Crítica de la película ¿Podrás perdonarme algún día?
Marielle Heller recrea con inteligencia y eficacia la decadencia profesional de la escritora Lee Israel
El talento y el éxito laboral no siempre son conceptos que se atraigan. Solo hay que abrir los ojos y observar los rostros más conocidos de los programas de televisión, los que más acuden a las tertulias mediáticas, o los políticos que copan mayor espacio en los llamados mass media. Una realidad de la que no se escapa la literatura, alimentada en no pocas ocasiones por la fama y la capacidad de encandilar a las audiencias de quien firma la obra.
En una película titulada Al filo de la noticia (James L. Brooks, 1987), uno de los protagonistas se quejaba de que no hubiera justicia existencial, cuando el esfuerzo intelectual y académico quedaba superado por la apostura del presentador de turno. Algo similar tuvo que padecer la escritora y biógrafa Lee Israel, cuando se vio forzada a realizar falsificaciones de cartas, para pagar las facturas; todo por no ser especialmente conocida a la hora de vender sus manuscritos. Esta historia de hundimiento personal es la que conforma el guion de ¿Podrás perdonarme algún día?: una lúcida y sorprendente película centrada en dos seres condenados al anonimato, invisibles en una América de sueños ilusorios.
La trama sigue la estela de la figura de Lee Israel: una mujer que se codeó en sus mejores momentos con estrellas tan icónicas como Katharine Hepburn, y a la que el tiempo la ha relegado a un apartamento sucio y agrietado en Nueva York, mientras intenta convencer a su editora de que le dé un adelanto por su próximo libro. La imposibilidad para lograr el dinero que necesita lleva a la narradora a inventar un peculiar sistema de ingresos, consistente en falsificar cartas de gente famosa y venderlas a las casas de coleccionismo. Una tarea en la que recibe la inestimable ayuda de un inglés demacrado, llamado Jack Hock.
Tal argumento sirve a Heller para construir una cinta que saca una luz cegadora a través de las tinieblas existenciales que padece constantemente la pareja protagonista. Un recurso que permite a la cineasta centrar el interés de la obra en las interpretaciones de los sorprendentes Melissa McCarthy y Richard E. Grant.
McCarthy abandona su registro cómico habitual, para realizar una caracterización de Lee Israel de perfeccionismo milimétrico, con una más que verosímil aura dickensiana de infernales y enfermizos trazos. A su lado, el británico Richard E. Grant deja la huella palpable de su incuestionable talento dramático, en la encarnación del toxicómano Jack Hock (una recreación que recuerda a la efectuada por Dustin Hoffman, en Cowboy de Medianoche).
El componente artístico es con mucho lo mejor de un largometraje esmerado y convincente, al que se le puede reprochar su falta de contundencia, a la hora de explicar el auténtico interés inherente a las cartas falsificadas de Israel, y que iba mucho más allá del meramente lucrativo.
No obstante, Heller escenifica un atractivo retrato de la pesadilla americana que sufren los que no entran por el aro del triunfo a gran escala, y a los que se les considera outsiders en toda regla.
Jesús Martín
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