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El drama familiar ha sido siempre uno de los puntales de Hollywood para conmover y llenar las salas a base de lacrimógenas historias. No cabe duda de que la desgracia vende entradas, y más aún si hay niños por medio. Lo vimos en Kramer contra Kramer, que se llevó cinco Óscars en 1980, entre ellos el de mejor película. Cierto es que aquella historia trataba sobre las consecuencias del divorcio, mientras que Sólo ellos tiene como protagonista a un viudo, pero ambas comparten las penurias de un padre a la hora de educar a un hijo pequeño, cuando se echa en falta la presencia de la madre.
Scott Hicks lleva toda su carrera quedándose a medias. Nos dio a conocer al extraordinario Geoffrey Rush, protagonista del biopic Shine en 1996, y con la que el propio director logró relevancia internacional. Pero la película era solamente una demostración del talento del actor australiano, quien incluso estaba demasiado sobreactuado en alguna escena. La misma indiferencia provocaron cosas como Mientras nieva sobre los cedros o Corazones en la Atlántida, por no hablar del insulso remake de Deliciosa Martha. Todas ellas son películas mejorables, más o menos olvidables, dramas contenidos con personajes sufridores incapaces de soportar el peso de una historia perdurable. Sólo ellos sigue los mismos parámetros.
Y es que estamos ante un drama atípico, en el que una enorme tragedia familiar (la muerte de la mujer, en la cama con su marido Clive Owen) no conmueve al espectador, como tampoco parece conmover lo suficiente, o lo esperado, a quienes rodeaban a la fallecida. Owen, actor todoterreno, aquí alterna escenas estupendas con otras de una frialdad lamentable, como aquéllas en las que supuestamente tendría que sufrir por la pérdida de su mujer. En el drama familiar, Scott Hicks pasa de puntillas, como en muchas otras aristas de la historia…
Poco se nos cuenta sobre los problemas laborales del personaje de Owen derivados de la muerte de su mujer, así como de la supuesta relación que parece mantener con la madre de un compañero de su hijo en el colegio. Se abren varios arcos argumentales que en ningún momento se cierran, a pesar de que alguno de ellos podría llevar a la película a los más recurrentes estereotipos de comedia romántica o drama descarnado. Pero nos quedamos a medias…
Con semejante panorama, sólo nos queda asistir a la agitada vida del protagonista derivada de su nueva condición de padre viudo. Aquí es donde realmente se luce Clive Owen, capaz de resultar convincente en un papel alejado del tipo duro que nos mostró en Sin City, Shoot ‘Em Up, El Rey Arturo o The International. El interés del actor en cambiar de registro queda reflejado en su participación como productor ejecutivo. Y es que todo actor ambicioso ansía escapar del encasillamiento…
Tenemos, pues, una historia de emociones y sentimientos que no logra enganchar al espectador, salvo cuando trata de aportar sentido del humor a un personaje perdido en su papel de único responsable de sus hijos. Yo, que prefiero que el cine me haga reír antes que llorar, casi hubiese preferido una mayor dosis de lágrimas, las mismas que, por otra parte, cualquiera esperaría de una historia semejante.
Pero no todo es malo. A pesar de no llegarnos, la historia es contada con cierta pericia, y tampoco sería justo acusar a Sólo ellos de película aburrida. Sí hay cierta habilidad a la hora de colocar pequeñas píldoras emotivas, que junto al buen trabajo del protagonista, hacen más llevadero el visionado. Lo que desde luego sobran, en mi opinión, son esas apariciones de la difunta esposa, aconsejando al angustiado padre sobre la toma de decisiones referentes a su hijo.
Seguiremos esperando una película realmente buena de Scott Hicks. Aunque para ello necesite, sin duda, un guión más redondo que los que hasta el momento ha tenido ocasión de llevar a la pantalla.
