Remake de uno de los ĂŠxitos de la televisiĂłn britĂĄnica en los aĂąos ochenta, Al lĂmite plantea varias posibilidades curiosas de anĂĄlisis, pero fundamentalmente se trata de una gran pelĂcula de intriga con todos los elementos necesarios para satisfacer al gourmet de este tipo de gĂŠnero, consiguiendo ademĂĄs que el pĂşblico general viva una experiencia sensorial capaz de hacerte saltar de la butaca al menos en dos ocasiones, porque el tratamiento de la acciĂłn que acompaĂąa a esta construcciĂłn de cine policĂaco, suspense y conspiraciĂłnes estĂĄ gramĂĄticamente organizada con unos puntos y aparte de estallido imprevisto de la violencia que recuerdan el tratamiento de este tipo de secuencias aplicado por el mismo director, Martin Campbell, a Casino Royale.
Pero eso serĂa algo anecdĂłtico, incluso epidĂŠrmico, si me apuran hasta prescindible, si no llegara acompaĂąado del aporte principal de la pelĂcula, que es la trama policĂaca propiamente dicha, y la madurez y solvencia con la que Campbell describe la situaciĂłn ciertamente al lĂmite que vive el protagonista. Dicho sea de paso, ese papel es un excelente retorno de Mel Gibson como actor, aunque ya haya tenido que mancharme las orejas de balbuceos incoherentes esta misma maĂąana cuando, en el repaso que hace un informativo de televisiĂłn de los estrenos cinematogrĂĄficos de la semana, he escuchado voz en off el tĂpico comentario que hace alguien que no ha visto la pelĂcula, pero al que su redactor jefe le pide que diga lo que sea de ella para rellenar las imĂĄgenes, asĂ que suelta un exabrupto en plan cĂnico de medio pelo y se queda tan ancho. En este caso el eructo crĂtico, porque no merece siquiera el calificativo de comentario, apunte o nota a pie de pĂĄgina, era concretamente: âMel Gibson en una de acciĂłn, ÂĄquĂŠ sorpresa!â.
Es lo malo que tiene esta sociedad de la informaciĂłn que hemos parido al abrigo de las altas tecnologĂas, que mucha gente sin informaciĂłn y sin formaciĂłn, pero lo que es aĂşn peor, sin criterio alguno, se puede permitir el lujo de opinar de cosas que claramente no entiende, aunque pretenda lo contrario o haya conseguido venderle una raciĂłn de humo y otra de motos a su jefe esgrimiendo a tĂtulo curricular algo tan espurio como âme gusta mucho el cine y veo muchas pelĂculasâ.
Lo cierto es que el papel de padre en plena cruzada de venganza que asume Gibson en esta ocasiĂłn sĂ es una sorpresa, porque no tiene nada que ver con personajes anteriores en clave de despliegue vengativo como los que haya podido desplegar en pelĂculas como Payback o El patriota. Y porque ademĂĄs Gibson es un buen actor, aunque les fastidie reconocerlo a quienes no le perdonan su poco popular defensa de determinados valores de tipo religioso y la manera en la que decidiĂł mostrar al pĂşblico su visiĂłn de la figura de Cristo en La PasiĂłn, una de las pelĂculas peor criticadas de la historia, porque casi todos los que hablaron de ella, lo hicieron pensando a favor o en contra de la misma segĂşn su contenido, y no en sus valores cinematogrĂĄficos propiamente dichos, cosa que sin embargo no parece afectar a otros tĂtulos de la historia del cine, como por ejemplo El triunfo de la voluntad, de Riefenstahl o El acorazado Potemkin de Eisenstein.
AsĂ las cosas, determinados reductos de la progresĂa no dudan en ir contra viento y marea y disparar contra Gibson sus improperios por sistema, simplemente porque claramente se sitĂşa en el lado contrario a lo que ellos piensan.
Y conste que yo no pienso exactamente como Gibson, pero sĂ que tengo claro que el ejercicio del periodismo y la crĂtica necesita, hoy mĂĄs que nunca, el infalible e imprescindible concurso de la objetividad, sin la cual simplemente, y por mucho que les joda a quienes utilizan los medios de comunicaciĂłn a favor de una tendencia polĂtica u otra, el periodismo no tiene razĂłn alguna para existir.
Dejando al margen lo que nos pueda parecer lo que piense Gibson, hay que reconocer que en esta ocasiĂłn se ha sacado del sombrero de su indiscutible talento como actor una de sus mejores interpretaciones. Ello se debe fundamentalmente a que cuenta con un buen guiĂłn que respalda la construcciĂłn de un personaje sĂłlido sometido a una situaciĂłn extrema de absoluto desamparo que el director acierta a reflejar sin histrionismos vanos ni lĂĄgrimas de cocodrilo, esto es, sin exageraciones babosas, porque el dolor, el dolor mĂĄs absoluto, se expresa las mĂĄs de las veces en una mirada vacĂa que se pierde caminando hacia ninguna parte y un absoluto silencio, simplemente porque no hay absolutamente nada que decir.
La manera en la que Campbell ha elegido reflejar el dolor del padre que pierde a su hija es demoledora y cruza toda la pelĂcula como una cuchillada de emociĂłn: el padre recuerda sobre todo a su hija cuando era niĂąa, aunque la escuche cuando es adulta, y ese es otro gran detalle de la trama que todo padre compartirĂĄ y respaldarĂĄ sin dificultad. Y la imagen del dolor mĂĄximo, total, sin paliativos que reflejan esos planos de Gibson de espaldas, perdido en una isla de soledad extrema porque siente que ya no tiene absolutamente nada por lo que seguir viviendo, son el mejor testimonio de que sus actos violentos no son lo realmente importante de la pelĂcula, aunque sĂ sean lo mĂĄs espectacular y un complemento comercial al resto del contenido de la misma.
Al lĂmite es la historia de un hombre que se queda absolutamente solo. Es una fĂĄbula sobre la soledad. La soledad del padre que pierde a su hija, pero tambiĂŠn la soledad del tipo encargado de controlarle, excepcionalmente interpretado con una gran sobriedad por Ray Winstone, y por supuesto la soledad del ciudadano ante las manipulaciones del poder, las conspiraciones del sistema. El protagonista se integra asĂ en la nueva ola de antihĂŠroes iracundos que van poblando el cine de acciĂłn en los Ăşltimos tiempos, cosa comprensible tal como estĂĄ el patio de la realidad, con la crisis, la corrupciĂłn y la mĂĄs absoluta y cretina desvergĂźenza de los poderosos que campa por sus respetos a nuestro alrededor.
Es por eso que Al lĂmite me recuerda ese cine con trasfondo y contenido que poblĂł la intriga y el policĂaco de los setenta con tĂtulos como Todos los hombres del presidente, El Ăşltimo testigo, Capricornio Uno o Los tres dĂas del CĂłndor.
Es por eso y por la manera en la que cuenta su historia que creo que Al lĂmite es una gran pelĂcula y un buen ejemplo de cine de intriga con madurez y solvencia argumental y con algunas escenas que el otorgarĂĄn no tardando mucho la categorĂa de clĂĄsico dentro del gĂŠnero.
Miguel Juan PayĂĄn