Curiosa mezcla de géneros y homenajes al cine de terror gótico. La historia del doctor Frankenstein y su monstruo legendario vuelve a ser contada, aunque en este ocasión a través de los ojos de su más fiel ayudante, Igor, convertido aquí en el protagonista de la historia desde su comienzo y colocado en el centro de la misma, con un cambio muy importante desde el inicio de la misma. Un cambio lógico si tenemos en cuenta el actor que lo interpreta, Daniel Radcliffe, pero que no sé si es el más acertado, al cambiar a Igor, al inicio de la película, de monstruo de feria con joroba, a un joven apuesto, inteligente y decidido, aunque siempre con un eterno dilema moral entre lo correcto y ayudar a su salvador.
Aunque la idea de un Igor erguido y elegantemente vestido nos saque un poco del contexto de la historia, es cierto que permite un giro interesante a la historia, ambientada en el Londres victoriano, esa deuda contraída entre Igor y Victor Frankenstein, entre maestro y alumno, que hace que por mucho que lo intente, Igor nunca sea un igual para Frankenstein, que le ve como su creación, y que divide continuamente al personaje. Es un aspecto interesante, y mucho de la película, porque plantea uno de los grandes dilemas de la misma, la lealtad y la amistad, la deuda de honor (ficticia o no, hay cosas que no se reclaman) entre ambos personajes, que es finalmente el motor de la película y es un curioso añadido a la historia.
Radcliffe está más que correcto en su papel, pero quien realmente triunfa en la película es ese Victor Frankenstein interpretado por James McAvoy, con el punto de locura y obsesión (justificada aquí) necesario para motivar todo lo que está por suceder. McAvoy es motivo más que suficiente para ver la película. Muy apreciable también la presencia de Andrew Scott, aunque actores como Charles Dance están desaprovechados y pedían a gritos más tiempo en pantalla y aprovechar mejor su personaje. Quizá el problema de la película viene de la mano del personaje de Jessica Brown Findlay, no por ella sino por la trama que trae consigo el mismo, el auténtico talón de Aquiles de la historia.
Porque la trama romántica es lo que hace a la película tambalearse, aplicándole un ritmo algo cansino que a veces no termina de despegar y que sobra en la película. Entiendo la necesidad comercial, pero en esta ocasión no funciona. Esos “tirones” en el ritmo hacen que uno se plantee realmente qué historia querían contar sus responsables… A caballo entre los clásicos de la Universal y las producciones de la Hammer, influida por las series de época actuales, como Penny Dreadful, y revisiones más modernas como el Holmes de Guy Ritchie. Ideas que parecen geniales en un primer momento, pero que en la película no terminan de hacer de ella una obra redonda. Apreciable, entretenida, con elementos muy potentes, pero con esa deuda en el ritmo y la trama romántica. Buena, pero imperfecta.
Jesús Usero
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