Hay un subgénero, por llamarlo de algún modo, de cine norteamericano que aquí no llegamos a entender, quizá porque no se nos explica, pero que tiene mucha importancia en la industria yankee una vez al año. Sí, es curioso que sea sólo una vez al año cuando realmente se pone en pie y pide su lugar en la taquilla, pero es cierto que es así. Además que es un subgénero que abarca muchos géneros, desde el drama romántico a la comedia, el suspense o el terror. Se trata de las películas estrenadas el fin de semana de la Superbowl.
Ese fin de semana el público mayoritario de los cines es femenino y joven, porque el masculino se encuentra en casa viendo fútbol americano hasta hartarse e, imagino, bebiendo cerveza. Ellas son las que pueblan las salas que, normalmente, se resienten ante la falta de todo tipo de espectadores y pegan un bajón considerable, pero dan lugar a pequeños éxitos y permiten que ciertas películas asomen la cabeza cuando de otro modo no encontrarían su lugar. Es cine para público femenino, sin demasiado presupuesto ni unas expectativas espectaculares. El pasado 2010 Querido John aprovechaba este hueco para alzarse con el número uno de taquilla y quitárselo a Avatar. Este año ha sido el momento de The Roommate. El año pasado un drama, este año una de suspense. Pero el arco principal, el motivo para hacer y lanzar la película es ése. Cubrir el fin de semana de la Superbowl.
Como suele pasar en febrero, que es cuando se estrenó allí, tampoco es que sea una película como para ganar 5 Oscars. Muchas veces este mes se emplea para estrenar lo que nadie sabe cómo, cuándo o por qué hacerlo. Lo que no tiene cabida en meses de más actividad cinematográfica. Lo que las distribuidoras muchas veces no saben qué hacer con ello. A veces hay sorpresas, pero la mayor parte del tiempo la taquilla responde con frialdad. Hasta con indiferencia. A The Roommate no le ha ido demasiado mal, porque costando apenas 16 millones lleva ya más de 35 sólo allí.
Trailer:
{youtube}eZ3QdSAI23E{/youtube}
Lo curioso es que la película sea una pasarela de rostros de la cadena the CW que pasean uno detrás de otro por la pantalla luciendo palmito. No sólo en personajes importantes, sino también en meros cameos o apariciones especiales, secundarios y hasta una de las protagonistas. Leighton Meester, la mala de la película es una de las protas de Gossip Girl. Aly Michalka, la de Hellcats. Daneel Harris de One Tree Hill durante bastante tiempo. Incluso Nina Dobrev (Crónicas Vampíricas) y Matt Latner (90210), hacen sendos cameos en la película. Hasta Cam Gigandet empezó a hacerse popular en una serie producida por Warner Bros., The OC. Casi sorprende la presencia de Minka Kelly como protagonista de la película, al venir de Friday Night Lights.
Pero se entiende que este arrebato de promoción que sufre la película está motivado por un intento de atraer a los espectadores de TV al cine, y teniendo en cuenta que la cadena CW tiene un alto porcentaje de espectadores femeninos, la presencia de tanta estrella televisiva es más que normal. Hasta inteligente. Porque el resto de la película… eso es otro cantar.
No es que no haya nada original en The Roommate. Es otra vuelta de tuerca al tema de Mujer Blanca Soltera Busca… Es la historia de siempre con una chica que se obsesiona por su compañera hasta empezar a hacer la situación muy incómoda e incluso violenta. No se trata sólo de falta de originalidad, se trata de falta de un mínimo de suspense para hacer interesante la historia. Se trata de una aparente falta de ganas y de colocar la cámara en cualquier parte y montar la película de la forma más rápida posible. En menos de 90 minutos de metraje no existe ningún momento realmente inquietante, y hasta la escena de la ducha, homenaje a Psicosis cómo no, resulta de lo más aséptica y fría. Sin chicha de ninguna clase, aunque su resolución sí tenga cierta… mala baba.
Con un desarrollo tan plano es complicado que el espectador se preocupe o interese por la vida de los personajes, aunque tampoco hay mucho que tener, pues nuestra acosadora, Leighton Meester, es un tanto light y sólo tiene un momento de auténtica violencia homicida. Pero nadie explica cómo o por qué ha llegado a esa situación. Nadie cuenta o deja entrever por qué la chica dejó la medicación… Nadie explica nada y a nadie le interesa. El director y el guión parecen más interesados en desarrollar la historia de amor entre Gigandet y Kelly que en crear un mínimo de atmósfera o producir algo de inquietud. Y así es muy difícil enganchar a quien paga la entrada.
Hay algún momento suelto (el encuentro con Nina Dobrev, la escena con el gatito en el cuarto de lavadoras…) que animan un pelín la función, pero son pocas, escasas, y los jóvenes actores de la película no pueden o saben levantarla para hacerla más atractiva. Y eso que las dos protagonistas han demostrado en sus respectivas series que actuar saben. Y bien, por cierto. Pero sólo Meester parece interesada en dar algo de vida a su personaje en su locura y es ella y su mirada la que permite que uno se sienta incómodo en algunos momentos de la película. Poco más.
El resto es un devenir gris de situaciones más que previsibles, caras bonitas luciendo palmito y modelos de ropa, que para algo la protagonista quiere ser diseñadora. No hay nada tras el biombo y hay momentos en los que da bastante rabia, como la visita a la familia de la loca, que se intuye podía haber dado mucho más de sí si se hubiesen centrado en el miedo de unos padres a su propia hija. Todo es gris en The Roommate y para ver a estos chicos de la tele, casi mejor en sus respectivas series. Dura 90 minutos y se olvida en cinco.
Jesús Usero
