Se nos va este 2009, un año que yo recordaré como uno de los mejores de los últimos tiempos, cinematográficamente hablando. El año en el que la crisis económica se apoderó de titulares e información general, tuvo suficientes motivos de evasión en los cines, a los que no dejaron de llegar películas excelentes. Y es que los problemas de la vida cotidiana no se resuelven con películas, pero yo al menos estoy convencido de que algo ayudan…En este artículo intentaré despedir este 2009 como se merece, recordando los momentos más importantes que yo, como espectador, he vivido en las salas de cine. Y es que, echando la vista atrás, me cuesta recordar un año en el que tan buen cine haya llegado a nuestras salas. 2010 nos traerá las nuevas películas de maestros como Martin Scorsese, Tim Burton, Peter Jackson o Ridley Scott, así que asistiremos expectantes a la llegada de esta nueva década cinematográfica. De momento, recapitulemos lo que el año saliente nos ha dejado:
Enero nos trajo una nueva película del plagiador oficial de Tarantino, ese Guy Ritchie que pronto estrenará su Sherlock Holmes.Rocknrolla fue una película desigual, lastrada por los defectos típicos del ex de Madonnna, mucho mejor que aquello de Barridos por la Marea pero a años luz de Snatch, sin duda su mejor película. Vimos también una interesante película de Edward Zwick, Resistencia, con Daniel Craig; una horrenda película de terror firmada por el guionista de los Batman de Nolan, David S. Goyer, titulada La Semilla del Mal; un infructuoso intento de Will Smith por ser nominado al Óscar con Siete Almas; una nueva y floja entrega de la saga Transporter y una estupenda película de un gran director:
Sam Mendes nos ofreció otro brillante ejercicio de cine redondo, algo inferior a sus anteriores y estupendas American Beauty, Camino a la Perdición o Jarhead, pero magníficamente escrita por Justin Haythe e interpretada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Una bofetada al sueño americano que quizás mereció mejor consideración.
En enero vimos, además, la mejor obra del irregular Gus Van Sant, quien regaló al gran Sean Penn uno de los papeles de su vida en Mi Nombre es Harvey Milk, por la que el actor fur premiado con el Óscar.
Febrero fue un mes apasionante para quienes frecuentamos las salas de cine. Fue el mes en el que se estrenaron seis de las mejores películas del año, y, para quien esto escribe, de la década. La primera en llegar fue una esperada película que colmó las expectativas de los amantes del cine del gran Bryan Singer. Valkiria demostró que poco importa que se conozca el final de una historia si se cuenta con un guionista capaz de atraparte en la butaca. Y es que el libreto de Christopher McQuarrie resultó ser magnífico.
Poco después nos llegó El Lector, con la que Kate Winslet logró la merecida estatuílla que había rozado en sus anteriores cinco nominaciones. La película de Stephen Daldry fue una amarga y profunda reflexión sobre la culpa, la conciencia individual y colectiva, y sobre si las responsabilidades personales están o no por encima de las colectivas.
Al poco tiempo y casi simultáneamente nos llegaron otras dos películas estupendas, acaparadoras de premios y nominaciones. Danny Boyle y David Fincher nos regalaron sus mejores películas, muy distintas entre si, pero con una palabra clave en ambas: el destino, que hace que a un humilde chico de la India le pregunten sobre su propia vida en un exitoso programa televisivo y que a un curioso hombre le correspondan en su amor a pesar de que las agujas de su reloj biológico se mueven en sentido contrario. Realmente, sólo por Slumdog Millionarie y El Curioso Caso de Benjamin Button ya mereció la pena este 2009.
El Luchador supuso la vuelta definitiva de Mickey Rourke al primer plano cinematográfico, que ya había tanteado con la estupenda Sin City unos años antes. La película de Darren Aronofsky resultó ser una conmovedora reflexión sobre la nostalgia del mejor pasado, en el que el luchador pateaba a sus rivales y tenía el reconocimiento de todos. En contraposición, el director nos muestra el amargo presente de un personaje cuyos pasos vemos siempre con una cámara acertadamente situada en su espalda, metáfora de lo que fue y no volverá. Y pudimos disfrutar además del gran trabajo de la recuperada Marisa Tomei.
Ron Howard estrenó entre nosotros en febrero su mejor película. El Desafío, Frost Contra Nixon fue una soberbia aproximación a la entrevista que el sagaz periodista David Frost realizó al ex-presidente Nixon, en la que éste reconoció ante una audiencia millonaria su implicación en el caso Watergate. Cine con mayúsculas inhabitual en un cineasta más acostumbrado a historias convencionales.
Fue además el mes en el que disfrutamos con otra gran película del año, la modesta producción de John Patrick Shanley La Duda, en la que Philip Seymour Hoffman y Meryl Streep daban otro recital de interpretación, y también asistimos al desafortunado regreso de uno de mis directores españoles favoritos: Manuel Gutiérrez Aragón, quien abandonó la comedia en la irregular El Juego del Ahorcado.
Marzo fue pródigo en cine de género no especialmente recordable. El remake de Viernes 13 fue más de lo mismo, Push una horrible historia sobre superhéroes anónimos, The Code una olvidable peli de ladrones con Antonio Banderas y nos llegó además la aburrida tercera entrega de la saga Underworld. Pero, si hablamos de cine de género, uno de los acontecimientos del año, y de la década, fue, sin duda, Watchmen.
Zack Snyder se atrevió a adaptar el cómic de Alan Moore, tras una enorme disputa por los derechos entre las majors Fox y Warner. El resultado provocó bastante indiferencia, aunque yo creo que no era posible hacerlo mejor. Y espero que el tiempo haga justicia a una obra espléndida y respetuosa con el impresionante original que adaptaba. Y poco más tarde, volvieron dos de los grandes:
Eastwood y Almodóvar no se superaron, pero ofrecieron inequívocas muestras de talento. Gran Torino supuso la vuelta del maestro a esos personajes detestables y entrañables a partes iguales, en la mejor tradición de Harry El Sucio. Los Abrazos Rotos resultó ser tan desigual como interesante, y nos dejó alguna escena memorable, como la lectura de labios de Penélope Cruz frente a un sorprendido José Luís Gómez. Y no quiero olvidarme de una película que pasó injustamente desapercibida: Traidor, de Jeffrey Nachmanoff, con un enorme Don Cheadle en una trama sobre terrorismo internacional.
En abril contemplanos el histórico éxito de uno de los mayores bodrios producidos por nuestra industria en los últimos tiempos. Mentiras y Gordas fue una sesgada visión de nuestra juventud, que aprovechó el innegable tirón de las jóvenes estrellas televisivas para romper la taquilla, algo de lo que yo, por otra parte, siempre me alegraré. Pero ojalá que el éxito de nuestro cine viniese de la mano de productos más presentables que éste. Tuvimos una nueva entrega de la agotada saga de Fast and Furious, la disneyniana La Montaña Embrujada y la interesante The International, con Clive Owen luchando contra la corrupción bancaria. Y la más recordable del mes quizás fue la irregular Señales del Futuro, en la que Nicolas Cage trataba de evitar el fin del mundo.
Mayo es, como bien es sabido, el mes que da inicio a la época estival de blockbusters cinematográficos, y en 2009 tuvimos tres, de enorme magnitud. Hugh Jackman vino hasta nuestro país para presentar X-Men, Orígenes: Lobezno, la correcta peli que nos contaba el origen del popular mutante de Marvel. Tom Hanks volvió a peinarse de forma rara para dar vida a Robert Langdon en la entretenida Ángeles y Demonios, pero lo mejor vino de la mano del televisivo J.J. Abrams y su reseteo de la saga Star Trek
Los pijamas espaciales y las orejas puntiagudas volvieron a adquirir protagonismo, gracias a una película espectacular en la que, como no podía ser de otra manera, Leonard Nimoy tuvo su participación estelar. Además, Ben Stiller volvió a vivir una loca Noche en el Museo y Zac Efron las volvió locas en 17 Otra Vez. Y yo quiero recordar dos películas pequeñas, pero cuyo reparto contribuyó decisivamente a que a mi me gustasen mucho: Emilio Gutiérrez Caba y Tristán Ulloa hicieron de Un Buen Hombre un correcto thriller, y Dustin Hoffmann y Emma Thompson convirtieron Nunca Es Tarde Para Enamorarse en una entrañable historia de amor.
Junio nos trajó más taquillazos. La segunda entrega de Transformers no resultó ser mucho mejor que la primera, aunque la taquilla volvió a respaldarla. Y tras una larga espera, volvimos a contemplar la guerra entre máquinas y humanos en Terminator Salvation, que a mis compañeros bloggueros Miguel Juán Payán y Jesús Usero gustó mucho, y a mi algo menos.
Fue también el mes de una horrorosa película de miedo, Presencias Extrañas, de otra comedia del clan Apatow, Te quiero, Tío, y de una cinta al servicio y lucimiento de Beyoncé, Obsesionada. Y además tuvimos al anteriormente rompedor Kevin Smith con ¿Hacemos Una Porno?, que terminó siendo más almibarada de lo deseado.
En julio tuvimos dos remakes desiguales, aunque interesantes. El competente Peter Hyams estrenó Más Allá de la Duda, remake de una película del mismo título de Fritz Lang, con un solvente Michael Douglas como protagonista de un thriller que se desinflaba con un absurdo e inesperado final. Y Denzel Washington y John Travolta mantuvieron un decepcionante duelo en Asalto al Tren Pelham 1,2,3, remake de una película setentera de Joseph Sargent. Pero además nos llegó otro de los platos fuertes del año:
Up fue una maravilla animada que confirmó a Pixar como la compañía de referencia en el cine de dibujos. Una historia entrañable protagonizada por ese Carl Fredricksen qe ya figura en mi memoria como uno de mis personajes cinematográficos favoritos de siempre. Guiños cinéfilos y aventuras para una película sublime.
En agosto tuvimos de todo. Otro blockbuster basado en juguetes de Hasbro: G.I. Joe; una divertida comedia que resultó ser una agradable sorpresa: Resacón en Las Vegas; una esperada y decepcionante película del talentoso Michael Mann: Enemigos Públicos y una floja peli de la nueva estrella de las artes marciales, Tony Jaa, en ONG Bak 2. Pero lo mejor del mes fue la vuelta del gran Sam Raimi al cine de terror modesto pero efectivo.
Arrástrame al Infierno no destacó por su guión, otra vuelta de tuerca a las recurrentes historias asiáticas de terror, pero a cambio nos dejó un personaje terrorífico, el de esa vieja encarnada por una horripilante Lorna Raver, y alguna escena que nos hizo recordar lo mejor del Raimi pre-Spiderman, ése al que todos los buenos aficionados al cine de género echamos de menos.
En septiembre tuvimos otro regreso sonado, el de Quentin Tarantino y sus Malditos Bastardos, que a mi me defraudó algo, a pesar de contar con uno de los mejores personajes de la década, ese Hans Landa magníficamente interpretado por el actor austríaco Christoph Waltz
Tuvimos también una comedia romántica del montón, Qué Les Pasa a los Hombres; una deleznable cinta de acción videojueguil, Gamer; una experiencia terrorífica en 3D, San Valentín Sangriento; una interesante propuesta de ciencia ficción protagonizada por Bruce Willis, Los Sustitutos y una divertidísima película de terror escrita por la oscarizada guionista de Juno, Diablo Cody, titulada Jennifer’s Body, en la que Megan Fox otorgaba otro sentido al término «morbo».
Octubre nos trajo un buen número de peliculas entretenidas, de esas que uno no vuelve a ver, pero de las que termina guardando un buen recuerdo. Paco Plaza y Jaume Balagueró no superaron con [Rec 2] el enorme éxito de la primera entrega, pero en mi opinión ofrecieron una digna secuela; Woody Allen volvió a Nueva York con la divertida Si La Cosa Funciona, en la que cedió el protagonismo al cómico Larry David; los españoles hermanos Pastor estrenaron Infectados, una modesta y apocalíptica película de terror a la que le faltó un guión algo más solvente para triunfar; el también español Jaume Collet-Serrra siguió demostrando que nuestros cineastas saben salir airosos de proyectos americanos y volvió a mantener el buen nivel que había ofrecido hace algunos años con La Casa de Cera, esta vez con La Huérfana; nos llegó la segunda entrega de las andanzas de Lisbeth Salander en la entretenida Millenium II y, finalmente, asistimos al regalo póstumo para los fans de Michael Jackson con This Is It, sobre lo que pudo haber sido y no fue. Pero el plato fuerte del mes llegó de la mano de uno de los directores españoles más reconocidos:
En Agora Alejandro Amenábar contó con un presupuesto ingente, en un intento por resucitar el peplum, aunque bajo las particulares premisas del director hispano. Rachel Weisz estaba especialmente bien, pero la película se vio lastrada por un ritmo narrativo plúmbeo y una historia desigual. Con todo, la cinta fue un enorme éxito y acaba de ser vendida para que se estrene en buena parte del extranjero.
En noviembre también hubo cine para todos los gustos, desde nuevas entregas de sagas de terror (El Destino Final) hasta una prematura película navideña (Cuento de Navidad, otra experiencia de captura de imágenes a cargo de Robert Zemeckis), pasando por una pequeña y buena comedia independiente, 500 Días Juntos; una interesante y rescatable propuesta de terror basada en una historia del gran Richard Matheson, The Box; una flojísima cinta de terror espacial, Pandorum, y un olvidable biopic: Amelia. Y, además, una maravilla en forma de drama carcelario, una de esas películas por las que el cine español tiene que felicitarse ya que reúne todas las virtudes que uno ansía ver en el cine patrio. Celda 211 fue una de las pelícuals del año, y contaba con un insuperable Luís Tosar en uno de esos papeles que los buenos aficionados al cine recordarán para siempre, Mala Madre.
Y llegó diciembre, y con él uno de los acontecimientos cinematográficos de la década. James Cameron se hizo de rogar pero la espera terminó mereciendo la pena. Con Avatar volvimos a sentir el poder del cine para fascinar y, sobre todo, para componer imágenes que terminan por guardarse en el imaginario colectivo de toda una generación. El 3D adquirío especial relevancia y nos permitió disfrutar de uno de los mayores espectáculos visuales que nunca soñamos vivir. Pandora lució como un planeta precioso, poético, y aunque la historia que Cameron nos contó no era especialmente original, Avatar será recordada para siempre como una de las películas más importantes de la historia, una más de un tipo que cada vez que decide hacer cine intenta ir un paso más allá.
Finalmente asistimos a otro éxito mayúsculo del cine español, con Spanish Movie, la versión patria de esas parodias que tanto gustan de hacer en Hollywood. Spielberg nos recomendó la inocua Paranormal Activity, de la que yo sólo rescató su escalofriante desenlace, y, cómo no, Bella cambió por un rato al vampiro Edward por el licántropo Jacob en la segunda entrega de Crepúsculo, Luna Nueva. Spike Jonze, por su parte, sorprendió con la infantil Donde Viven los Mosntruos, interesante película de un director que no está precisamente entre mis favoritos.
Y así transcurrieron estos doce meses de cine. 2009 ha sido decididamente un buen año, con películas que yo al menos recordaré siempre por los buenos momentos que pasé viéndolas en las salas de cine. Pero 2010 se presenta prometedor. Hoy termina un gran año de cine, y esperemos que sea también el comienzo de otro.
Sólo me queda agradecer a todos aquellos que me han leído, a quienes se han pasado por este rincón de la red, de forma habitual o esporádica. Y, por supuesto,a todos ellos, así como a los responsables y lectores de la revista Acción, desearles un feliz y próspero 2010. Y, como digo siermpre, nos seguiremos viendo en el cine…