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sábado, noviembre 2, 2024
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Secuestrados ****

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Comentaba el director de Secuestrados, Miguel Ángel Vivas, que cuando viajaba con su nueva película al festival de Austin, le sorprendió muchísimo la expectación que había levantado una película desconocida como la suya, y más aún descubrir que era porque el cine de género español está extremadamente bien valorado fuera de nuestras fronteras. Que el hecho de que una película sea española y de género garantiza algo, como un sello de calidad, y motiva que los aficionados estén esperando la película. Y encima obtener dos galardones en dicho festival… Algo que adía de hoy le cuesta creer.

Hay una hornada de directores españoles que le han dado, sin duda, alas al género. Gente como Paco Plaza, Rodrigo Cortés, Jaume Balagueró… se dedican al género sin problemas por mucho que a algunos en nuestro país se empeñen en despreciarlo e infravalorarlo. Cine de género y de calidad. La lista de nombres es larga y los resultados en taquilla suelen ser bastante buenos, cuando no excelentes. Pero aquí no nos damos cuenta. Y estamos hablando sólo del género de terror o fantástico. Si nos ponemos a indagar otros como la comedia, encontramos cosas similares.

Y sólo nos damos cuenta de que es valorado cuando salimos de España. Es triste, pero cierto. No somos capaces de hacer que nuestra gente se sienta feliz de hacer cine en nuestro país. Valorados. Como si las películas que hiciesen por ser de género fuesen peores que el supuesto cine de autor. Como si tener éxito fuese un crimen. O hacer una película que intente gustar a la gente y llenar salas. A lo mejor resulta que el cine de autor español de verdad, el auténtico, vive en el género.

TRAILER

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Y para confirmar esta teoría, Miguel Ángel Vivas nos trae Secuestrados, una película pequeña, modesta, sin grandes nombres en el reparto (ojo, no confundir con grandes actores, porque de estos el reparto está lleno), con una clara idea de qué es lo que quiere contar y cómo quiere contarlo. De una forma poco convencional, quizá. Pero realista, sin concesiones para el espectador o sus personajes, fuerte y valiente que llega a traspasar la pantalla y se convierte en toda una experiencia. Una experiencia terrorífica e impactante que nos deja pegados a la butaca sin poder movernos durante toda la proyección.

El director ataca un miedo personal suyo, pero universal en realidad. EL de ser atacados en la santidad de nuestro hogar, donde nos sentimos seguros, cómodos, protegidos. Aquí esta situación se escapa del control de todos los involucrados y desciende en una espiral de violencia y terror que llega hasta las últimas consecuencias. Sin retroceder nunca, pero no tanto por la violencia, sino por la situación en sí, con algo con lo que todos podemos sentirnos identificados. Terriblemente identificados. Sólo hay que abrir el periódico o escuchar las noticias para encontrarse con algo que recuerda a esta película. Ese miedo que a todos nos llega cuando imaginamos que alguien puede invadir nuestro hogar, ese miedo se encuentra perfectamente reflejado en la película.

Y para hacer aún más creíble esa historia y esos miedos, la cinta se nos cuenta de una muy peculiar manera, con una serie de continuos planos secuencia. Sin cortes, sin trucos, sin pausas. Doce planos secuencia que no nos dejan escaparnos de esta situación, ni huir, ni dejar de mirar y compartir la terrible experiencia que están pasando los protagonistas en la pantalla. Doce planos rodados con una precisión de cirujano y una maestría poco vista en un director que acomete su segunda película. Lo que queda es una muestra de cine fascinante que nos tiene acongojados durante todo el metraje.

Desde el brutal inicio a las muestras de vida cotidiana con la mudanza, al asalto a la casa, la película es una montaña rusa de emociones, que se siente, no se ve. Muchos han criticado su violencia, sin duda uno de los puntos más crudos, pero a la vez realistas de la película, pero lo que realmente marca a quien está viendo Secuestrados es lo que no se ve y se intuye, lo que se escucha cuando la acción se separa y la cámara sigue a un protagonista en lugar de a otro. Los sonidos, gritos y silencios (ojo a la violación, momento repulsivo donde los haya) nos producen escalofríos y un extraño miedo que no puede explicarse porque no es creado, es algo natural que surge de nosotros.

El talento de su director radica en saber perfectamente como manipular y explotar esos miedos de forma sutil, produciendo esa sensación de auténtico miedo, no a base de sustos, sino aumentando poco a poco la tensión y obligándonos a no poder dejar de mirar. A ser mirones, partícipes de la situación, un personaje más invisible, pero culpable como el que más de no hacer nada. De no impedir la desgracia.

Para ello el reparto es una de las claves imprescindibles que convierten esta película en algo creíble de verdad. Es imposible destacar a uno sólo de ellos, porque todos están increíbles. Un trabajo de equipo sensacional tanto por parte de la familia como de los asaltantes. No están interpretando un papel, están viviendo esa situación como si fuese real y eso hace que nosotros la vivamos con ellos. Que estemos a su lado, acompañando a ambas partes de la mano. Cuesta abajo y sin frenos, en un viaje que te deja destrozado y sin aliento.

El resultado final es como meter en una coctelera Rec, Enterrado y Perros de Paja y observar el resultado, macabro, duro, violento, pero a la vez único. Y con la ventaja de que, una vez terminado el metraje, sabemos que nada era real, que nos encontramos frente a una película. Aunque tengamos que repetírnoslo un par de veces. Quizá el mayor cumplido sea que Secuestrados no es una película, sino un cúmulo de sensaciones que se transmiten perfectamente al espectador y nos arañan bien dentro, donde más duele. Cine en estado puro, de género y español. Por si quedaban dudas.

Jesús Usero

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