Casi de tapadillo nos llega una de las últimas candidatas al Oscar que se estrena en nuestro país justo antes de la entrega de premios. De hecho, Los Chicos están Bien es la única nominada que quedaba por estrenarse, completando la lista de las 10 mejores películas del año según los miembros de la academia y dejando completo el paisaje para aquellos que deseen verlas todas y hacer sus apuestas antes de que el domingo se conozcan los ganadores y la alfombra roja se llene de gente con sus vestidos y sus trajes abrazados a una pequeña estatuilla dorada.
El problema con Los Chicos están bien es que es, sin lugar a dudas, la que menos merece encontrarse en el podio entre las mejores. No es que sea una mala película, pero colocarla por encima de otras de 2010 como Shutter Island o The Town suena casi a insulto por sus enormes diferencias, narrativas, argumentales y de sensaciones. Pero el cine social siempre ha gustado en Hollywood, y una película que se centra en la vida de un matrimonio de lesbianas y sus hijos que quieren conocer a su padre biológico natural, no podía quedarse fuera de los premios.
Repito, no es mala película, pero tampoco ninguna obra maestra. Es cine independiente y algo pedante, sí, con momentos divertidos y personajes curiosos, pero ante todo cine de actores. Y es que sin ellos, la película tenía todas las papeletas para convertirse en un telefilm de tomo y lomo, tanto por cómo está dirigido como por el desarrollo de la historia y de los personajes que nos encontramos en ella. Aquí los actores lo son todo y ellos son los que trabajan para levantar la historia y hacerla competente y curiosa. Pero es una película fácilmente olvidable, por desgracia.
Curiosamente sólo Annette Bening ha sido nominada a mejor actriz por su papel en esta película, dejando de lado la magnífica interpretación de Julianne Moore, que es realmente la que tiene un arco de desarrollo de personaje, un drama que vivir y la que pone toda la carne en el asador como actriz para dar a su personaje vida. Bening, que está magnífica también, no goza de las oportunidades que el guión sí proporciona a Moore, lo que hace aún más sorprendente esa nominación. Pero ambas se complementan a la perfección y tienen una química en pantalla excepcional, como si realmente llevasen juntas más de veinte años, compartiendo cama, casa y macarrones, que decía la canción.
Luego están los jóvenes, también magníficos los hijos, tanto Mia Wasikowska, intentando alejarse un poco de la Alicia de Tim Burton y presentando candidatura a estrella en un futuro próximo, como Josh Hutcherson, quien lleva años labrándose una sólida carrera en Hollywood, tanto en lo comercial como en el cine más independiente. Ellos son el motor de la historia, lo que da inicio a esta película y en torno a ellos gira gran parte de la trama. Y lo llevan con la soltura de la experiencia dando vida a lo más difícil, dos chicos completamente normales.
Pero el auténtico vendaval de la película, el verdadero protagonista de la misma y la mayor razón para ver Los Chicos están Bien es Mark Ruffalo. El actor está inmenso dando vida al donante de semen al que recurrieron las protagonistas femeninas. Un tipo al que las cosas le van bien en la vida, mujeriego, con su propio negocio, pero nada fuera de lo común. Son los pequeños gestos del actor, sus miradas y su forma de hablar lo que llena de vida al personaje y lo convierten en único. Es el otro nominado al Oscar del reparto y, aunque Christian Bale tiene muchísimas papeletas de llevarse el premio, yo no descartaría que en un determinado momento, Ruffalo diese la campanada y se llevase el premio. Razones de peso no le faltan.
El mayor problema de la película es que, bajo su supuesta trama rompedora y liberal de dos lesbianas como pareja conviviendo desde hace años y con hijos que deben enfrentarse a la crisis de la madurez, la película realmente es muy convencional. Nunca sabe si decantarse por el drama o la comedia, si optar por hacer reír o emocionar, y deja las cosas bastante tibias. La forma en la que se desarrolla la misma es harto previsible y nos lleva sin ninguna sorpresa por el metraje de la película. El guión sabe a fórmula y no hay mucho que se pueda hacer por salvar eso.
De hecho, la directora y guionista, que es quien podría arreglar el hecho de que su guión esté lleno de tópicos y sea bastante simplista, con una buena puesta en escena y una narración con ritmo, no es capaz de hacerlo. Hay momentos en los que uno no sabe si están cenando en casa de Ruffalo o de ellas, porque los espacios no tienen vida, no está cuidado, no sabe cuidar la puesta en escena. O no quiere hacerlo. Sabe dirigir muy bien a sus actores, pero no contar una historia más allá de lo que sería un capítulo de una serie de televisión. O una tv movie. Y al guión le pasa lo mismo. El final complaciente, nada arriesgado, soso y carente de fuerza es buena prueba de ello. Le faltan narices para convertir la cinta en un verdadero drama, y le falta humor para que destaque la parte de comedia.
Así nos encontramos con una buena película sobre personas y sus peculiaridades. Sobre la gente y sus relaciones. Sobre los padres y los hijos. Una película sencilla que a veces peca de simple, que quiere proponerse como rompedora y fresca, pero que es más de lo mismo. Sólida, pero no brillante. Había películas mucho mejores el pasado año que ésta para ser nominadas al Oscar. Es una pena que Hollywood haya optado por las apariencias en lugar de la fuerza de las historias que se cuentan. Pero por ver moverse a su reparto, merece la pena embarcarse en ella. Aunque sea más de lo mismo.
Jesús Usero