Barry Levinson salva los muebles en una historia cargada de tรณpicos, donde se impone la sobria y omnipresente actuaciรณn del veterano Bill Murray.
ยฟQuรฉ tiene el cante, que con sus tentaciones de fama rรกpida e imperecedera une incluso a sociedades tan diametralmente opuestas como la estadounidense y la afgana? A tenor del imperio de los talent shows, la esencia de los triunfitos parece haber germinado en cualquier lugar del planeta; aunque, en el caso del paรญs con capital en Kabul, esa necesidad de darle a los trinos venga asociada a un mensaje de libertad, que no se percibe en los participantes de otras latitudes.
Ese elemento, de ruptura con respecto a las injusticias auspiciadas por las tradiciones milenarias de los pueblos, es el que nutre casi al cien por cien el guion de Rock the Kasbah. Una pelรญcula que tambiรฉn aporta un discurso efectivo sobre los falsos espejismos del รฉxito mediรกtico.
A modo de nostรกlgico existencialismo, el largometraje de Levinson comienza con la puesta en escena de un tipo tocado por la varita de la depresiรณn: un manager musical, que experimenta las horas mรกs bajas en su irregular carrera profesional. Richie Lanz intenta mirar al futuro con la vista fijada en el retrovisor de sus รฉpocas mรกs laureadas, hasta que un viaje a Afganistรกn le pone en el camino de la asunciรณn de su propia realidad.
Dentro de semejante cuadro, no exento de cierto egocentrismo, el responsable de Rain Man llena la pantalla con el ajado rostro de un Bill Murray traqueteado al mรกximo por su cรกustico sentido de la comedia, y que aporta sinceridad de derrumbe a su caracterizaciรณn de Lanz. El actor de Los cazafantasmas preside cada plano y secuencia de la pelรญcula, en calidad de anfitriรณn destacado y un poco indigesto.
No obstante, Levinson es consciente de que la absoluta dependencia del genio de Bill es algo peligroso, si de lo que trata es de enganchar el heterogรฉneo gusto de la comunidad de espectadores. Por eso, el cineasta reserva pequeรฑas apariciones encargadas a conocidos intรฉrpretes, quienes aligeran convenientemente un argumento algo simple y previsible.
En ese plantel de ilustres secundarios, Kate Hudson (excelente en su parte de la prostituta conocida como Merci), Bruce Willis (en plan duro con corazรณn escondido), Scott Caan (en calidad de neurรณtico traficante de armas) y Zooey Deschanel (realmente efervescente, como la poco valiente Roonie) son los que se llevan las mejores escenas de la movie.
Sin embargo, en el apartado de los tropiezos, el gran Barry olvida orquestar un retrato mucho mรกs verรญdico del conflicto afgano, que solo atenรบa con el atrezo visual sacado de los informativos televisivos, compuesto de ligeros tiroteos en las calles y alguna que otra mina interpuesta en el camino. Una opciรณn por la ambientaciรณn de cartรณn piedra que roza el lรญmite de la incongruencia, con el relato de la enemistad familiar surgida en el seno del pueblo pastรบn al que pertenece Salima (la chica cantante que encarna la joven Leem Lubany).
Tal acumulaciรณn de descafeinados ingredientes argumentales confiere a la obra de Levinson un carรกcter de entretenimiento poco perturbador, y aliรฑado con el habitual mensaje de superaciรณn personal; aunque la infiere tambiรฉn un aroma de escasa convicciรณn dramรกtica.
Jesรบs Martรญn
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