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jueves, abril 25, 2024
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Sígueme el rollo **

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Adam Sandler regresa a las pantallas con su nueva comedia, Sígueme el Rollo, después de estrenar el pasado verano, con bastante éxito en todo el mundo, la película Niños Grandes. Aquí lo hace muy bien acompañado por Jennifer Aniston y por una sorprendente Nicole Kidman en horas bajas. Pero las novedades en el reparto y la ausencia de otros rostros populares en su filmografía, son insuficientes a la hora de encontrarnos otra película más del actor, con los mismos chistes y gracietas y poco más bajo la superficie. Por mucho que hayan querido venderla como otra cosa.

De hecho, Sandler parece empeñarse película tras película en demostrar que la comedia americana está muerta y enterrada, y que ya no quedan chistes que contar, sólo maneras cada vez más vulgares de contar los mismos chistes de siempre. A veces esa manera directa de contarlos funciona mejor que otras, pero por lo general si uno no se pone muy exigente, te arrancan alguna que otra carcajada, pero poco más. Pedirle que la historia o los personajes te emocionen es harina de otro costal. Es pedirle peras al olmo y no está el patio como para ponerse exigente, la verdad.

Lo que deberían plantearse todos los responsables de éste tipo de películas es si merece la pena seguir agotando al público, si merece la pena seguir repitiendo fórmulas y terminar encontrándose con que la siguiente película no es tan apetecible de ver para nadie. Eso sí, mientras la fórmula funcione en taquilla… Porque las películas de Sandler, sus comedias, suelen ser idénticas plano a plano, sin importar el subgénero al que estén dedicadas. Ya sean comedias románticas, como es el caso, generacionales, de presidiarios… No importa. Todas son películas de Adam Sandler y se nota desde el principio hasta el final.

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Quizá tenga mucho que ver en ello el hecho de que la gran mayoría de las mismas son dirigidas por Dennis Dugan, un tipo que muy a menudo parece ser alguien que pasaba por allí y dejó las cámaras puestas de cualquier modo, sin importar cómo se ven las cosas en pantalla, mientras la cara de los actores salga perfectamente. Algo demasiado habitual en la comedia, la ausencia de gente que intente hacer las cosas de otro modo. En televisión tienen la excusa de la falta de tiempo. En cine… será la falta de ganas, o que, de momento todo funciona de cara a la taquilla. A ver qué pasa cuando deje de hacerlo.

El mayor problema de la película es el tiempo. Dos horas de metraje para contarnos una historia romántica con viaje a Hawai de por medio, pues como que son excesivas. Sobre todo cuando nadie sabe o quiere imprimir dinamismo a la historia y hacer que pasen cosas interesantes en la pantalla. Que la mitad del metraje se base en darle vueltas a la misma historia, que el lío de matrimonios fingidos se duplique con la aparición de una amiga de la universidad… Formas y más formas de alargar innecesariamente la trama, de hacerla reiterativa y absurda.

Llega un momento en el que uno se da cuenta de que la película debería terminarse, uno se da cuenta, mira el reloj nervioso, y los protagonistas aún no han empezado a enamorarse… A partir de ahí todo se hace cuesta abajo. Las dos cenas con el concurso del baile y la oveja por otro lado, son sonrojantes y provocan uno de esos momentos en los que uno desearía irse de la sala, porque no sólo no se está riendo, sino que además está sintiendo vergüenza ajena…. Y sin muy habituales en las películas del actor.

Poco importa que el guión esté basado en una historia del genial I.A.L Diamond, el brillante compañero de guiones de la última etapa de uno de los grandes maestros de la comedia, Billy Wilder. Que nadie espere ver por la pantalla el talento de películas como Con Faldas y a lo Loco o El Apartamento. Porque poco más además del argumento queda en la película. Pero tampoco creo que sea un impedimento a la misma. El nombre de Diamond estaba ahí para apaciguar a la crítica y a algún que otro cinéfilo. Al público en general le importa bien poco quién era Diamond. Sólo quiere pasar un buen rato.

La película lo consigue a medias, mezclando los mencionados momentos de vergüenza ajena con otros que realmente hacen gracia, como la visita al cirujano de cierta paciente y su ceja, las coñas acerca de la cirugía de Nicole Kidman o su momento estelar cuando asegura que se va a divorciar “porque mi marido es gay”, un puñal a destiempo que se entiende como lo que se entiende y que deja perplejo por el par de narices con que se hace. Eso sí, ver a Kidman por estas tierras en lugar de en pastos más verdes da un poco de pena.

Además al película continua con la sana costumbre de Sandler de emparejarse en pantalla con mujeres de su edad, más o menos, en este caso una estupenda Jennifer Aniston que a sus cuarenta y pocos aún resulta más atractiva que el supuesto bombón de la película, la espectacular Brooklyn Decker. Y si no me creen, observen cuando ambas se bañan en la cascada y no me digan que Aniston no es más apetecible que Decker. Sandler, con esta idea, aporta una mayor credibilidad a la relación entre os protagonistas. Y se agradece.

Además, hay que reconocer que pocos actores sueltan un sarcasmo sin apenas mover los labios como lo hace él. Y ahí, verdaderamente te ríes. Pero poco más tiene una trama sobada hasta lo indecible y unos personajes planos y sosos. Es entretenida, pero demasiado larga. Tiene risas, pero también momentos de aburrimiento. Es simpática, pero a los 10 minutos de verla se nos habrá olvidado por completo. Un divertimento sin más vueltas que darle, tan previsible como olvidable y que a más de uno le hará olvidarse de los problemas de casa. Pero sólo a ráfagas intermitentes.

Jesús Usero

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