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jueves, abril 25, 2024
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Relic ★★★

Relic ★★★

Crítica de la película Relic

Una inteligente y sólida propuesta de terror psicológico.

         Bajo la influencia de Hereditary, salvando las distancias pero con algunos puntos de contacto argumentales bastante evidentes -la culpa como motor del personaje protagonista, por ejemplo, el desarrollo principalmente en interiores, el hogar convertido en amenaza…-, Relic es una película de intriga en sus dos primeros actos que evoluciona con buen ritmo hacia el desenlace de terror del tercero, y aunque su desenlace no está a la altura de lo visto en casi todo su metraje, es interesante.

         Está bien resuelta visualmente con una puesta en escena y un juego con lo que se ve y lo que no se ve en el encuadre que resulta más interesante de lo que finalmente nos propone su desenlace. En ese sentido, mantiene el interés con ritmo perfecto, midiendo mucho y administrando muy bien los recursos de que dispone y no malgastando metraje en ningún momento. Aciertan sus creadores a mantenerla en un metraje de menos de hora y media y acabar en el momento justo, cuando la historia tiene todo su recorrido ya hecho y hay poco más que añadir.

Relic ★★★

         Temo que va a ser mal comprendida, o menospreciada porque no acude al susto gratuito, aunque sí tenga momentos gore. Porque apuesta por la intriga como camino en sus dos primeros actos para llegar al terror en el tercero, en el cual hay momentos gore que al mismo tiempo están sirviendo a un contenido tanto más interesante porque está asentado en la realidad.  

         Sabe sacar partido a la alianza entre el miedo real, cotidiano, posible: el enfrentamiento de la protagonista, la madre de la historia interpretada por Emily Mortimer, con el dilema de qué hacer con su propia madre anciana en pleno periodo de declive senil, presentando momentos de demencia cada vez más frecuentes. ¿Ingresarla en una residencia? ¿Llevársela a su casa?

Esa decisión y la culpa que siente por sentir que la ha dejado abandonada a su madre demasiado tiempo, como demuestra la charla con el policía en la que confiesa que hace semanas que no habla con ella y el empeño en limpiar la casa de su madre como un vano intento de limpiar esa culpa por el abandono de la madre, persiguen a la protagonista durante toda la película, y es lo que le presta solidez a su conflicto y su viaje como personaje haciendo más interesante la trama para el espectador.  

En ese sentido, la visita de la hija a la residencia en la que se plantea ingresar a su madre, con esa encargada del lugar a la que solo escuchamos, pero nunca le vemos la cara, la vemos de espaldas, al fondo del plano desenfocada o fuera del plano hablando, pero, como la propia hija, nuestra mirada está en los objetos, en otros ancianos, en detalles, la cama, la habitación con esa luz fría, ese exterior al otro lado de la ventana gris y anodino. O la manera en la que se nos informa de la decisión que toma la hija con la lista de lo que necesita. Ambas cosas evidencian un planteamiento muy inteligente de la historia con la máxima economía de metraje y respeto por la inteligencia del espectador a la hora de mirar el relato desde el punto de vista de la protagonista de la historia como un drama real en lugar de un cuento con elementos fantásticos que no se abren paso en el relato hasta los últimos treinta minutos de la historia.

         Esa cercanía del conflicto real y posible que el personaje puede compartir con buena parte de los espectadores es lo que le da energía a la intriga inquietante de la película. No pacta con el susto gratuito. Prefiere construir lo inquietante sobre el dominio de lo real, de lo posible. Y en ese sentido se arriesga con una propuesta visual muy bien resuelta, dándole personalidad a momentos del guión que podrían haber sido en manos de otro director repetitivos, tópicos o anodinos. Ejemplo de ello la manera de convertir a la hija en una silueta desdibujada tras la ventana cuando habla por teléfono con el policía, o el momento en que la madre le pregunta a la anciana dónde ha estado  situándose en el centro de plano, con la abuela y la nieta presentes en la acción pero ocultas tras el muro en el plano, el encuentro nocturno con la anciana en el espejo y la madre en el primer plano, como si estuvieran separadas por dos realidades, o esa significativa secuencia en la que el plano nos muestra a la madre en la izquierda del plano, de cara a la cámara, la hija a la derecha de espaldas y la abuela entre ambas desenfocada.

         La demencia senil, la soledad, el miedo a la vejez, el abandono, la responsabilidad de hijos con padres a los que no reconocen en su decrepitud, son temas reales que gravitan en el epicentro de esta fábula inquietante a la que solo le falla un poco su desenlace, aunque tiene una resolución visualmente truculenta que resulta inquietante.

         La película deja entrever el talento de la directora pro encima del guión con el que está trabajando, y su astucia al volcar todo el peso en un doble estímulo para el espectador desde la puesta en escena y el trabajo de sus actrices, en lugar de entregarse -y posiblemente perecer- en brazos del frenetismo y el susto previsible y gratuito.

Miguel Juan Payán

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Relic ★★★

 

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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