Buen ejemplo de cine negro que nos transporta a otro tiempo y lugar. No sólo en la trama y la ambientación, sino en la forma de contar la historia, en los personajes ambiguos, en la propia historia que plantea y cómo la plantea. Pese a la violencia y el color, si la película viniese rodada en blanco y negro bien podría ser una obra de la RKO de los años 40 con Robert Mitchum de protagonista. No es que John Cusack se le parezca lo más mínimo, pero imagino que el lector sabe a qué me refiero. La pena es haber tenido que esperar dos años para ver una película que costó un buen dinero, 50 millones de dólares, y que ha permanecido en el olvido todo este tiempo.
Estamos en el Shanghai previo a Pearl Harbor, una ciudad ocupada por los japoneses y alemanes, pero aún libre en parte, a la que un espía americano regresa tratando de encontrar al responsable de la muerte de su amigo. Un camino que le llevará a navegar entre los ocupantes y la resistencia, y a enamorarse de la mujer equivocada. Como en toda película de género negro que se precie. En ese camino transcurre esta historia cuya ambientación destaca con fuerza para sumergirnos en ese Shanghai previo a la guerra, dorado pero con muchos peligros, donde japoneses, alemanes, inteligencia americana y resistencia se repartían las migajas entre cenas de la alta sociedad y asesinatos en masa a pocos kilómetros de distancia.
Es notable el trabajo de ambientación, la música, la producción, la sensación de que visitamos ese Shanghai, pero también lo es un guión que homenajea a los clásicos, lleno de personajes ambiguos a los que no les sienta bien ni el blanco ni el negro, sobre todo los interpretados por Ken Watanabe (insuperable su charla con John Cusack acerca de las mujeres), y Chow Yun Fat, ambos las dos caras de la misma moneda, llenos de sorpresas y magistralmente interpretados. Sin dejar de lado a la siempre brillante Gong Li como la femme fatale de la historia ni a secundarios de lujo como Jeffrey Dean Morgan, Franka Potente o David Morse. Todos componen un panorama de gente que miente o se engaña a sí misma por los motivos más impredecibles. No es que Cusack esté mal, ni mucho menos, pero palidece frente a alguno de los mejores momentos de Watanabe o la mirada siempre compleja de Gong Li.
Todo nos guía poco a poco, voz en off incluida, como mandan los cánones, a un final lleno de violencia y tensión, de esos que dejan buen sabor de boca, ganas de volver a ver la película y la sensación de que hace tiempo que no se ve cine como éste. Lástima algunas lagunas de guión (lo del reportero al que nadie le pregunta qué pinta ahí es… sospechoso, aunque permite a Cusack estar en todos los fregados), pero por lo demás es una cinta de género perfectamente disfrutable. Ojalá hiciesen más como ésta.
Jesús Usero.
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