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lunes, abril 29, 2024
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Underworld: el despertar ***

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Underworld: el despertar propone 85 minutos de acción y evasión pura y dura que  satisfará a los incondicionales de la saga.
Acción con muy poco diálogo y argumento bastante justo es lo que nos ofrece esta cuarta entrega de la franquicia que nos ha venido narrando la guerra entre vampiros y licántropos y ahora  alcanza una nueva fase de desarrollo.  Recupera a Kate Beckinsale como protagonista en el papel de Selene y hace algo francamente raro con el personaje de Michael Corvinus que interpretara en películas anteriores Scott Speedman pero ahora ha sido desdibujado en la imágenes para convertirse en una especie de espejismo. Sin el actor, pero con el personaje que interpretó incluido en la trama. Forzoso es reconocer que ese es uno de los puntos débiles del planteamiento de esta secuela con elipsis de doce años que preside el retorno de Selene al argumento. El tratamiento del personaje de Corvinus es, como poco, raro, extraño, innecesariamente forzado. Está y al mismo tiempo no está. Extraño.
Pero tampoco es que importe mucho porque para compensar tenemos un solo de Selene repartiendo leña a diestro y siniestro durante la casi hora y media que dura la película, acompañada por un nuevo personaje de híbrido al que se le saca el máximo partido desde el punto de vista de las escenas de acción. Además las manadas de licántropos tienen una nueva estrella, algo así como una especie de hombre lobo hiperdesarrollado, el Hulk de los licántropos, con el que la protagonista mantiene varios duelos durante el corto pero muy entretenido metraje de la película.
Admito públicamente que soy un seguidor de la franquicia, y que no me importa nada la profundidad ni la coherencia de sus guiones. Ni a mí ni a los miles de seguidores que tiene en todo el mundo, las cosas claras. Tratándose como se trata de la cuarta entrega de la saga, y conociendo de qué va el tema, me parece un alarde de innecesaria pedantería pedirle peras al olmo. Sabemos lo que nos espera. Tengo claro  lo que quiero ver en una película que se titula Underworld: el Despertar. Para empezar a Beckinsale paseando sus curvas enfundadas en cuero. No, no voy a decir lo mismo que dijo Seth Rogen de su erección masiva cuando presentó junto a la actriz un premio en los últimos Globos de Oro, pero digamos que ver a esta tía tan guapa repartiendo leña me parece visualmente mucho más interesante que ver hacer lo mismo a un tío. Manías de heterosapiens.  Pues bien: en ésta hay Selene por todas partes y en todo momento, así que primer objetivo cumplido, aunque, como dice el amigo Usero, los colegas han debido quedarse pillados por las escenas de pelea de Scarlett “Viuda Negra” Johanssen en Iron Man 2, porque repiten el mismo movimiento cada vez que a la guerrera vampira se le pone por delante algún oponente particularmente correoso. Me refiero a la pirueta de saltimbanqui con las piernas en torno al cuello del contrario, que debe ser la forma más sexy de desnucar al prójimo.
Luego quiero ver licántropos, y aquí tenemos un superlicántropo que multiplica en tamaño a todos los que hemos visto en entregas anteriores de la saga, y  además en 3D, para que pueda sacar bien las fauces fuera de la pantalla. Acompañado naturalmente de una horda de hombres-lobo que se destacan en el ataque a una furgoneta, persecuciones varias y una pelea con los vampiros que no tiene desperdicio.  Tortas como panes, oigan. De manera que segundo objetivo cumplido.
Película por tanto para darse atracón de palomitas, ponerse las gafas del tridimensional, volver a la adolescencia y disfrutar de la acción por la acción, teniendo claro que desde siempre, pero en esta todavía más, el argumento no ha sido lo más importante de las películas que integran la franquicia Underworld. Lo que realmente queremos ver son sus peleas de vampiros contra licántropos. En ese sentido no defrauda. Hay enfrentamientos continuamente, pero sin aburrir. Quiero decir que esta película puede haber encontrado su camino para expresarse en un ejercicio de la acción por la acción, pero no es ese tipo de acción cansina y agotadora que lucen algunos  títulos del cine de género en estos tiempos, sino un espectáculo visual con personalidad propia que nos mantiene alerta preguntándonos qué más puede ocurrírseles poner a continuación en la pantalla.
Voladuras de edificios, desmembramientos, mordiscos varios, tiroteos, etcétera sustituyen a los diálogos en esta película de alma circense que se la juega cultivando el más difícil todavía en lugar de construir una historia más sólida. Creo que, desde el punto de vista de la evasión, el truco le funciona. Es entretenida a más no poder. Es casi hipnótica en su continuada explotación de la violencia epidérmica y banalizada sin malicia como anzuelo visual. Y no pretende ser lo que no es. Pone sus cartas sobre la mesa empezando fuerte y repartiendo caña desde sus primeros minutos, y luego ya no frena nunca. Sometidos a una persecución, metidos en el epicentro de una guerra entre licántropos, vampiros y humanos, los protagonistas no dejan de huir y pelear durante el 95 por ciento del metraje de la película.
De ahí que no me haya defraudado, aunque reconozca la endeblez de su guión, cierta propensión a caer en sucesivos Deus ex machina y su incapacidad para incorporar con coherencia y el suficiente despliegue argumental esa supuesta Purga, ese cambio radical en el paisaje de enfrentamiento de las distintas especies que supone la entrada en el conflicto de los seres humanos corrientes y molientes. Es un tema al que no le saben sacar todo el partido que tenía, pues pronto vuelven a plantear el tradicional enfrentamiento entre monstruos, licántropos y vampiros, que ha venido siendo el tema central de la saga desde la primera entrega. Creo que se ha perdido una buena oportunidad para ampliar el horizonte de la saga y que falta ambición, o interés, por proporcionarle la oportunidad de desarrollar propuestas novedosas.
Lo que nos da Underworld: el Despertar, es en realidad más de lo mismo, pero eso que nos da es tan entretenido y divertido que no me preocupa la falta de originalidad. Me ha extrañado, eso sí, que Len Wiseman y sus colaboradores no le hayan sacado mayor parido al personaje del policía, o a su colega, que sale de la acción de manera poco clara, trasluciendo cierto grado de improvisación algo chapucera a la hora de desarrollar el guión.
No obstante, y a pesar de esos y otros defectos, como el cambio de acento de Selene, que pasa del británico al norteamericano como el que se cambia de calcetines sin que los directores parezcan advertirlo (observen, si la ven en versión original, las escenas en el despacho del policía y las escenas con los vampiros en el refugio), insisto: es una de las películas más divertidas y entretenidas que he visto en los últimos meses. De ahí las tres estrellas que le he puesto.

Miguel Juan Payán

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