12 de esclavitud, firme candidata a los Oscar, a menos que los de la Academia se hayan vuelto locos del todo.
Ya ningunguearon a Shame, la anterior pelĆcula de Steve McQueen, asĆ que no me sorprenderĆa que con esta nueva lecciĆ³n de cine del mismo director cometieran el mismo trĆ”gico error. Hay algunos que si no tropiezan con la misma piedra dieciocho veces no se sienten realizados. Pero creo que en esta ocasiĆ³n, por abordar el tema que aborda, esto es, el racismo en Estados Unidos (podrĆamos decir que el racismo es igual en todas partes, pero quien esto escribe sospecha que esta mala bestia tiene pelaje distinto en distintos lugares, culturas y subcuturas, aunque en el fondo todos llevamos un resto de racismo dentro), es posible que 12 aƱos de esclavitud estĆ© finalmente entre las nominadas a los premios de la Academia de Hollywood de este aƱo.
Sus merecimientos son varios, pero principalmente me llama mucho la atenciĆ³n su madurez a la hora de plantear el asunto sin trucos, como ya hiciera McQueen con el tema de la la soledad y la adicciĆ³n al sexo (una cosa lleva a la otra) en Shame. Me resulta particularmente entretenido comparar esta pelĆcula con otras que es su polo opuesto, El mayordomo, por mucho que, como ya dije en mi crĆtica en esta misma pĆ”gina, me parezca eficaz y ademĆ”s crea que su protagonista tambiĆ©n puede optar a nominaciĆ³n al Oscar este aƱo. Curiosamente ambas adaptan las vicisitudes de personajes reales, pero donde en El mayordomo prima el intento de lavar la mala conciencia norteamericana con el tema del racismo contra los negros, la segunda adquiere todo el carĆ”cter y al personalidad de un testimonio mĆ”s sĆ³lido sobre el asunto, construyendo el mismo dese la experiencia privada del protagonista. La voz en off funciona mĆ”s eficazmente como monĆ³logo interior y le otorga un carĆ”cter mĆ”s Ćntimo a lo que se nos cuenta que nunca tuvo El mayordomo. Mientras aquella estaba repleta de trucos de culebrĆ³n televisiva al estilo de Grandes relatos, Ć©sta otra juega sĆ³lo con la verdad, lo cual en estos tiempos que vivimos es francamente temerario, porque la verdad estĆ” en busca y captura, no sea que nuestro āpaĆs de la piruletaā se nos vaya a freĆr puƱetas, que encima cae en verso.
Doce aƱos de esclavitud se convierte en una de esas pelĆculas imprescindibles y necesarias para reconducir nuestra mirada del mundo. Si tuviera que buscarle una compaƱera de viaje para un programa doble no serĆa El mayordomo, sino La lista de Schindler, que sigue pareciĆ©ndome la pelĆcula mĆ”s inquietante de toda la filmografĆa de Steven Spielberg. Inquietante porque nos permitiĆ³ mirar al abismo del tema del genocidio y los campos de concentraciĆ³n, que como el racismo, en el caso que nos ocupa, estaba aparentemente muy trillado y abordado del derecho y del revĆ©s, pero no de una manera que llevara la mirada y la reflexiĆ³n del espectador mĆ”s allĆ” de lo obvio, lo superficial, el tĆ³pico, lo evidente. En el caso del genocidio judĆo incluso habĆamos tenido la oportunidad de ver una serie de Ć©xito arrollador en la pequeƱa pantalla: Holocausto, en 1978. En el caso del racismo tuvimos, un aƱo antes, en 1977, RaĆces. Ambas en la misma dĆ©cada, los aƱos setenta. Luego, por āsimpatĆa comercialā, esto es, para explotar el filĆ³n, vendrĆan muchas mĆ”s producciones de cine y televisiĆ³n intentando explotar el mismo asunto. AsĆ que apunten en su memoria el papel de la pequeƱa pantalla para dar el pistoletazo de salida al tratamiento de los mismos. Pero tuvo que pasar mucho tiempo para que Spielberg y ahora McQueen nos llevaran hasta el borde del precipicio, a contemplar el mal en su estado puro, la deshumanizaciĆ³n en todas sus variantes y el oprobioso espectĆ”culo de las vĆctimas y los verdugos bailando su danza de la muerte y el olvido. La lista de Schindler tenĆa a un villano ejemplar, Amon Goeth, interpretado por Ralph Fiennes. Y Doce aƱos de esclavitud tiene otro tanto con Edwin Epps, interpretado por Michael Fassbender (Āæle darĆ”n ahora la nominaciĆ³n al Oscar que le deben desde que protagonizĆ³ Shame?, quizĆ” este aƱo que tiene tambiĆ©n en su agenda El consejero finalmente le toqueā¦). El mal puro y duro. Sin adornos. Ese es el cometido de Fassbender en esta pelĆcula en la que ademĆ”s ha saltado un duro competidor para cualquier otro nominado en la carrera de los Oscar: Chiwetel Ejiofor, el protagonista de esta pesadilla. Apunten en el reparto otra aportaciĆ³n en clave de cameo o secundario en la que, tal como ocurre con su contribuciĆ³n a El consejero, Brad Pitt, mantiene esa lĆnea ascendente como actor que en mi opiniĆ³n comenzĆ³ con su trabajo en MĆ”talos suavemente. Sea por la edad o porque finalmente su estatus como estrella le permite mayor libertad de elecciĆ³n y mejores propuestas de trabajo, el caso es que Pitt estĆ” consiguiendo convencerme mucho mĆ”s en sus Ćŗltimos tiempos y demuestra que el nivel alto de sus trabajos en pelĆculas como Doce monos o El club de la lucha no era la excepciĆ³n de la regla. MĆ”s que liberarse de su etiqueta como galĆ”n guapete de Hollywood lo que estĆ” haciendo es aprovecharla con gran astucia para imponerse como un actor mucho mĆ”s interesante de lo que ha sido en su larga trayectoria como Ćdolo de mojabragas desaforadas con la brĆŗjula del criterio instalada entre las piernas.
Vayan a ver 12 aƱos de eslcavitud. Tengan agallas y miren al abismo.
Miguel Juan PayƔn
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