Me temo que a Peter Jackson se le ha estropeado ligeramente la brújula a la hora de llevar a la pantalla la novela Desde mi cielo. Aunque reconozco algunas virtudes a su Lovely Bones, no puedo sino rendirme a la evidencia de que, contra todo pronóstico, ha patinado como director en este nuevo proyecto.
Ignoro si ha sido por la proximidad de Steven Spielberg como productor –aunque aviso que la sombra del “estilo Spielberg” se manifiesta en todo el planteamiento de la película-, o porque el director de El señor de los anillos necesita unas vacaciones urgentes y un descanso lejos de sus dos más inmediatas colaboradoras, las guionistas Fran Walsh y Philippa Boyens, claro que como la primera es su señora esposa lo mismo lo va a tener un poco crudo para tomar distancia y dejar que corra un poquito el aire en lo profesional. En todo caso, me parece obvio que si el hombre que dirigió películas como Mal gusto, El delirante mundo de los Feebles y Tu madre se ha comido a mi perro, y hasta consiguió que nos comiéramos con gusto la extraña fantasía de Criaturas celestiales con cierta solvencia ha patinado al recrear este melodrama con espíritu de bestseller que es Desde mi cielo, es que necesita un descanso y está pidiendo a gritos que le dejen filmar una gamberrada de la magnitud y el descaro de los tres primeros títulos citados.
Digo esto porque, evidentemente, Jackson no es mal director, aunque se le ha sobrevalorado en exceso, en parte por el indudable logro de producción que constituyó poner en pie la saga de El señor de los anillos, a la que le sigo encontrando faltas y fallos que espero no me pongan en la lista negra de los hobbits y me lleven a ser perseguidos por admiradores de la obra de Tolkien disfrazados de orcos con malas pulgas. Sería una lástima, porque yo también soy un rendido admirador de la obra de Tolkien y precisamente por ello no estoy del todo convencido con la adaptación de Jackson de El señor de los anillos (si bien me froto las manos esperando lo que puede llegar a hacer Guillermo Del Toro adaptando El Hobbit).
De manera que si Jackson no es mal director, creo que podría haber aportado a Lovely Bones esa capacidad para mirar lo obvio con otros ojos que adorna los mejores momentos de sus películas, junto con esa habilidad para torear el tópico y la fórmula con elegancia de la que hizo gala, por ejemplo, en la divertida Agárrame esos fantasmas.
Muy al contrario, el tópico y la fórmula se convierten en su peor enemigo en Lovely Bones, donde además en la parte fantástica del relato, el cielo propiamente dicho, nos encontramos con un paisaje de ensueño psicodélico más propio de un anuncio de compresas con alas que de la mente de un tipo que ha recreado para la pantalla grande toda la Tierra Media de Tolkien y la Isla de la Calavera de la última versión de King Kong, además del universo fantástico de sus criaturas celestiales.
¿Le han domesticado en Hollywood? ¿Le ha estropeado el éxito y los Oscar? Dan ganas de preguntarle: ¿Tú quién eres? ¿Qué has hecho con el verdadero Peter Jackson?
No obstante la película tiene ráfagas de interés que nos hacen pensar que el auténtico Jackson sigue por ahí, en algún sitio. Me refiero por ejemplo a esa escena de interrogatorio que parece salida de un descarte de la mágica y mítica El increíble hombre menguante, en la que el detective interroga al detenido ambos acechándose en un juego de caza donde los dos son depredadores y que gira en torno a una de las casas de muñecas construidas por el psicópata, o la escena en el campo en que la niña cae en la trampa, o la parte del cielo en la que la niña entra en la casa de su asesino y le encuentra en la bañera…
En todo ello, junto con la interpretación de Saoirse Ronan y Stanley Tucci, encontramos lo mejor de la película.
El resto es lo peor, lo más obvio. Para empezar, el drama de la pérdida no funciona, o mejor dicho, funciona en una clave de melodrama televisivo con mucho histrionismo y poca fuerza emotiva. Y si alguien quiere saber a qué me refiero le propongo una comparación no por odiosa, como todas las comparaciones, menos efectiva: que se vaya a ver Al límite y compare sus escenas de pérdida con ésta.
Entenderá que no hay color.
Por otra parte, el personaje del policía está desaprovechado, como el tema de la fuga de la madre, que no queda muy claro (quedaba más claro en la novela), y en cuanto a la contribución de Susan Sarandon es simplemente un desperdicio del talento de la actriz, porque Jackson parece haber decidido dejarla a su aire, y la mujer anda como cabra loca triscando por el relato sin conseguir prestarle la solidez que podría haberle proporcionado si la atan más en corto.
Dicho todo lo anterior, reconozco que toda la parte de la historia del asesino mejora el tramo final de la película y tiene un tratamiento interesante como alternativa a dicho género. Consiguió hacerme más interesante el asunto por la vía de la intriga, aunque la resolución del mismo sea bastante pobre, casi un anticlímax, y no me refiero a finales felices o infelices o a venganzas, sino simplemente a lograr algo parecido a lo que lograba, por poner un ejemplo cercano en su tema, Zodiac.
Pero la peripecia de la niña me pareció falta de nervio, inesperadamente poco emotiva y francamente tópica en lo referido al universo imaginario, con referentes tan simplones como los barcos en botellas gigantes estrellándose contra los arrecifes.
Miguel Juan Payán