesús M García
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