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viernes, abril 19, 2024
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Bendita ignorancia ★★

Bendita ignorancia ★★Massimiliano Bruno filma esta confusa comedia, en la que la existencia de numerosos puntos de fuga argumentales impide que el humor desplegado genere la adecuada sensación de hilaridad colectiva.

Poner a dos actores con características similares para desencadenar la comicidad en clave neurótica, mediante continuos golpes de efecto y verborrea abundante, no siempre produce el efecto deseado. Marco Giallini y Alessandro Gassman son los citados intérpretes, en los que el cineasta Massimiliano Bruno hace descansar el peso específico de esta excéntrica cinta; la cual salta con aparatosidad por temáticas que se agotan rápidamente.

Si hubiera que destacar un nexo común, o un pegamento efectivo para adherir cada una de las partes del guion de Bendita ignorancia, este sería el de la rivalidad que sienten mutuamente Ernesto (Marco Giallini) y Filippo (Alessandro Gassman): dos profesores de instituto, antiguos amigos enemistados tras enamorarse de la misma mujer.

Un punto de partida semejante habría sido suficiente acicate para avalar el diseño de la trama central, pero Bruno parece pensar que el asunto de la rivalidad es bastante trivial; por lo que le echa por encima el abrigo o disfraz de un problema propio del siglo XXI: el del choque del mundo analógico con la fiebre digital.

De esta manera, el filme comienza con testimonios relativos a la dependencia del ordenador, la tablet y el móvil; los cuales introducen una pelea difundida por Youtube, en la que aparecen Ernesto y Filippo insultándose en una clase de un centro de enseñanza secundaria, con la informática como piedra arrojadiza. Este enfrentamiento es bautizado por los internautas como Bendita ignorancia, y llama la atención de una aspirante a documentalista, que resulta ser la hija del antiguo amor que compartieron Ernesto y Filippo.

La chica propone a los dos hombres un reto que deben aceptar para dar cuerpo al experimento cinematográfico que ella quiere llevar a cabo: Ernesto tendrá que vivir por y para internet, mientras que Filippo estará sin conectarse lo que dure la grabación del documental.
Este tema es elaborado por Bruno como un torpe mcguffin, ya que pronto queda apartado a un lado meramente circunstancial dentro del guion; y lo que toma el protagonismo absoluto es el progresivo cambio que genera en Ernesto y en Filippo la necesidad de vivir una realidad notablemente diferente a la que ellos solían considerar como válida.

De manera progresiva, el humor desenfrenado que prometía Bendita ignorancia queda aplacado por un mensaje familiar y de concordia sentimental demasiado endeble; lo que resta fuerza a las caracterizaciones de Giallini y de Gassman.

Los dos actores pierden un poco el hilo de la comicidad planteada al principio, ante un argumento que modifica diametralmente las reglas del juego; y que convierte a sus roles en un par de tipos que tampoco personifican posicionamientos tan antagónicos, como el filme había diagnosticado en su arranque.

Superado el escollo de las redes sociales y el mundo de la informática para relacionarse, Bruno alarga la historia de la película de manera un tanto artificial. Una determinación que anula el humor descerebrado que daba sentido a los personajes de Ernesto y Filippo; y que acaba hundiéndoles en un espectáculo facilón y previsible, el cual parece sacado de muchas de las comedias populares de los años setenta y ochenta de nacionalidad italiana y española.

Jesús Martín

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