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viernes, abril 21, 2023
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Crítica Tres anuncios en las afueras ★★★★★

Tres anuncios en las afueras es muy buena. Un western contado con pulso firme y a contrapelo del género.

Gratísima sorpresa en la cartelera de películas “adultas” que están llegando a los cines españoles en este comienzo de año.

Perfecta pareja de baile con títulos como Lady Bird, El hilo invisible, El instante más oscuro, Yo Tonya, que están elevando el nivel del cine de calidad en estos primeros meses de exhibición en España y compiten claramente por ser las premiadas en las distintas categorías de Globos de Oro, Oscar y el resto de galardones que se conceden en esta primera etapa de 2018. Afortunadamente para el espectador, esta edición de premios va a ser muy competida en el mundo anglosajón porque acuden a la misma pesos pesados, pero me cuesta mucho no rellenar mi quiniela de los Oscar sin contar con Tres anuncios en las afueras como una campeona difícil de discutir, porque lo tiene todo. También tiene muchas papeletas para ser la contendiente favorita para el premio a mejor actriz su protagonista, una sublime Frances McDormand que construye una antiheroína de tal magnitud que en todo momento parece salir de la pantalla. Otro tanto le ocurre al resto del reparto de la película, principalmente porque tienen un papel brillantemente escrito en guión para poder lucirse a placer haciendo auténtica magia en la construcción de sus personajes. Igualmente me resulta difícil no pensar en Sam Rockwell como nominado a los premios de mejor actor de reparto, aunque esto de los actores de reparto está complicado en esta película, porque está tan bien equilibrado el relato en una estrategia de contrapesos establecida para que cada personaje pueda tener su protagonismo que es difícil no pensar en Rockwell con el mismo peso de protagonismo que por ejemplo Woody Harrelson.

La película es fácilmente etiquetable como un western moderno, mezclada con algunos elementos que me han recordado la literatura policíaca nórdica, tanto en personajes como en su trabajo con el paisaje como elemento que los define, con algunos elementos que me han recordado Spoor, el rastro, de la que hice crítica hace unos meses en esta misma página web. Sin embargo eso sería lo fácil. Es como decir que también me ha traído a la memoria, sobre todo por los personajes de Harrelson y Rockwell una película de Arthur Penn que aprovecho para recomendar a los lectores, La jauría humana, aunque en otros momentos también me traiga a la memoria ecos de En el calor de la noche. Como ven, transmite muy buenas vibraciones porque todas las películas citadas son auténticos clásicos en lo suyo.

Pero esa alusión a otros títulos es ejercicio de crítico para orientar al espectador cinéfilo. En realidad, además de sus actores, lo que hay que destacar de este largometraje es su capacidad para mantenerse fiel a una propuesta nada fácil, porque consiste esencialmente en no darle al espectador lo que espera de una fórmula de este tipo. Es así como consigue ser una de las películas más frescas, sorprendentes, vivas y brillantes que he visto en los últimos años. Auténtico ejercicio de poder narrativo desde su primer fotograma. Y siempre sin apartarse ni un centímetro de la hoja de ruta que se ha trazado desde un principio. Nos sorprende porque no nos da lo que esperamos, y porque en todo momento, en cada giro de su historia, nos da algo mucho mejor que lo que hemos visto habitualmente y lo que nosotros mismos imaginábamos que podría suceder a continuación. En eso no cabe duda que triunfa como suspense, porque no hay manera de pillarle las vueltas y siempre nos pilla ella a nosotros desprevenidos ante lo que pasará a continuación.

No voy a hacer spoiler, pero sí marco el camino para que cuando la vean puedan juzgar por ustedes mismos a qué me refiero. La protagonista pasa en la empatía del espectador a ser a ratos antiheroína y en otros momentos casi antagonista. Nos hace dudar como a los propios vecinos de su pueblo de ficción, que la juzgan con compasión y en otros momentos con exigente severidad según se van desarrollando los acontecimientos y vamos conociendo mejor al sheriff interpretado por Woody Harrelson, al que el guión reserva sabiamente un lugar para explicarse como personaje y sobrados motivos para que se gane nuestra simpatía. Tanto se la gana que cuando llega la resolución de ese personaje nos deja sorprendidos y con la boca abierta como pocas veces consigue dejarnos el cine.

Otro tanto ocurre con el personaje de Rockwell, al que juzgamos de distinta forma a medida que lo vamos conociendo mejor.

En su conjunto esa duda del espectador ante los personajes es arte de guión para construir una historia que nunca tira por el camino fácil y siempre propone resoluciones maduras para lo que en una clave de género más pegada a la fórmula sería simplón y previsible. Por el contrario, su propuesta se convierte en una reflexión sobre el perdón y la compasión, sobre la superación de la pérdida y sobre la responsabilidad de nuestros actos. Eso sí, sin caer en las respuestas sencillas, porque no son respuestas sencillas las que nos ofrece la propia vida. En un cine cada vez más propenso a zambullirse en lo infantil y lo inmaduro, la madurez de que hace gala esta película es una llamada de atención que nos hace seguir creyendo en el cine para adultos que respeta a su público.

Y, ojo, eso lo hace además combinando en una química genial la clave de tragicomedia, alternando casi sin pausa momentos de cínico sarcasmo con puntos de dolor y tragedia sin hacer melodrama ni exageración morbosa.

Hay varios momentos terribles, como la discusión madre e hija, con ese final abrupto y desolador toda vez que sabemos lo que va a ocurrir, o el interrogatorio interrumpido abruptamente a que es sometida la protagonista por el sheriff, en todos los cuales comienza con una pincelada de humor cínico sostenido por sus trepidantes diálogos y progresa hacia un desenlace tan cortante e hiriente como el filo de un cuchillo.

Brillante es el adjetivo que mejor le cuadra a este largometraje. Un auténtico goce para el aficionado al buen cine.

Yo si fuera ustedes no me la perdería.

Miguel Juan Payán

 

 

 

©accioncine


 

 

 

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Miguel Juan Payán
Profesor de Historia del cine, Géneros cinematográficos y Literatura dramática

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