Crítica de Atrapados en la oscuridad
Crítica de la película Atrapados en la oscuridad
Contundente viaje al laberinto del mal en una sólida pesadilla.
El título de la película alude más bien al viaje desde el mal y hacia el mal que hacen los personajes, atrapados en un bucle de violencia y abusos, que a una propuesta de terror. Quizá por eso algunos espectadores pueden verse confundidos a la hora de acercarse a este largometraje que es mucho más interesante y merece en mi opinión mejor valoración de la que está teniendo en algunos comentarios, no solo de público sino también de críticas. Pero este es el tipo de película en la que el crítico, para mal o para peor, tiene que mojarse, e incluso, cual es mi caso, ir contra la corriente de opinión general y romper una lanza por la película.
Defiendo Atrapados en la oscuridad como un producto puro de cine sencillo y contundente tras el que se oculta una reflexión sobre el origen del mal y sus consecuencias tanto como sobre el peso del pasado y de nuestras decisiones sobre el presente. Tema clásico del cine negro ese retorno del pasado alcanza en Atrapados en la oscuridad cualidad de puente entre géneros llevándonos desde la intriga hasta el terror sin hacer concesiones a la galería. Aplaudo su sequedad, su contundencia, su nulo interés en montar un espectáculo maniqueo de títeres verdugos y títeres víctimas como el que podríamos encontrar en cualquier argumento similar tratado bajo el filtro descafeinado que aplana bajo la disciplina del producto en cadena las producciones estadounidenses.
Sacando máximo rendimiento a unas localizaciones y un paisaje que desde su primera imagen tiene ya una clara vocación de tapiz para una pesadilla, Atrapados en la oscuridad tiene argumentalmente puntos en común con películas como El autoestopista, clásico del cine negro de serie B dirigido en 1953 por Ida Lupino, desde su polo más cercano a la intriga, y Wolf Creek, producción australiana dirigida por Greg McLean en 2005, dese su polo más terrorífico, encontrándose en su punto medio con una aplaudida producción estadounidense ochentera elevada a título de culto por los más nostálgicos que responde por el título de Carretera al infierno, dirigida en 1986 por Robert Harmon, con Rutger Hauer, C. Thomas Howell y Jennifer Jason Leigh como protagonistas.
Todas ellas, como Atrapados en la oscuridad, beben de la fusión de géneros proponiendo afortunado maridaje entre la película de itinerario o “road movie” que trae al relato una componente de aventura y siempre es una odisea de descubrimiento de la verdadera naturaleza de los personajes protagonistas, característica que en la película que nos ocupa se mantiene plenamente, con la intriga que se alía con el terror. Pero es en la comparación con Carretera al infierno cuando podemos extraer idea más clara de las virtudes que veo en la propuesta, siendo ésta última un producto de entretenimiento escapista en el marco del cine de género plenamente funcional y conseguido, pero menos atrevida a la hora de pintar con los tonos más oscuros el viaje de los antagonistas y protagonistas, de manera que si Carretera al infierno juega en el territorio del terror para adolescentes con eficacia, nada hay de adolescencia y sí mucho de juego con la oscuridad partiendo de los arquetipos para negarse a seguir sus aspectos más previsibles en Atrapados en la oscuridad, donde además el itinerario exterior pasa a segundo plano frente al itinerario interior de los personajes, mientras que en Carretera al infierno el itinerario exterior lo es casi todo, con nula o poca evolución o viaje interior de los personajes.
Miguel Juan Payán
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