Vaya por delante, España es un paĂs raro. Nos tiramos años quejándonos de la poca variedad que ofrece el cine español, de lo manidas que están las mismas historias de siempre, los relatos sociales, las comedias costumbristas, las historias de la guerra civil y la posguerra… Que si el pĂşblico no quiere tanto drama y prefiere cosas más relajantes, más para desconectar. Que si estamos hasta el moño de que directores y guionistas aireen sus trapos sucios en las pelĂculas, sin importar nunca lo que quiere el espectador. Cine de entretenimiento. Pues eso, llevamos media vida protestando, con mucha razĂłn eso sĂ.
Luego aparece un producto como Bruc y lo ignoramos por completo. Ojo, que esta crĂtica se está escribiendo poco despuĂ©s del estreno de la pelĂcula, pero por la reacciĂłn de mis compañeros de profesiĂłn tras la proyecciĂłn de la pelĂcula y por lo poco que he podido ver al pĂşblico comĂşn, va a ser de esas pelĂculas que pasan sin pena ni gloria por la taquilla. Como sombras. Y es que somos muy raros, leñe.
Porque Bruc, El DesafĂo, sin ser una pelĂcula perfecta, sĂ que es una pelĂcula distinta a lo que solemos encontrarnos en la cartelera firmado y producido con dinero español. Es un relato de acciĂłn, una lecciĂłn de cine de entretenimiento puro y duro, sin más intenciĂłn que hacer pasar al pĂşblico un buen rato, emocionante y divertido, durante sus escasos 90 minutos de proyecciĂłn. Una pelĂcula de consumo rápido que encima emplea un marco histĂłrico impresionante e imprescindible, pero que lo usa como le conviene para narrar una persecuciĂłn entre cazadores y presa.
Es decir, que el rigor histĂłrico sale por la ventana en el momento en el que entra Bruc en acciĂłn. La pelĂcula no es cine histĂłrico, ni un retrato de la sociedad española a inicios del siglo XIX con la invasiĂłn francesa de por medio. No, no. Para eso hay libros y documentales. AsĂ que intentaremos no juzgar la pelĂcula por su incorreciĂłn u otras gaitas. Aunque sĂ es cierto que parece algo politizada (eso de colocar la batalla del Bruc por encima de hechos como el 2 de Mayo o BailĂ©n, a la hora de revolucionar al pueblo… como que no, la verdad. O no mencionar España en ningĂşn momento…), pero intenta huir de monsergas varias para centrarse en lo que interesa. La acciĂłn.
La pelĂcula se abre tras la batalla del Bruc, sucedida a principios de junio de 1808, y en la que los franceses debieron retirarse a replantear su estrategia. Y lo une a la leyenda de que un joven tamborilero hizo sonar su tambor entre las montañas de la zona, haciendo el sonido pensar a los franceses que era un ejĂ©rcito el que los esperaba, dándose en retirada. Uniendo ambas historias, el hecho real y la leyenda, nace la aventura de ese tamborilero, cuya importancia aquĂ en el devenir de la batalla fue mucho mayor.
Quienes esperen ver una gran lucha entre dos ejĂ©rcitos, que se lo vayan quitando de la cabeza. La batalla ya ha terminado cuando comienza la pelĂcula, y sĂłlo sabremos de ella mediante peculiares flashbacks. Lo que se cuenta es lo que sucede despuĂ©s, cuando el joven tamborilero debe huir a las montañas perseguido por un tenaz grupo de mercenarios franceses encabezados por un magnĂfico Vincent PĂ©rez.
Lo que sigue es esa historia de supervivencia en las montañas, con un enemigo mejor armado, mejor preparado y muy inteligente, pero que no conoce la región como nuestro héroe, ni tampoco tiene sus ganas de sobrevivir y recuperar a su amada. En ese sentido, la cinta enlaza con el cine al más puro estilo Deliverance o Defensa, e incluso se puede intuir la mano de Sam Peckimpah entre perseguidores y perseguidos. Un hombre huyendo de un destino fatal en medio de la naturaleza. La lucha de uno contra todos. Puro cine de acción y aventuras que en determinados momentos puede incluso recordar a Acorralado, la primera peripecia de John Rambo, o hasta a Depredador. Eso sin dejar el cómic en su vertiente francesa o europea, y si no me creen, no pierdan de vista al periodista francés y sus lápices.
Ahora decidme cuántas veces hemos visto en la cartelera una pelĂcula de este estilo. Si es cierto que los personajes están poco menos que esbozados en la pelĂcula, y que apenas entendemos mucho de sus motivaciones y su desarrollo, que a veces es algo torpe, banal o previsible, como cuando se empeñan en mostrarnos a PĂ©rez como un malo muy malo que cura a uno de los suyos para que no les retrase, mientras luego hace trueque de prisioneros por una vieja deuda… O no era tan malo, o algo no me han explicado.
Pero eso es lo de menos. Lo importante es lo que hacen con esos bocetos los actores, como Juan JosĂ© Ballesta, ese chico que es capaz de decirlo todo con una mirada, o incluso hasta Santi Millán, completamente alejado de sus papeles de tinte cĂłmico, y muy creĂble en su personificaciĂłn de un traidor en las filas francesas. Eso sin mencionar la arrebatadora belleza de Astrid Berges-Frisbey.
Hay mĂşltiples escenas que te mantienen en vilo y consiguen cautivarte, gracias al gran trabajo en conjunto, con una fotografĂa que hace que la pelĂcula no parezca rodada en España, y una direcciĂłn y montaje que nunca dejan que el ritmo decaiga. Por ejemplo la huida del monasterio, o el duelo de francotiradores son perfectos ejemplos, por no mencionar el clĂmax final en las cuevas. Incluso cuando la cosa parece calmada, un flashback de la batalla puede sacarnos rápido del momento de tranquilidad, con un estilo de los más peculiar.
Bruc cumple su cometido de entretener con creces. Es rápida, intensa y te mantiene interesado en una historia la mar de simple, como es una persecuciĂłn por el monte. Es cine de palomitas hecho en casa con la suficiente calidad como para competir con cualquier elemento que llegue de fuera (aunque la manĂa de doblar a todo el mundo, incluyendo a los franceses en España, no llegue nunca a entenderla). Lo justo serĂa que el pĂşblico le diese una oportunidad y no pasase de ella. Si no, luego no vale quejarse de que siempre hacemos lo mismo y vendemos las mismas motos. Bruc es la prueba de que no siempre es asĂ. Dadle una oportunidad.
JesĂşs Usero
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