Todo el mundo sabe que el nuevo proyecto sobre Spider-Man lleva meses cociéndose en los despachos de Columbia y Warner, y que supone un reseteo de la historia cinematográfica del personaje, tras la decepcionante tercera película dirigida por Sam Raimi. Es cierto que las negociaciones se mantuvieron para que el director continuase como responsable de la cuarta, así como los protagonistas principales Tobey Maguire y Kirsten Dunst, pero en los desencuentros que provocaron el radical cambio de rumbo seguro que el mal sabor de boca general que aquella tercera película dejó tuvo mucho que ver.
Raimi ha sido un buen director para el Trepamuros. Hay que tener en cuenta que se hizo cargo del personaje de cómic maldito para el cine, el que parecía que nunca contaría con una adaptación cinematográfica memorable. Y es que cuando el proyecto de James Cameron, con Schwarzenegger como Dr. Octopus, se fue al traste, muchos creímos que no viviríamos para ver a nuestro amistoso vecino Peter Parker en el cine. Sam Raimi llegó y triunfó, aunque se despidiese de la franquicia sin la grandeza deseada. En 2002 estrenó la primera película, cuyas mayores virtudes residían en la presentación de personajes y, por supuesto, en los imponentes efectos especiales. Pero yo, que salí más que satisfecho del cine, percibí enseguida un problema importante, perfectamente solventado en la segunda película, sobre la que trata el presente artículo.
Los superhéroes desarrollan sus aventuras bajo determinadas premisas inalterables. El protagonista empijamado ha de tener esa doble identidad que le permita desarrollar su vida “normal”, una chica a la que le cueste asumir los hábitos samaritanos de su media naranja, y, por supuesto, un antagonista carismático. Por lo que respecta a esta última característica, alguien dijo alguna vez que “un superhéroe es tan grande como grandes sean sus villanos…”. Spider-Man, la primera película, resultaba perfecta en el desarrollo de la dualidad Peter Parker/Spider-Man, y Kirsten Dunst supo hacer suyo un personaje muy alejado al de las viñetas, ya que su Mary Jane no era en el cómic el ser angelical que vimos en la gran pantalla. Pero, y ésta es sólo la opinión de quien esto escribe, resultó decepcionante desde el punto de vista del villano. Aquel Duende Verde encarnado por el gran Willem Dafoe era ridículo, desde su estrafalario traje más propio de una película de Power Rangers hasta la propia personalidad. Aún asumiendo que el diseño del villano debería de ajustarse a los tiempos modernos, uno hubiese preferido al Duende clásico, con menos aspecto de androide y lanzando calabazas explosivas en sus duelos aéreos con Spider-Man. Pero, con todo, me encanta esa primera película.
De hecho, no pude evitar emocionarme con el beso boca abajo entre Spidey y Mary Jane, o con la picadura de la araña genéticamente modificada, escenas que me remitieron a aquellos años 60 en los que Stan Lee y Steve Ditko presentaron al personaje en las viñetas, cómics que conservo como oro en paño (en una edición posterior y no en sus originales, que por supuesto valdrían una pasta en la actualidad…). El primer Spider-Man de Sam Raimi me gustó tanto que conté los días para la llegada de la segunda. Y la segunda fue increíble…
Cuando en 2008 El Caballero Oscuro recibió las mejores críticas para una película de superhéroes en la historia del cine, pensé que se habían obviado algunas precisiones. La película de Nolan es una obra maestra, y puede que lo sea, precisamente, por haber llevado al personaje de Batman a un nivel impensable para un personaje de cómic. De hecho, muchos fans de las viñetas consideraron siempre que Batman no era un superhéroe, ya que carecía de los superpoderes inherentes a todo aquel que se considere como tal. Yo, que le tengo el lo más alto de mis preferencias, también lo creo así. El Caballero Oscuro no es, en mi opinión, una película de superhéroes, sino un thriller urbano con toques de cine negro, muy alejado de aquella película de Tim Burton que sí podría adscribirse, de algún modo, al género superheroico. Y además es evidente el carácter festivo y colorista de Marvel, frente a los ambientes oscuros y góticos del Murciélago de DC. Creo, firmemente que El Caballero Oscuro y Spider-Man II son dos de las mejores adaptaciones al cine de un personaje de cómic, superhéroe uno, sagaz detective y playboy millonario el otro.
En lo que sin duda coinciden ambas es en su grandeza como secuelas. Cojamos El Padrino II y El Imperio Contraataca y tendremos el póker de secuelas perfectas, aquellas que son capaces de mantener el espíritu de su predecesora y superarla en todos los aspectos, despojándose del manido tópico que dice que “segundas partes nunca fueron buenas”. Supongo que más de uno se escandalizará por situar a Spider-Man 2 a la altura de esas otras tres obras maestras, pero sostengo que, aún asumiendo que no es tan buena como ellas, sí merece acompañarlas en el ranking de mejores secuelas de la historia del cine.
No quiero que una cuestión de matices haga que me extienda demasiado, pero no puedo evitar pensar en el Batman de Nolan como una película prima-hermana de otras adaptaciones comiqueras, como Camino a la Perdición o Una Historia de Violencia…Cine cuyo origen reside en las viñetas, pero que se aparta de los superhéroes, y, en especial, de los superhéroes de Marvel.
Porque, no podemos olvidarlo, Marvel es el universo superheroico por excelencia. Lo es por el importante número de personajes a los que podríamos calificar así, lo es además porque como editorial apenas se ha apartado de un género que le propició ser el conglomerado en el que se ha convertido, y, lo es, por supuesto, porque quiere serlo. Si DC, afortunadamente, bucea en otras posibilidades a través de líneas de publicación alternativas (Vertigo…), Marvel es personajes con superpoderes, por mucho que se cuele un Tony Stark o un Frank Castle.
Y Spider-Man siempre encabezó el asunto. Ni los desvaríos argumentales de los últimos tiempos, a cargo de un Joe Quedasa a quien muchos fans cesarían de sus múltiples funciones en la editorial, han podido desbancarle. Por mucho que se niegue, muchísima gente, cuando hace turismo por Nueva York, otea el horizonte esperando ver entre las fachadas de los edificios al amistoso vecino.
Ése fue, en mi opinión, el mayor acierto de Sam Raimi al adaptar al personaje en el cine. Pudimos ver a Spider-Man en todo su esplendor, luciendo como nunca en imagen real, entre los rascacielos de la gran urbe. Creo, firmemente, que la esencia de los superhéroes radica en su capacidad de mostrarse y exhibirse ante el pueblo, por las calles, por los tejados…Las tres películas de Raimi cumplían con esa exposición del superhéroe, en especial la segunda, con una escena a cara descubierta que provocó cierta polémica entre el fandom más acérrimo. A mi me gustó, pero más tarde volveré a ella…
Spider-Man II se estrenó en 2004, dos años después de la primera. Fue una secuela sobresaliente, básicamente porque supo mantener lo bueno y corregir lo menos bueno. Y, de propina, contó con novedades interesantes. Recordemos…
Como un guiño a todo aquel buen cine que contaba con memorables títulos de crédito, la película apareció ante nosotros en los cines con una apertura espectacular, que resumía la trama de la primera película a través de unos bocetos increíbles de Alex Ross, uno de los más aclamados dibujantes de cómic. La conjunción del trazo de Alex Ross con la música de Danny Elfman supuso un disfrute infinito y una sensación de expectación gigantesca ante lo que estábamos a punto de ver. Pocas películas modernas lograron lo mismo, aunque aquellos créditos de Watchmen, con la música de Bob Dylan y la historia alternativa no se quedaban atrás. Desde el gran Saul Bass no habíamos tenido aperturas de ese nivel.
Y a partir de ahí, una maravillosa historia de superhéroes. Spider-Man II se recreaba maravillosamente en el universo de un personaje de características conocidas. No es necesario ser Julián Clemente para saber cuáles han sido las señas de identidad. Si Superman es un extraterrestre que se esconde bajo otra personalidad y se refugia en la Fortaleza de la Soledad mientras evita la kryptonita, si Batman es un millonario seductor marcado por el asesinato de sus padres, Spider-Man es un chico maniatado por aquello del gran poder y la enorme responsabilidad que se columpia entre las fachadas neoyorquinas. Es cierto que, en buena parte, las premisas básicas estaban ya en la primera película, pero en la segunda se acentuaron, de manera magistral. No se trata de recordar toda la trama, pero esos problemas, esa consideración que Stan Lee se sacó de la chistera, de superhéroes con superproblemas, estaba presente. Y si no, pensemos en un chico que puede hacer cosas increíbles, que es capaz de saltar, de trepar por las paredes, que cuenta con sentido arácnido, que se balancea con sus telarañas…y al que le deja la chica a la que ama, que apenas llega a fin de mes y cuya tía, la entrañable anciana que le educó, atraviesa por un estado de salud más que delicado. Sin olvidar el enfado de su mejor amigo o las diatribas morales que le provocan sus superpoderes…De todo ello había en Spider-Man 2, a toneladas…
Contaba la película, además, con las virtudes que se le suponían. Escenas de acción, efectos especiales de primer orden y un ritmo vertiginoso. En ese sentido, poco se había avanzado en relación a la primera película, que ya contaba con momentos realmente espectaculares. John Dykstra, responsable de las cámaras encargadas de filmar las acrobacias del superhéroe, demostró de nuevo su competencia como director de efectos especiales.
Pero volviendo al asunto fundamental, probablemente el que convirtió a la película en la maravilla que es, Spider-Man 2 contó con un villano excepcional. El Dr. Octopus llenó el vacío que habíamos tenido en la primera parte, en la que Willen Dafoe, sin disfraz de ningún tipo, se mostraba mucho más terrorífico que ataviado como el Duende. Alfred Molina, actor soberbio, fue un acierto de cásting enorme, y desde el anuncio de su contratación le vimos como el perfecto Dock Ock. No seré yo, de todos modos, quien reniegue de la ilusión que me hubiese hecho ver al bueno de Schwarzenegger interpretando al personaje en la versión de Cameron que no pudimos ver. Pero Alfred Molina, a quien todos recordamos como secundario en el prólogo de En Busca del Arca Perdida, se hizo con el personaje y se mostró temible con esos brazos mecánicos tan característicos. La cultura popular se ponía nuevamente de manifiesto , con ese papel tan típico de científico al que sus creaciones terminan manejando a su antojo. Pero, ¿qué son los cómics sino cultura popular? La escena de la conversación entre Peter y Mary Jane en el bar, cuando él está a punto de confesar sus sentimientos y se ve interrumpido por la aparición de Octopus, resultó icónica, y sería utilizada en los tráilers que nos pondrían los dientes largos meses antes del estreno.
La inclusión de un villano así fue la pieza que completó el puzzle, y que no habíamos tenido en 2002, con la primera película. Sam Raimi puso su pericia contando una historia de superhéroes típica, pero tremendamente efectiva. Spider-Man 2 no daba tregua, y ahondaba en lo que siempre quisimos ver en una película así. Un buen personaje protagonista, al que la técnica permite exhibirse en sus principales habilidades, un drama humano en forma de numerosos problemas vitales y un malo excepcional. Puro cómic en movimiento, para goce y disfrute de tantos y tantos seguidores.
La reiteración en la trama no afectó en absoluto a la película. Al hablar de reiteración me refiero a los lugares comunes por los que se adentraba una producción que ofrecía exactamente lo que muchos queríamos. El héroe y su chica, el malo que en el fondo no lo es tanto, aunque sus intenciones honestas le transformen en un ser psicótico…Sólo hubo un punto novedoso en la trama, y que generó cierta polémica en los foros más visitados sobre Spider-Man.
No hace mucho tiempo, en el Amazing Spider-Man 533, Spider-Man reveló su identidad. Fue un golpe de efecto monumental por parte de Marvel, y por primera vez en más de cuarenta años de viñetas, todo el mundo sabía que Peter Parker era Spider-Man. Fue a lo largo de la saga Civil War, en una conferencia de prensa y debido a una ley que obligaba a todos los superhéroes a un registro de identidad. Fue un shock, semejante al que se había producido cuatro años antes en las pantallas de cine de todo el mundo…
Porque, efectivamente, en Spider-Man 2 nuestro héroe se despojaba de su máscara. Fue un pasaje bastante distinto al que habíamos visto en el cómic, y fruto, no de la voluntad del personaje, sino de sus azarosas aventuras. Tras una cruenta batalla con Octopus a bordo de un tren, el hasta entonces anónimo héroe se desmaya y varios pasajeros le quitan la máscara. Pero es Spider-Man, el ángel de la guarda de la ciudad de Nueva York, y los fieles ciudadanos que descubren su secreto prometen no revelarlo…
Resultó bastante impactante, y, ciertamente, contribuyó a incrementar la épica tras una escena brutal. El duelo con Octopus había sido, probablemente, el momento más intenso de la trilogía arácnida de Raimi, y ese desenlace con el héroe a cara descubierta fue una manera de que los sufridos ciudadanos reconociesen la entrega de su amistoso vecino hacia ellos. A muchos no les gustó, pero yo he de reconocer que me emocioné. De repente, en Nueva York, una ciudad de más de ocho millones de habitantes, un puñado de ellos conocía la identidad de Spider-Man, y prometían no revelarla. El cine es capaz de eso, de encubrir las ambiciones y los más bajos instintos, los de un grupo de personas que podría haber hecho fortuna con su descubrimiento. Yo no pensé en ese patinazo de guión, porque, mientras contemplaba la escena, me lo estaba pasando demasiado bien…
Ése fue, sin duda, el momento álgido de una película que hace justicia a cuatro décadas de cómics. La historia básica del superhéroe y el villano, sus peleas, la acción, el drama de quien ve cómo todo se tambalea a pesar de sus habilidades infrahumanas...Spider-Man 2 dejaba un regusto inigualable y unas ganas infinitas por llegar a casa y disfrutar con los tebeos. Era un entretenimiento de primer orden, frenético y entrañable, con ajustadas dosis de acción, drama y comedia…Y, por supuesto, con los inevitables cameos de Stan Lee y Bruce Campbell…
Los guiños a los fans del cómic eran evidentes. Y el final de la película provocaba una sonrisa de plena satisfacción entre quienes hubiesen crecido con las aventuras del héroe en las viñetas. Es evidente que la principal diferencia entre el Spider-Man cinematográfico del siglo XXI y el del cómic reside en Mary Jane. Y es que las dos chicas sólo coinciden en el nombre. Sam Raimi y sus guionistas no se cortaron un pelo, y en el final de la película su Mary Jane Watson pronuncia el calificativo por el que había pasado a la historia en el cómic: “a por ellos, tigre…” le espeta a Peter cuando éste se dispone a saltar por la ventana para capturar a los malos. En el Amazing Spider-Man 42, de 1966, una Mary Jane radicalmente distinta a la encarnada por Kirsten Dunst, mucho más exhuberante y deslenguada, es presentada a Peter y le dice…”admítelo, tigre, te ha tocado la lotería…”. Qué fácil es contentar a los devotos con perlas como éstas…
Spider-Man 2 se estrenó el 30 de junio de 2004 en los Estados Unidos, y el 14 de julio de ese mismo año en nuestro país. Logró una recaudación de 783 millones de dólares a nivel mundial, y de 88 millones en su primer fin de semana. Es la tercera adaptación de un cómic más taquillera de la historia, superada por El Caballero Oscuro y por la primera película, Spider-Man. En 2006 se estrenó la tercera, un desastre absoluto para quien esto escribe, un desperdicio de medios carente de todas las virtudes de las dos primeras, y cuyo fracaso (más crítico que económico) provocó finalmente el cambio de rumbo que el personaje sufrirá en los cines.
Y en esas estamos. En 2012 veremos al nuevo Spider-Man, con el rostro de Andrew Garfield, con Emma Stone como Gwen Stacy y Marc Webb como director. Y en 3D, para las nuevas generaciones…Yo dudo mucho que superen lo logrado en esta segunda película de Sam Raimi, sin olvidarme de la primera, también notable en casi todo. Pero en Hollywood se te considera por lo último, y la última fue un bochorno, que ha provocado el anunciado reseteo en el que Peter volverá al instituto. Miedo me da.
Este cinéfilo bloguero os desea a todos un feliz 2011, año en el que las noticias sobre el nuevo Spider-Man cinematográfico abundarán, y en el que se estrenará, al fin, en Nueva York, el ambicioso musical sobre el personaje, con un presupuesto de 50 millones de euros…Suerte, tigre…