Una mirada diferente, cómica y trágica, a una época convulsa con un robo como telón de fondo. Cuando salí de ver la película, pese a algún comentario airado, me quedé pensando ante todo en la forma en la que los géneros se mezclan y dan lugar a cosas nuevas, distintas, inesperadas. Iba pensando ver una comedia ambientada en los cincuenta, que emplease bien a un reparto hispano-argentino, y me encontré con otra cosa. Algo más. Me encontré con cine negro, con drama y, sí, con comedia, mezclado a veces de forma dispar, pero cuyo resultado resulta más que interesante debido al gran trabajo de director, guión y actores por hacer a sus personajes reales, creíbles, cercanos.
La historia nos traslada al Madrid de 1956, cuando un robo en una joyería sacudió a la sociedad española. Las joyas de Eva Perón podían estar involucradas. La película se acerca a ese robo desde la ficción, con un grupo de personajes que van desde los peronistas que vendieron las joyas y tratan de recuperarlas, a los policías que investigaron el asunto, pasando por una enfermera que es el nexo de unión de todas estas historias, su punto de enlace y comunión.
Hay un gran trabajo de actores y guión en Atraco, que se ve a la hora de desarrollar a los personajes y presentarlos. Gente peculiar, perdedores casi todos ellos, que llega al espectador porque uno puede sentirse identificado con cualquiera de ellos, cualquiera de estos personajes metido en una situación que le viene definitivamente grande. Con un humor que aprovecha con mucha inteligencia los localismos de unos y de otros, que cuenta una historia sencilla, y que da un giro en su tramo final muy apetecible, aportando una historia de cine negro clásico, la protagonizada por Óscar Jaenada, que es tan interesante o más que el resto de la película.
Eduard Cortés ya ha demostrado muchas veces que visualmente tiene una impronta muy personal y brillante a la hora de narrar películas. Lo vimos recientemente en The Pelayos y se ve de nuevo en Atraco. No sólo a la hora de trasladarnos a otra época, sino a la hora de que la película cambie visualmente de los momentos de comedia a los de cine más de suspense o al drama. Unos cambios de género a veces poco sutiles, pero que terminan por encajar en los giros finales del relato. Con un sublime Guillermo Francella, un divertidísimo Nicolás Cabré, un fantástico Daniel Fanego, el desparpajo y la luz de Amaia Salamanca o un sensacional Óscar Jaenada, por mencionar a algunos.
Con aires de Atraco a las 3 y, como dice el director, de algo tan nuestro como el cine de Berlanga, esos perdedores situados en posiciones que les superan, que serían trágicas, tremendas de no ser tan cómicas. Aquí la risa te guía con efectividad toda la película, o casi toda ella, sin amaneramientos políticos (y eso que habla de la época del franquismo y del peronismo), con modestia y mucha inteligencia. Una película muy disfrutable, llevada por un delicioso grupo de perdedores con los que uno se encariña desde el primer minuto.
Jesús Usero
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