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sábado, abril 20, 2024
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Whiplash *****

Whiplash *****Whiplash. De las mejores del año. Duelo ejemplar de protagonista y antagonista.

Milles Teller como el joven batería estudiante de música y J.K. Simmons como el profesor despótico y exigente que le presiona hasta el extremo para exprimir su talento son junto con la banda sonora de jazz lo más notable que nos ofrece Whiplash. Un duelo de actores ejemplar que traslada la tensión al espectador desde la primera secuencia de la película. Un duelo que se equilibra y completa además visualmente con  los movimientos de cámara y el trabajo de montaje siguiendo una clave que encaja con el jazz como motivo musical y transmite una falsa sensación de improvisación y variaciones musicales y visuales que son fruto de una cuidadosa planificación. El ritmo que todos estos elementos ganan para la película es sobresaliente, un ejercicio de cine de gran calidad que además construye una intriga de tensión creciente esquivando cuidadosamente todos los charcos y tópicos que suelen aparecer en el camino de este tipo de fórmulas argumentales de superación personal y sacrificio que tanto abundan en el cine y la televisión. En su esquema argumental podríamos decir que Whiplash es la versión seria y verosímil del célebre cuento urbanita del aspirante a la fama que tiene que pagar, algo que Alan Parker supo rodear de una renovación del género musical con la interesante Fama y que otras taquilleras películas, como Fama o Staying Alive, han tratado de manera más superficial que en nada tiene que ver con los logros, el tono y el estilo elegante y fluido que caracteriza a esta muy recomendable propuesta que nos hace Whiplash. Es el mismo argumento, pero tratando con respeto al espectador, un respeto que deriva de la manera de abordar el asunto con la madurez de una pesadilla sobre la presión social y la persecución del éxito a cualquier precio, que queda definida y retratada en esas reuniones familiares de la historia, en lugar de transformarla en una festiva, ingenua y optimista visión de la persecución de la fama digna de un anuncio de refresco, rollo “pesigue tus sueños” y tal. Cualquiera que haya tenido que trabajar para conseguir algo profesionalmente aguantando a toda clase de gilipollas, mastuerzos, inútiles, torpes y déspotas mal paridos encontrará muy realista y verosímil esta fábula que nos propone Whiplash, sobre todo con esos terroríficos momentos en la sala de ensayo.

La película es también un retrato muy recomendable para reflexionar sobre el abuso como técnica de supuesta superación en la persecución de determinados objetivos, y eso es algo que vale tanto para las aulas como para muchas empresas donde el maltrato sistemático se asume como parte del camino que hay que recorrer para alcanzar el éxito. Es un retrato de las estrategias de poder, el mal ejercicio del liderato, la necesidad de aprender a negar en lugar de aceptar, y la persecución de los sueños como trampa para traicionarnos a nosotros mismos. La dignidad  del ser humano habita tras cada momento de tensión y abuso que vemos en este largometraje, lo cual convierte la película en algo más que una fábula urbanita sobre el éxito.

Dicho sea de paso: ojo a la habilidad con la que trata la subtrama sentimental sin que lastre el tema principal pero sin que deje de ser importante y a la manera en la que termina la película sin bajarse los pantalones, sin claudicar.

Un ejercicio de cine brillante que de propina nos regala una interesante reflexión sobre el jazz desde el corazón del propio jazz.

Miguel Juan Payán




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