Disparatada adaptación del manga del mismo título a manos de un Miike desatado.
Me temo que muchos espectadores no van a entender o pillar las claves del último disparate dirigido por Takashi Miike que llega a nuestra cartelera. Terra Formars es la historia de un grupo de viajeros espaciales del futuro de la Tierra que son condenados por distintos delitos y como castigo tienen que ir a Marte a terraformar el lugar. De ahí el título. El problema es que dicho planeta está infestado de cucarachas gigantescas de aspecto humanoide, lo que obliga a los astronautas a someterse a un procedimiento que les convierte en una especie de mutantes humanos con características de insectos.
El manga es divertido. El largometraje de Miike tiene también sus momentos entretenidos y como propuesta es una de sus películas más absurdas disparatadas. Pero no es para cualquier tipo de paladar. Empieza como un guiño a los paisajes de Blade Runner. Prosigue como una ciencia ficción space opera de colonización de planeta hostil. Convierte a sus personajes en una mezcla de superhéroes y Power Rangers enloquecidos. Salpica todo eso con vísceras, sangre y violencia. Se mantiene en todo momento en un territorio cercano al anime. Juega bazas del cine de serie B, o incluso de serie Z. Te hace echarte unas risas con las cucarachas… En fín, está en la línea de otras absurdas propuestas de Miike, como Zebraman, Zebraman: ataque a ciudad Zebra, Izo… y se sitúa muy lejos de su cine más clásico y competente, joyas como 13 asesinos o Harakiri. El tema es que con Miike uno nunca sabe por dónde va a salir, dada su inclinación a trabajar siempre sobre la clave de lo sorprendente, lo cual le lleva a territorios que otros directores más sobrios nunca se atreverían a visitar. Y a veces, se le entiende mal en sus objetivos. Terra Formars tiene defectos de ritmo y una precipitada y pobre manera de presentar y desarrollar a sus personajes. Es desde ese punto de vista un Miike flojo, por decirlo de algún modo. Pero no es tan mala como algunos pretenden. Vista como desafío y bofetada al género blockbuster, te saca una especie de risotada salvaje con sus excesos de viñeta descerebrada y sus imágenes de dibujo animado pasado de vueltas, y sin duda es una visión extrema del concepto del superhéroe tal y como lo manejamos en occidente. Vista así, es pura broma. Una gamberrada en toda regla del Miike más gamberro. Y a ratos hace gracia. Por ejemplo en los primeros encuentros con las cucarachas, en el personaje de villano que es una especie de eco extremo del tipo de antagonista que puede uno encontrarse por ejemplo en cualquier episodio de la serie de dibujos animados de Pokemon. Esa clave de provocación gamberras, de risotada extrema, de humor socarrón y disparatado no impide que ciertamente tenga defectos de construcción y de ritmo que no pueden obviarse y en algunos momentos nos hacen pensar en pura chapuza, pero al mismo tiempo es una de las muestras más friquis del cine de su director que sus incondicionales podrán disfrutar como otra de sus ocurrencias más imprevisibles.
Miguel Juan Payán
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