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jueves, abril 25, 2024
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Zombis Nazis (Dead Snow) ***

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No muy original, pero chispeante y divertida como un vaso de vino con gaseosa fresquita para pasar los calores del verano, Zombis nazis (me gusta más su título original, menos oportunista, Dead Snow), debuta en la cartelera de agosto para proponernos un rato de risas a costa del cine de terror y de uno de los iconos más jugosos del mismo: el zombi.

Tal y como expliqué en el artículo dedicado al cine de zombis en la revista hace uno o dos números, lo de poner a nazis como muertos vivientes no es nada nuevo. La zombificación de nazis está presente en la pantalla grande desde los años 30, inmediatamente del pistoletazo de salida para los zombis que fue La legión de los hombres sin alma (White Zombie), de Victor Halperin. Más tarde, en los años 70 y 80 otros, cineastas adictos al escalofrío volverían sobre el mismo asunto, destacando entre los mismos el español Jesús Franco, que en su variopinta filmografía repleta de asuntos exóticos no podía dejar pasar la oportunidad de tratarse con unos personajes como éstos e incursionó con su habitual desparpajo y alegría en el asunto con La tumba de los muertos vivientes.

Pero curiosamente Tommy Wirkola se aparta de esos antecedentes para tirar por otro camino que es el trazado por las películas de terror protagonizadas por grupos de adolescentes, en la línea de Viernes 13, La matanza de Tejas o La noche de Halloween, que son algunos de los títulos a los que se alude en los diálogos de la película a modo de guiño, y de paso se pega el gusto de rendirle homenaje, incluso en el título, a la que deduzco debe de ser una de sus sagas favoritas, Posesión infernal (The Evil Dead), cuya primera entrega dirigió Sam Raimi en 1981.

En lo que se refiere a los primeros títulos citados nos encontramos por ejemplo con la inevitable escena de sexo que en esta ocasión se nos propone en una situación y localización particularmente escatológica y francamente poco verosímil (en un retrete recién utilizado, lo cual sería capaz de cortarle el rollo a cualquiera), pero que sin duda despertará las risas de los que identifiquen la misma como un chiste o guiño de todos esos momentos de sexo tan frecuentes en el tipo de producciones que Wirkola juega a satirizar.

En lo referido a lo segundo, toda la batalla final en la nieve protagonizada por un superviviente que tanto en sus actos como en su estupidez nos recuerda inevitablemente al Ash encarnado por el icónico Bruce Campbell en la saga de Raimi, se traduce visualmente en un despliegue de casquería y sangre que combina muy bien visualmente con el paisaje nevado. Se confirma así que posiblemente el mejor personaje de toda la película es el propio paisaje. Al principio del relato nos recuerda incluso al trabajo paisajístico del género western, sobre todo en las secuencias del viaje del héroe solitario que tropieza con el cazador y con los zombis.  Mantener esos dos relatos en paralelo, por un lado la odisea de supervivencia del viajero y por otro la peripecia de los que se quedan en la casa, es uno de los aciertos del director, al que sin embargo, en mi opinión, se le va la mano en la batalla final de tripas y sangre, reiterando acciones y haciéndose demasiado repetitivo. Creo que le habría ido mejor abundando y prolongando la peripecia del viajero que la mucho más limitada secuencia de interminable duelo final con las hordas de zombis en la nieve.

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Por otro lado, y atendiendo al cachondeo, no habría estado de más que le hubiera dado algo más de protagonismo a los zombis propiamente dichos, que sólo están ahí como elemento decorativo, en contra de las últimas tendencias marcadas por el idiscutible maestro del género, que no es Raimi, sino George A. Romero. Opino que la idea de los nazis zombificados merecía un desarrollo más amplio, reduciendo la tópica peripecia de los supervivientes en la casa, cuyo desarrollo es lo que me hace pensar que esta idea era genial como  relato corto o cortometraje, pero queda seriamente perjudicada con repeticiones al entrar en el formato de largometraje.

En todo caso, reconozco que me he reído, aunque no haya pasado miedo, pero es que creo que tampoco Wirkola pretendía meterle miedo a nadie a estas alturas con estos recursos tan sobados. Simplemente quería echarse unas risas y satirizar el género de terror abundando en los tópicos que vienen manejando sus directores en las últimas décadas. Bajo ese punto de vista, Zombis nazis es una película entretenida, con algunos buenos momentos (insisto, el del retrete es un momento culminante del cine que yo he dado en bautizar como “de mazmorra” en el coleccionable de Historia del Cine que escribo para la revista en papel), y con un desarrollo de ritmo bastante bien llevado, ya digo hasta que al final empieza a repetirse demasiado extendiéndose en la matanza como si a esas alturas incluso el propio director se hubiera dado cuenta de que ya no tiene nada más que contar. A los efectos visuales y el maquillaje le podrían dar otra vuelta, porque a ratos son un poco zapuchillas, pero se lo permitimos porque estamos en el marco de la serie B y, como digo, el «cine de mazmorra», y esas limitaciones a veces también ayudan a fabricar la risa. Peor hubiera sido que cayera en el error de tomarse demasiado en serio.

Para pasar un rato entretenido, y de obligado cumplimiento para los aficionados bien a ese “cine de mazmorra” del que hablo o bien al cine de zombis.

Miguel Juan Payán

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