Crítica de la película Queen and Slim
Una película de itinerario y denuncia bien escrita e interesante.
Imaginen un híbrido de Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967) con La huida (Sam Peckimpah, 1972), pero con una lectura muy clara de denuncia del racismo y, por qué no decirlo, de miedo a la escalada imprevisible de la violencia racial en los Estados Unidos (no olvidemos que junto al momento inicial de violencia con el que arranca su historia la película contiene también el momento del joven con la pistola en la manifestación) que experimentan los afroamericanos de aquel país.
La fórmula general de esta fábula funciona bien porque está bien escrita y sus dos protagonistas tienen mucho a lo que agarrarse en el guión para poner su talento al servicio de los personajes, incluso en los momentos más simples e incluso ingenuos del relato. En definitiva, como finalmente muestra, la película es una historia de amor, pero está bien acompañada por esa mirada de los protagonistas sumiéndose en la noche al volante de los distintos coches con los que atraviesan la geografía norteamericana. Eso hace que lo que podría haber sido una película de itinerario romántico al estilo de Dos en la carretera (Stanley Donen, 1967), se convierta en un recorrido de pesadilla que se va alimentando no solo de la progresión de la relación entre los dos protagonistas inicialmente distanciados en esos planos junto a sus respectivas ventanillas del coche, que lo separan, sino también en una propuesta de reivindicación del punto de vista afroamericano de un paisaje inquietante por el que tradicionalmente solo habían transitado hasta el momento los blancos.
A la hora de seguir los pasos de la película de itinerario, la directora elige prescindir totalmente de las pinceladas más violentas incorporadas a Bonnie and Clyde y La huida, con la explotación de la violencia como espectáculo de acción, para inclinarse más bien hacia una especie de intriga que envuelve en realidad un sólido viaje de iniciación del espectador en esos miedos a verse arrastrado hacia la violencia que experimentan los personajes. Pero escenas como la del baile confirman la naturaleza eminentemente romántica de un viaje que está mucho mas cerca del que en su momento planteara Ridley Scott con Thelma y Louise.
El resultado de todo ello es una película competente que solo hacia el final afloja cayendo en la trampa de un desenlace demasiado alargado con varios remates, algunos de ellos innecesarios más allá del verdadero final que se produce en la pista junto al mar. Pero en el resto del viaje, Daniel Kaluuya y Jodie Turner-Smith nos proporcionan un itinerario bien trazado y respaldado por los diálogos donde finalmente, más allá de la búsqueda de la trama sentimental como motor más comercial y previsible de la propuesta, nos encontramos el tema realmente interesante del miedo que domina una sociedad sumida, todavía hoy, en un mar de desconfianza entre sus habitantes, haciendo del crisol cultural y racial que la compone una bomba a punto de estallar que ciertamente choca con el paisaje tradicionalmente idealizado o directamente de postal que nos ha pintado el cine de road movie en tantas otras ocasiones.
Interesante y recomendable.
Miguel Juan Payán
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