Crítica de la película Cantinflas
Flojo biopic sobre la vida de Mario Moreno, en el que la interpretación de Óscar Jaenada (como el protagonista de El bolero de Raquel) es de largo lo mejor de la cinta.
Con algún tiempo de retraso, llega a las carteleras esta esperada película de Sebastián del Amo; la cual prometía un espectáculo por lo menos deslumbrante, y se ha quedado en una simple sombra de sus pretensiones iniciales. Un guion demasiado plano, además de mucha artificialidad de cartón piedra, es el principal problema de esta biografía autorizadísima del protagonista de Pepe. Trabajo sin asperezas que huye de cualquier controversia, para quedarse simplemente en el envoltorio más mediático con respecto a la existencia del cómico mexicano.
La opción por recrear el Hollywood dorado de los cincuenta al comienzo de la historia ya habla por sí sola de la cadena de errores que se avecinan. Durante los primeros fotogramas, Del Amo se empeña en escenificar una Meca del Cine supuestamente inolvidable, y lo que muestra es una caricatura estereotipada de la misma. Tales sensaciones quedan confirmadas con la aparición de un anodino Michael Todd, cuando éste intentaba reunir el dinero necesario para grabar La vuelta al mundo en ochenta días. El cineasta español elabora un retrato demasiado insípido del mítico productor, que exhibe su falta de entidad ante el encuentro con la bella y seductora Elizabeth Taylor. No es que los actores que interpretan a Todd (Michael Imperioli) y a Taylor (Bárbara Mori) estén especialmente ineficaces sus papeles, sino que el director no se esfuerza por otorgarles una identificación certera e imaginativa.
Después de este comienzo bastante desafortunado, la trama toma el rumbo de contar los primeros pasos profesionales de Cantinflas, desde sus pinitos en la carpa de un circo y en el toreo amateur hasta su rápida ascensión a teatros de mayor postín. En esta fase, el largometraje adquiere una mayor verosimilitud, debido al esfuerzo de un acertado Óscar Jaenada. El intérprete de Camarón consigue copiar con extrema destreza los gestos y el habla del cómico centroamericano, y contribuye con su labor a despertar el interés hacia el filme.
Sin embargo, lejos de presentar datos poco conocidos de la existencia de la estrella de Ahí está el detalle, los sucesos que jalonan la obra de Del Amo parecen sacados de cualquier hemeroteca bien documentada, mientras que las sorpresas son mínimas.
A través de esta obsesión por quedarse en los aspectos más publicitados de la figura de Cantinflas, el largometraje discurre con vaporosos trazos hasta el año en que Mario Moreno logra el Oscar en la categoría de Mejor Actor Secundario, por La vuelta al mundo en ochenta días. Y aquí es donde la cinta muestra sus carencias más evidentes. Ausente de cualquier sensación de verosimilitud, el director se empeña en exhibir un Hollywood de tebeo, con un Marlo Brando que parece un chulo de discoteca, un David Niven sin personalidad alguna y un Charles Chaplin sacado de un anuncio de buenos consejos.
Menos mal que, a pesar de tanto empeño por quedarse en los artificios vacuos, números como el de El bolero de Raquel -que acompaña a los títulos de crédito- consiguen elevar un poco el tono de la movie.
Jesús Martín
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