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viernes, abril 26, 2024
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Race ***

Race ***Emotivo acercamiento a la vida del atleta Jesse Owens. Stephen Hopkins consigue ilustrar con brillantez las hazañas del hombre que derrotó al Nazismo, en las Olimpiadas de 1936.

Salvo alguna producción televisiva, resulta sorprendente que el cine nunca antes se haya interesado por recrear la figura del héroe de las cuatro medallas de oro en el Berlín de las esvásticas. Olvido incomprensible, que el director Stephen Hopkins ha subsanado con esta película, cargada de momentos memorables por su significado en la historia de la igualdad racial, y que evoluciona con agilidad hasta la ascensión al podio del universitario afroamericano que corría a la velocidad del viento.

No obstante, la virtud de este filme estriba en que no se queda simplemente en la gesta de Owens tras su participación en las Olimpiadas de 1936, sino que también nutre su discurso con la marginación a la que USA sometió al atleta antes de su triunfo mundial, en una época en la que los ciudadanos negros no podían ni usar los mismos lavabos que sus compatriotas blancos. En este sentido, Hopkins acierta al no hacer especiales distinciones entre los comportamientos racistas de los teutones y los estadounidenses. Discurso contra las injustas tesis sobre la distinción entre los habitantes por el color de su piel, que el filme expone a través de un cuadro de personajes que genera -en su gran mayoría- la reacción del público.




Tal opción queda reflejada en la relación de amistad mantenida entre JO y su entrenador: el dialogante y perfeccionista Larry Snyder. Ellos son los que llevan el guion en las volandas de las emociones compartidas, y consiguen que los hechos narrados sean percibidos con una mayor capacidad de verosimilitud y cercanía. Efectos que el cineasta vuelve a concitar con la aparición del atleta germano Carl “Luz” Long, cuando el prohombre llamado a ser el orgullo de los arios reconoce la equivocación de su gobierno, ante un Jesse al que ayuda a competir en igualdad de condiciones.

Ante semejantes bazas afectivas, la movie descansa abiertamente en la eficacia de las interpretaciones de un esforzado Stephan James (Jesse Owens) y un inspirado Jason Sudeikis (Larry Snyder). Sus duelos en escena por luchar contra las políticas de segregación racial, mientras esperan la celebración de las Olimpiadas nazis, enmarcan una obra construida en función de homenajear al individuo que enfadó a Hitler con sus cuatro medallas de oro.

Sin embargo, los aciertos en el plano de la caracterización de los personajes quedan un tanto ensombrecidos por la escasa destreza del equipo al recrear la Alemania nazi. Desde el momento en que la trama tiene lugar en Berlín, la inclusión bastante esquematizada de la problemática de las deportaciones de judíos y la aparición de un Goebles demasiado esquematizado restan eficacia a la cinta. Una caída en intensidad que ya había quedado reflejada con la confusa trama dedicada a las votaciones del comité olímpico estadounidense, a tenor del posible boicot a los juegos hitlerianos por parte del equipo nacional de las barras y estrellas.

No obstante, dentro de la artificial y poco creativa escenificación de las Olimpiadas de 1936, quizá lo más resaltable sea la interpretación de Carice van Houten, quien aporta unos signos de humanidad desconcertante a la cineasta Leni Riefenstahl.

Jesús Martín

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