Buena sátira Pablo Berger arriesga y nos zambulle con estilo en la comedia negra.
Estamos ante una de esas películas que va a poner a prueba el criterio de críticos y espectadores. Porque gustará mucho. O gustará menos. O no gustará nada a algunos. Porque no es la comedia disparatada al uso que podría esperarse parte del personal. Porque tiene unos giros de tono en segundos que siempre te pillan desprevenido, lo cual considero bueno, oportuno, incluso necesario, para remover ideas en el espectador, que imagino es el objetivo prioritario para el director. Y todo eso es lo que la diferencia de otra comedia negra del montón: su capacidad para arriesgar.
Berger le echa mucho valor en este ejercicio y le echa un pulso a las expectativas del público, incluso de sus fieles, sometiéndoles a una especie de viaje que es en su conjunto más cercano a Torremolinos 73 que a Blancanieves, aunque los ecos arrebato visual y provocador salen a la luz como ráfagas en varios momentos.
Lo que sí es claramente Abracadabra es otra película que oficia casi como monumento a la mujer, y más aún a una mujer que ha marcado el cine español desde hace varias décadas. El personaje de Carmen, esa fémina madura, casada, que ha llegado al límite de paciencia en su matrimonio con Carlos cuando un espectáculo de hipnotismo cambia la conducta del marido, no se queda en mero pretexto de Berger para zambullirse en la fórmula de la comedia dramática negra, acumulando giros y cambios de tono. Maribel Verdú, brilla como Carmen, convertida en un emblema de la mujer madura frente a distintas formas de desvarío masculino, desde el marido desanimado y desinteresado que borda Antonio de la Torre (memorable momento de radio e iglesia que me ha dado una idea para la próxima boda a la que tenga que asistir, con partido si hay partido, o con AC/DC si es jornada sin fútbol), al anhelante y tímido pretendiente al que da vida José Mota o el adolescente desnortado que es el Tito de Quim Gutiérrez, en una fábula que reparte leña contra el patriarcado también a través de la mofa de figuras como las del sacerdote futbolero o el “mago” pícaro que explota lo paranormal excelente José María Pou.
De la mano de Maribel Verdú, renovada Quijota que explora los desvaríos del zoológico masculino que dibuja Berger acompañada por un escudero Sancho al que José Mota le presta una interesante vis cómica desde el patetismo y una notable tristeza que se refleja en la mirada pero tiene para quien esto escribe el momento más definitorio del personaje cuando le vemos subido en un caballito para niños a la puerta de una tienda, significativo alarde de definición exclusivamente visual del personaje que testimonia lo afilado que está el bisturí del director a la hora de diseccionar su historia y personajes trabajando sobre la claves del esperpento, viaja desde momentos de comedia del estilo de Berlanga a pinceladas dramáticas surrealistas que traen ecos de los planteamientos de su trabajo anterior en Blancanieves, añadiendo toques que recuerdan los momentos más disparatados del cine de Javier Fesser o Álex de la Iglesia. Los actores son el gran efecto especial de todo ese viaje, aunque su cambio de registros y tonos puede despistar es una de las películas más curiosas que vamos a ver este año en el cine, y al terminar la proyección nos dejará dándole vueltas a algunas de las cosas que nos han mostrado y a cómo nos entendemos y desentendemos cotidianamente de nuestras parejas.
Miguel Juan Payán
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