The East, una buena propuesta de intriga en principio malograda por cierta complacencia hacia el final.
Arranca con una idea inicial interesante y en su primera mitad, respaldada por un buen trabajo de sus actores, funciona a caballo entre la típica intriga de infiltrado, el tonillo sectario y la perspectiva de que se produzcan atentados de terrorismo ecológico capaces de meternos todavía más en la historia, pero finalmente ocurre lo contrario, y lo que consigue es sacarnos de la trama porque, de repente, se pone totalmente tópica, mete con calzador una trama romántica que no viene al caso y además es puro esquema de Barbie-pija-intrépida que funde lo más interesante del largometraje llevándonos hasta un planteamiento argumental final que podría resumirse con el título Alicia en el país de los perroflautas.
Es una pena porque como digo en su primera parte promete algo mucho más sólido y cuenta con una estructura que le permitía construir algo similar a un relato en clave de cine independiente, que bien podría haber alcanzado el interesante nivel de, por poner un ejemplo cercano, Martha, Marcia, May, Marlene (Sean Durkin, 2011), mezclado con propuestas de corte más comercial y de estudio pero igualmente recomendables como Una extraña entre nosotros (Sidney Lumet, 1992) o El sendero de la traición (Costa-Gavras, 1988). En lugar de eso, en manos de un director excesivamente autocomplaciente (como demuestra esa obvia alusión visual repetida de los caballos trotando por el campo ante los ojos de la protagonista, pura postal, pura postura, puro paisajismo que traiciona el carácter obvio de la propuesta), diluye las cosas más interesantes de su arranque, dilapida personajes como el de Ellen Page, cuya salida del relato anuncia la caída del mismo en lo más tópico de su tramo final y acaba con las expectativas sembradas en principio, o el de Alexander Skarsgard, actor que no está teniendo mucha suerte en sus trabajos para el cine pero que suele estar y brillar muy por encima de los personajes tópicos que le suelen enchufar al pobre, quizá porque algunos productores y directores, algo miopes, toman como referencia de sus posibilidades el papel que interpreta en la serie True Blood, en lugar de repasarse y tomar buena nota de su excelente trabajo en la miniserie Generation Kill. Skarsgard merece mejores cosas que el prescindible remake de Perros de paja o The East. Lo mismo podría decirse en este caso de la protagonista de esta intriga, Brit Marling, que está muy por encima del argumento y las limitaciones que le impone a su personaje un guión inclinado hacia el tópico buenrrolista y bienpensante. Marling es, junto con Skarsgard y Page, lo que me lleva a ponerle tres estrellas a este largometraje que sin contar con su excelente trabajo, capaz de luchar contra le cuadriculado mensaje catequizador dispersado por el director en todo su trabajo, no pasaría de dos estrellas.
El trabajo de los actores aporta a esta película lo que no le aporta su domesticado, previsible y fundamentalmente fariseo y falso argumento, que se retrata hacia el final con ese desenlace tan burgués y tan adocenado, tan de postal. La traición viene del director y los guionistas, no del trabajo de los actores. Lo paradójico es que Brit Marling, la protagonista, también ha participado en el guión junto al director….
Miguel Juan Payán
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