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sábado, julio 27, 2024
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The Possession, el origen del mal **

The Possession, el origen del mal **

The Possession, el origen del mal, variante de El Exorcista en versión judía, con recursos y desarrollo previsible.

No hay nada nuevo en The Possession, más allá de cambiar los ritos católicos por los judíos en una historia estilo El exorcista que es competente en su forma de contar pero acude a trucos y situaciones muy repetidas como para impresionarnos. Caer en la trampa de las fórmulas es el principal problema de la película, que sin embargo tiene buen ritmo narrativo y resulta moderadamente entretenida, aunque por esa tendencia al tópico le resulte muy difícil impresionarnos.

Su secuencia de apertura explota ya las claves esenciales en las que va a desarrollar un relato que por otra parte incide nuevamente en las claves de descomposición del grupo familiar e inhabilitación de la religión, cualquier religión, como respuesta a los problemas que marcó el cine de terror de los años setenta. Ligeramente actualizada, su fórmula navega entre Terror en Amytiville (Stuart Rosenberg, 1979) y El exorcista (William Friedkin, 1973), inclinándose más hacia esta última. El problema es que la ficción audiovisual, tanto cinematográfica como televisiva, ha planteado notables cambios en el género de terror y su tratamiento que unidos a los cambios de gustos y percepción del miedo dejan la fórmula aplicada a The Possession un tanto obsoleta. Basta reparar por ejemplo en el papel protagonista, Jeffrey Dean Morgan, que fuera el padre de los hermanos Winchester, cazadores de demonios y otros terrores en la serie Sobrenatural. Pues bien, se hace difícil ver The Possession sin que en los momentos más tópicos no te den ganas de dejar que el friqui que llevas dentro le grite al buen hombre desde la fila de butacas que les haga un llama-cuelga a Dean y Sam Winchester para que le solucionen este problema de infestación de niña por demonio hebreo, que total todo quedaría en familia. Eso justo antes de caer en que este actor también interpretó a El Comediante de los Watchmen y en aquella otra personalidad de ficción seguramente el demonio de esta película no le duraría ni dos tortas.

Y esa necesidad de contarte a ti mismo la broma friqui y añadirla por tu cuenta y riesgo a la película no es sino la materialización de esa necesidad de encontrar algo distinto y novedoso a lo que agarrarse para salir del círculo de reiteraciones de momentos, situaciones y personajes ya abordados en muchas otras producciones de terror desde los años setenta de que hace gala The Possession (otros ejemplos de tópicos: el final del “exorcista” en esta película, esa especie de “sorpresa” utilizada en numerosas ocasiones como salida para otros personajes en ficciones del cine y la televisión, o el empeño en generar el susto desde el sonido más que desde la imagen).

La repetición y el tópico se convierte así en el peor enemigo de esta película que no obstante cuenta con un buen trabajo tanto de Jeffrey Dean Morgan como de Kyra Sedgwick, la protagonista de la serie The Closer, en un reparto donde, como suele ocurrir, el papel estrella es para la poseída infantil, una esforzada y muy competente Natasha Calis.

La mejor propuesta en lo referido a generar inquietud es la idea de la mano saliendo por la garganta, una buena idea visual sobradamente explotada en la promoción de la cinta.

Miguel Juan Payán

 

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