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domingo, mayo 5, 2024
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Route Irish ****

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Excelente muestra de thriller con tintes sociales de la mano de un director tan particular como Ken Loach. La película funciona a la perfección al situarnos en la piel de un ex-soldado que trabaja para una compañía independiente de seguridad en Irak, cuyo mejor amigo ha muerto allí en extrañas circunstancias y que se ve envuelto en una trama oscura para descubrir la verdad sobre la muerte de su amigo. Un camino de venganza y redención que aprovecha para resaltar los problemas de las mencionadas compañías de seguridad, además de los del ejército que invadió Irak, aunque en este caso desde el punto de vista británico y no americano.

Todo buen cinéfilo conoce el cine de Ken Loach, que ha sido tan elogiado como criticado al centrarse siempre, o casi siempre, en los problemas sociales de Gran Bretaña, de jóvenes y adultos, con sequedad y pocas concesiones, mostrando un Reino Unido muy poco cercano a las postales y los anuncios de turismo, bastante visceral. Muchos le han acusado de practicar la ”pulpitocracia” y no aportar nunca nada nuevo. Otros alaban su forma seca y directa de aproximarse a los problemas reales de su país, sin florituras. El caso es que este controvertido director resulta la persona indicada para dirigir un thriller como éste en el que entran en juego factores como las diferencias sociales, la guerra, la amistad y los tejemanejes políticos y de relaciones públicas del gobierno y las corporaciones.

Y lo hace de un modo que ha asustado a sus seguidores, al parecer. En lugar de centrarse en la historia de Irak, en esos grupos de seguridad que campan a sus anchas y hacen de su capa un sayo a conveniencia, esa suerte de vaqueros modernos, como les llama la película. Prefiere centrarse en el suspense, en la historia personal de venganza y redención del protagonista. Y por eso funciona realmente la película. Al colocar a ese hombre que tiene una carga de conciencia y una deuda con aquél a quien consideraba su hermano, en un camino para descubrir la verdad y cobrar venganza, nos sitúa en la piel del protagonista descubriendo sus miserias, sus verdades y contradicciones y, por extensión, las del conflicto. En lugar de enseñarnos otra vez cómo es el conflicto de Irak, nos habla de las consecuencias de la guerra aquí. Algo que se ve, por ejemplo, en la discusión que tiene con la viuda de su amigo al ver el vídeo del móvil, y que se desarrolla a lo largo de la película con dos personajes con el corazón devastado por la culpa y ansias de sentir algo de nuevo.

Con un pulso narrativo brillante y una puesta en escena magnífica pese a los medios moderados, como esa casa del protagonista, que gana mucho dinero ahora, tiene un gran apartamento pero sigue estando vacío, las paredes desnudas y durmiendo en un catre militar. Eso nos dice todo lo necesario del personaje. Eso y la brillante interpretación de Mark Womack, que se echa a hombros la película con una solvencia y profundidad magníficas, sin estridencias. Bien acompañado por Andrea Lowe, ellos dos son el núcleo de un relato urbano, de mentiras y medias verdades, de venganza y culpa, que se disfruta del primer al último minuto, porque el suspense y el drama, sus principales elementos, son manejados con una gran pericia.

Alejado en apariencia de los habituales dramas sociales de Loach, pero en espíritu tan cercano a ellos como siempre. Sólo que incluso más entretenido y acertado.

Jesús Usero

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