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miércoles, octubre 9, 2024
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AL LÍMITE ****

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Remake de uno de los éxitos de la televisión británica en los años ochenta, Al límite plantea varias posibilidades curiosas de análisis, pero fundamentalmente se trata de una gran película de intriga con todos los elementos necesarios para satisfacer al gourmet de este tipo de género, consiguiendo además que el público general viva una experiencia sensorial capaz de hacerte saltar de la butaca al menos en dos ocasiones, porque el tratamiento de la acción que acompaña a esta construcción de cine policíaco, suspense y conspiraciónes está gramáticamente organizada con unos puntos y aparte de estallido imprevisto de la violencia que recuerdan el tratamiento de este tipo de secuencias aplicado por el mismo director, Martin Campbell, a Casino Royale.

Pero eso sería algo anecdótico, incluso epidérmico, si me apuran hasta prescindible, si no llegara acompañado del aporte principal de la película, que es la trama policíaca propiamente dicha, y la madurez y solvencia con la que Campbell describe la situación ciertamente al límite que vive el protagonista. Dicho sea de paso, ese papel es un excelente retorno de Mel Gibson como actor, aunque ya haya tenido que mancharme las orejas de balbuceos incoherentes esta misma mañana cuando, en el repaso que hace un informativo de televisión de los estrenos cinematográficos de la semana,  he escuchado voz en off el típico comentario que hace alguien que no ha visto la película, pero al que su redactor jefe le pide que diga lo que sea de ella para rellenar las imágenes, así que suelta un exabrupto en plan cínico de medio pelo y se queda tan ancho. En este caso el eructo crítico, porque no merece siquiera el calificativo de comentario, apunte o nota a pie de página, era concretamente: “Mel Gibson en una de acción, ¡qué sorpresa!”.

Es lo malo que tiene esta sociedad de la información que hemos parido al abrigo de las altas tecnologías, que mucha gente sin información y sin formación, pero lo que es aún peor, sin criterio alguno, se puede permitir el lujo de opinar de cosas que claramente no entiende, aunque pretenda lo contrario o haya conseguido venderle una ración de humo y otra de motos a su jefe esgrimiendo a título curricular algo tan espurio como “me gusta mucho el cine y veo muchas películas”.

Lo cierto es que el papel de padre en plena cruzada de venganza que asume Gibson en esta ocasión sí es una sorpresa, porque no tiene nada que ver con personajes anteriores en clave de despliegue vengativo como los que haya podido desplegar en películas como Payback o El patriota. Y porque además Gibson es un buen actor, aunque les fastidie reconocerlo a quienes no le perdonan su poco popular defensa de determinados valores de tipo religioso y la manera en la que decidió mostrar al público su visión de la figura de Cristo en La Pasión, una de las películas peor criticadas de la historia, porque casi todos los que hablaron de ella, lo hicieron pensando a favor o en contra de la misma según su contenido, y no en sus valores cinematográficos propiamente dichos, cosa que sin embargo no parece afectar a otros títulos de la historia del cine, como por ejemplo El triunfo de la voluntad, de Riefenstahl o El acorazado Potemkin de Eisenstein.

Así las cosas, determinados reductos de la progresía no dudan  en ir contra viento y marea y disparar contra Gibson sus improperios por sistema, simplemente porque claramente se sitúa en el lado contrario a lo que ellos piensan.

Y conste que yo no pienso exactamente como Gibson, pero sí que tengo claro que el ejercicio del periodismo y la crítica necesita, hoy más que nunca, el infalible e imprescindible concurso de la objetividad, sin la cual simplemente, y por mucho que les joda a quienes utilizan los medios de comunicación a favor de una tendencia política u otra, el periodismo no tiene razón alguna para existir.

Dejando al margen lo que nos pueda parecer lo que piense Gibson, hay que reconocer que en esta ocasión se ha sacado del sombrero de su indiscutible talento como actor una de sus mejores interpretaciones. Ello se debe fundamentalmente a que cuenta con un buen guión que respalda la construcción de un personaje sólido sometido a una situación extrema de absoluto desamparo que el director acierta a reflejar sin histrionismos vanos ni lágrimas de cocodrilo, esto es, sin exageraciones babosas, porque el dolor, el dolor más absoluto, se expresa las más de las veces en una mirada vacía que se pierde caminando hacia ninguna parte y un absoluto silencio, simplemente porque no hay absolutamente nada que decir.

La manera en la que Campbell ha elegido reflejar el dolor del padre que pierde a su hija es demoledora y cruza toda la película como una cuchillada de emoción: el padre recuerda sobre todo a su hija cuando era niña, aunque la escuche cuando es adulta, y ese es otro gran detalle de la trama que todo padre compartirá y respaldará sin dificultad. Y la imagen del dolor máximo, total, sin paliativos que reflejan esos planos de Gibson de espaldas, perdido en una isla de soledad extrema porque  siente que ya no tiene absolutamente nada por lo que seguir viviendo, son el mejor testimonio de que sus actos violentos no son lo realmente importante de la película, aunque sí sean lo más espectacular y un complemento comercial al resto del contenido de la misma.

Al límite es la historia de un hombre que se queda absolutamente solo. Es una fábula sobre la soledad. La soledad del padre que pierde a su hija, pero también la soledad del tipo encargado de controlarle, excepcionalmente interpretado con una gran sobriedad por Ray Winstone, y por supuesto la soledad del ciudadano ante las manipulaciones del poder, las conspiraciones del sistema. El protagonista se integra así en la nueva ola de antihéroes iracundos que van poblando el cine de acción en los últimos tiempos, cosa comprensible tal como está el patio de la realidad, con la crisis, la corrupción y la más absoluta y cretina desvergüenza de los poderosos que campa por sus respetos a nuestro alrededor.

Es por eso que Al límite me recuerda ese cine con trasfondo y contenido que pobló la intriga y el policíaco de los setenta con títulos como Todos los hombres del presidente, El último testigo, Capricornio Uno o Los tres días del Cóndor.

Es por eso y por la manera en la que cuenta su historia que creo que Al límite es una gran película y un buen ejemplo de cine de intriga con madurez y solvencia argumental y con algunas escenas que el otorgarán no tardando mucho la categoría de clásico dentro del género.

Miguel Juan Payán

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