Rachel Weisz levanta con su simple mirada este drama romántico. Una película pequeña, casi diminuta en comparación con lo último en lo que hemos visto a la actriz, El Legado de Bourne, pero que sirve para apreciar por completo el enorme talento de Weisz que viene demostrando desde hace muchos años, en la que es posiblemente su interpretación más completa y profunda hasta la fecha, aunque no sea la mejor película que ha hecho la actriz. Un día llegará en el que ambas cosas se encuentren a la par, y entonces nos encontraremos ante una de esas raras obras maestras que de cuando en cuando caen en nuestras manos. Mientras toca esperar.
Weisz da vida aquí a una mujer casada con un juez mayor que ella, que vive entre el prestigio y la envidia de la clase alta. Por eso nadie entiende que lo abandone todo por un joven piloto de las fuerzas aéreas, un tipo algo irracional y pasional. Pero lo que la gente no comprende es que ella ha descubierto un amor como él, irracional y pasional, un amor que no creía capaz de existir y que cambiará su vida para siempre. La de ella y la de quienes le rodean.
Basada en una obra de teatro de los años cincuenta, lo mejor que se puede decir de la película es la delicia que supone ver a la actriz en pantalla y en cada plano. Cómo levanta la acción ella sola, como convence y enamora, como sufre… en sus primeros 10 minutos, casi una oda al cine mudo, entendemos todas las sensaciones que vive y sufre esa mujer y que la llevan a desear suicidarse, el amor perdido, la pasión desbordante, el fuego, la pérdida… todo en sólo diez minutos mudos. Así que, ¿qué deja para el resto? Pues una suerte de flashbacks que nos muestran cómo esa mujer abandonó a su marido por un irresponsable que nunca la amaría ni le daría seguridad pero que la despertaría en el ámbito sexual. Con un ritmo pausado y a veces exasperante, con un gran trabajo por parte de Tom Hiddleston aunque a veces se le vaya la mano con la sobreactuación (esa puerta del pub, ese museo) y un genial Simon Russell Beale como los dos amantes. Con un muy buen gusto por dejar que la historia fluya y un final soberbio y emotivo, contenido y poderoso…
Pero todo es demasiado teatral. A veces los actores (masculinos) parecen declamar más que actuar, los espacios parecen decorados de un teatro, la historia está narrada desde un punto de vista medio, demasiado teatral… Para eso mejor haber adaptado la obra en los escenarios. Si haces cine es para narrar cine. Y visualmente hablando, no hay mucho donde rascar. Una pena porque la historia y la actriz merecían un poco más que ese ritmo lastimero y ese tono tan teatral. Por lo demás, muy disfrutable para redescubrir a Rachel Weisz, una de las mejores actrices del momento.
Jesús Usero.
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