El trailer de Millennium 2 no deja lugar a dudas sobre la temática de la segunda entrega de esta trilogía que trasladada al cine ha conseguido convertirse en un reclamo de primer orden para muchos espectadores que no habían leído las novelas de Stieg Larsson.
El trailer de Millennium 2 no deja lugar a dudas sobre la temática de la segunda entrega de esta trilogía que trasladada al cine ha conseguido convertirse en un reclamo de primer orden para muchos espectadores que no habían leído las novelas de Stieg Larsson. Pero hay algo en el trailer, con Lisbeth en el fondo de la fosa y la mano saliendo para demostrar que es la misma chica dura de pelar que conocimos en Los hombres que no amaban a las mujeres, que me recuerda a la novia vengativa encarnada por Uma Thurman en Kill Bill y me reafirma en la impresión que me produjo la primera película. Me gustó, me pareció muy buena, y confío en que está segunda entrega puede estar a la misma altura, e incluso podría ser mejor, toda vez que está liberada de la obligada presentación de los personajes principales a que estaba sometida su predecesora. Sin embargo, en lo referido a su utilización de las claves de las novelas de misterio policial, esa fecunda mezcla de tics y tópicos de la novela negra y las novelas-problema estilo Agatha Christie de la que hablé en mi comentario de la película para la revista Acción tanto como en la crítica que colgué en esta misma página web, creo que es nuevamente un puzzle de referencias previas y antecedentes, y sospecho que posiblemente en esa voluntaria reiteración, que no necesariamente homenaje, es donde se encuentra el truco del éxito y la popularidad de esta trilogía de Millennium, tanto en su formato literario como en su formato cinematográfico. Es su capacidad para invocar los fantasmas y ecos mitológicos de la narración policial en un contexto que se mueve más en claves del cine de terror lo que la hace tan atractiva para el público.
Tendré que esperar a que se estrene para confirmar esta sospecha, pero ahí queda dicho.
Miguel Juan Payán