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sĂĄbado, julio 27, 2024
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AL LÍMITE ****

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Remake de uno de los ĂŠxitos de la televisiĂłn britĂĄnica en los aĂąos ochenta, Al lĂ­mite plantea varias posibilidades curiosas de anĂĄlisis, pero fundamentalmente se trata de una gran pelĂ­cula de intriga con todos los elementos necesarios para satisfacer al gourmet de este tipo de gĂŠnero, consiguiendo ademĂĄs que el pĂşblico general viva una experiencia sensorial capaz de hacerte saltar de la butaca al menos en dos ocasiones, porque el tratamiento de la acciĂłn que acompaĂąa a esta construcciĂłn de cine policĂ­aco, suspense y conspiraciĂłnes estĂĄ gramĂĄticamente organizada con unos puntos y aparte de estallido imprevisto de la violencia que recuerdan el tratamiento de este tipo de secuencias aplicado por el mismo director, Martin Campbell, a Casino Royale.

Pero eso sería algo anecdótico, incluso epidérmico, si me apuran hasta prescindible, si no llegara acompañado del aporte principal de la película, que es la trama policíaca propiamente dicha, y la madurez y solvencia con la que Campbell describe la situación ciertamente al límite que vive el protagonista. Dicho sea de paso, ese papel es un excelente retorno de Mel Gibson como actor, aunque ya haya tenido que mancharme las orejas de balbuceos incoherentes esta misma mañana cuando, en el repaso que hace un informativo de televisión de los estrenos cinematográficos de la semana,  he escuchado voz en off el típico comentario que hace alguien que no ha visto la película, pero al que su redactor jefe le pide que diga lo que sea de ella para rellenar las imágenes, así que suelta un exabrupto en plan cínico de medio pelo y se queda tan ancho. En este caso el eructo crítico, porque no merece siquiera el calificativo de comentario, apunte o nota a pie de página, era concretamente: “Mel Gibson en una de acción, ¡qué sorpresa!”.

Es lo malo que tiene esta sociedad de la información que hemos parido al abrigo de las altas tecnologías, que mucha gente sin información y sin formación, pero lo que es aún peor, sin criterio alguno, se puede permitir el lujo de opinar de cosas que claramente no entiende, aunque pretenda lo contrario o haya conseguido venderle una ración de humo y otra de motos a su jefe esgrimiendo a título curricular algo tan espurio como “me gusta mucho el cine y veo muchas películas”.

Lo cierto es que el papel de padre en plena cruzada de venganza que asume Gibson en esta ocasiĂłn sĂ­ es una sorpresa, porque no tiene nada que ver con personajes anteriores en clave de despliegue vengativo como los que haya podido desplegar en pelĂ­culas como Payback o El patriota. Y porque ademĂĄs Gibson es un buen actor, aunque les fastidie reconocerlo a quienes no le perdonan su poco popular defensa de determinados valores de tipo religioso y la manera en la que decidiĂł mostrar al pĂşblico su visiĂłn de la figura de Cristo en La PasiĂłn, una de las pelĂ­culas peor criticadas de la historia, porque casi todos los que hablaron de ella, lo hicieron pensando a favor o en contra de la misma segĂşn su contenido, y no en sus valores cinematogrĂĄficos propiamente dichos, cosa que sin embargo no parece afectar a otros tĂ­tulos de la historia del cine, como por ejemplo El triunfo de la voluntad, de Riefenstahl o El acorazado Potemkin de Eisenstein.

Así las cosas, determinados reductos de la progresía no dudan  en ir contra viento y marea y disparar contra Gibson sus improperios por sistema, simplemente porque claramente se sitúa en el lado contrario a lo que ellos piensan.

Y conste que yo no pienso exactamente como Gibson, pero sĂ­ que tengo claro que el ejercicio del periodismo y la crĂ­tica necesita, hoy mĂĄs que nunca, el infalible e imprescindible concurso de la objetividad, sin la cual simplemente, y por mucho que les joda a quienes utilizan los medios de comunicaciĂłn a favor de una tendencia polĂ­tica u otra, el periodismo no tiene razĂłn alguna para existir.

Dejando al margen lo que nos pueda parecer lo que piense Gibson, hay que reconocer que en esta ocasiĂłn se ha sacado del sombrero de su indiscutible talento como actor una de sus mejores interpretaciones. Ello se debe fundamentalmente a que cuenta con un buen guiĂłn que respalda la construcciĂłn de un personaje sĂłlido sometido a una situaciĂłn extrema de absoluto desamparo que el director acierta a reflejar sin histrionismos vanos ni lĂĄgrimas de cocodrilo, esto es, sin exageraciones babosas, porque el dolor, el dolor mĂĄs absoluto, se expresa las mĂĄs de las veces en una mirada vacĂ­a que se pierde caminando hacia ninguna parte y un absoluto silencio, simplemente porque no hay absolutamente nada que decir.

La manera en la que Campbell ha elegido reflejar el dolor del padre que pierde a su hija es demoledora y cruza toda la película como una cuchillada de emoción: el padre recuerda sobre todo a su hija cuando era niùa, aunque la escuche cuando es adulta, y ese es otro gran detalle de la trama que todo padre compartirå y respaldarå sin dificultad. Y la imagen del dolor måximo, total, sin paliativos que reflejan esos planos de Gibson de espaldas, perdido en una isla de soledad extrema porque  siente que ya no tiene absolutamente nada por lo que seguir viviendo, son el mejor testimonio de que sus actos violentos no son lo realmente importante de la película, aunque sí sean lo mås espectacular y un complemento comercial al resto del contenido de la misma.

Al lĂ­mite es la historia de un hombre que se queda absolutamente solo. Es una fĂĄbula sobre la soledad. La soledad del padre que pierde a su hija, pero tambiĂŠn la soledad del tipo encargado de controlarle, excepcionalmente interpretado con una gran sobriedad por Ray Winstone, y por supuesto la soledad del ciudadano ante las manipulaciones del poder, las conspiraciones del sistema. El protagonista se integra asĂ­ en la nueva ola de antihĂŠroes iracundos que van poblando el cine de acciĂłn en los Ăşltimos tiempos, cosa comprensible tal como estĂĄ el patio de la realidad, con la crisis, la corrupciĂłn y la mĂĄs absoluta y cretina desvergĂźenza de los poderosos que campa por sus respetos a nuestro alrededor.

Es por eso que Al lĂ­mite me recuerda ese cine con trasfondo y contenido que poblĂł la intriga y el policĂ­aco de los setenta con tĂ­tulos como Todos los hombres del presidente, El Ăşltimo testigo, Capricornio Uno o Los tres dĂ­as del CĂłndor.

Es por eso y por la manera en la que cuenta su historia que creo que Al lĂ­mite es una gran pelĂ­cula y un buen ejemplo de cine de intriga con madurez y solvencia argumental y con algunas escenas que el otorgarĂĄn no tardando mucho la categorĂ­a de clĂĄsico dentro del gĂŠnero.

Miguel Juan PayĂĄn

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