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sábado, abril 20, 2024
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Tierra prometida ****

Tierra prometida ****


Tierra prometida buen guión y buen reparto para defender un trabajo de Gus Van Sant muy cercano a El indomable Will Hunting.

En 1980 Michael Cimino demolió la mitología del western y la leyendas del lejano oeste norteamericano mostrando el lado más amargo de las guerras ganaderas en Wyoming en 1890 con La puerta del cielo. No he podido evitar pensar en esa película al ver Tierra prometida, que se aplica por su parte a dibujar la demolición de la mitología rural estadounidense planteando la incapacidad para sobrevivir de las pequeñas comunidades rurales, obligadas a entregarse a las grandes compañías del gas corriendo el riesgo de perderlo todo. Obviamente las películas son muy distintas tanto en su planteamiento argumental como en el tratamiento del asunto que abordan, pero en el fondo tienen en común lo más esencial, que es esa idea de demoler la mitología “made in USA” que durante tantos años nos ha estado transmitiendo el cine, sin por ello renunciar a ese patriotismo orgulloso y un punto etnocentrista tan habitual incluso en las películas estadounidenses que tocan asuntos polémicos o juegan la carta de la denuncia, como Norma Rae, El síndrome de China, Silkwood…

La otra película que me ha recordado mucho este trabajo es El indomable Will Hunting, dirigida por Gus Van Sant con un guión escrito por Matt Damon y Ben Affleck. Tierra prometida comparte con aquella tanto el mismo director, Gus Van Sant, como el mismo protagonista, y en esta ocasión Damon es también autor del guión junto a otro de los miembros del reparto, John Krasinski.

Y es un buen guión que sale reforzado con el trabajo de un buen reparto en el que hay que destacar la buena química entre Frances McDormand y Matt Damon y una cierta intriga construida con un ritmo muy similar al de El indomable Will Hunting.

En cuanto a su argumento, Tierra prometida es una película sobre escrúpulos y conciencia en la que ayuda mucho contar como protagonista con un actor como Matt Damon, icono del típico “buen chico made in USA”, que encaja además perfectamente con los planteamientos visuales aplicados por el director, como demuestra la secuencia de la cena en la casa del profesor, donde consigue que entendamos el momento emocional y psicológico en el que se encuentra el protagonista: en una encrucijada, totalmente perdido entre los otros. Esa secuencia culmina además con un monólogo que le dedica el personaje del viejo profesor interpretado por Hal Holbrook al protagonista que ayuda a situar perfectamente el verdadero tema de toda la trama: “Eres un buen hombre, Steve, tienes la mayor parte de las cualidades que necesitamos en este momento, sólo desearía que no estuvieras haciendo esto”.

De ahí la insistencia del personaje de Damon en repetir varias veces: “Yo no soy un mal tipo”, cada vez que duda de su trabajo y de la situación de dudosa moral a la que le conduce.

Esa es la clave del personaje, un buen hombre haciendo algo malo o moralmente cuestionable. Esa es la explicación del personaje de Damon y también el tema central de la película.

El viejo es más que la voz de la experiencia frente a los jóvenes ambiciosos. Es la voz de la conciencia que le recuerda al protagonista cuál es la verdadera guerra en la que está luchando: “No tenemos nada que vender, y no podemos darnos el lujo de comprar nada (…) Tengo la suerte de tener la edad suficiente para tener una oportunidad de morir con dignidad”.

La película es así una reflexión necesaria sobre cómo se hacen las cosas en este mundo de grandes corporaciones con enorme poder económico, una sociedad donde como bien estamos sufriendo en estos tiempos de crisis, todo gira en torno al dinero. Y tiene por ello dos personajes aparentemente secundarios que sin embargo representan de algún modo la conciencia del protagonista, hasta el punto de que son su reflejo en dos etapas diferentes de la vida. El anciano representa la forma de ver las cosas desde la experiencia. La niña que vende limonada representa la inocencia de la infancia, antes de que el individuo se deje engañar y corromper para conseguir el éxito profesional. Por eso la niña insiste en darle las vueltas de la limonada, diciendo: “El letrero dice que sólo cuesta 25 centavos, así que sólo cuesta 25 centavos”. El dinero no es más importante de lo que debe ser. Es un mensaje que lamentablemente llega ya demasiado tarde para casi todos nosotros, y quizá por eso puede parecernos ingenuo, cuando simplemente es la constatación de una realidad bastante sencilla. Lo bueno es que la película refleje también nuestro cinismo nihilista como público en ese personaje tan bien construido desde la sencillez, la compañera del protagonista interpretada por Frances McDormand, que repite: “Sólo es un trabajo”. Y está también muy bien que ese personaje del ecologista interpretado por John Krasinski sea, para bien y para mal, una especie de desdoblamiento del personaje de Matt Damon, aquello en lo que se puede llegar a convertir. La revelación de quién es realmente esa especie de antagonista es la pieza que completa el puzle de denuncia de la película.

En la parte negativa, es una pena que con el discurso final de Matt Damon el día de la votación y en los últimos cinco minutos de película caigan en la trampa de echarnos un sermón un tanto tópico sobre los valores, demasiado obvio para un guión que hasta ese momento era bastante sobrio y sólido. Afortunadamente Gus Van Sant reduce al máximo el toque melodramático en ese momento, aunque no pueda evitar que se le vaya la pinza metiendo la musiquilla country al final, que es un topicazo y además descubre el juego, también muy obvio, de marcar el destino de los dos vendedores con sus encuentros de tipo sentimental con un par de lugareños, una aceptable pero estereotípica concesión a la galería que acercan aún más ese tramo final del relato al sermón. En eso sigue la misma pauta que en su momento tuviera la igualmente interesante pero finalmente más tópica El indomable Will Hunting.

Miguel Juan Payán

Opiniones del público a cargo de nuestro redactor Víctor Blanco.

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