La joven actriz Amanda Seyfried se está labrando una curiosa carrera comercial que paso a paso la está convirtiendo en una de las más prometedoras estrellas femeninas de Hollywood, y, debido a muchas de sus elecciones, firme candidata a obtener ese título, no sé si bueno o malo, que suelen dar en la prensa estadounidense de novia de América. Nueva reina del drama romántico, si se prefiere, además de una sólida carrera comercial con títulos como Chicas Malas o Querido John, Seyfried no le ha dado la espalda al cine menos comercial y más independiente, como la última película de Atom Egoyan, Chloe.
Claro que Cartas a Julieta entra dentro del primer género, el de las películas que la están convirtiendo, o intentándolo al menos, en estrella. Una película romántica de las de antes, sin mucha comedia, o con los elementos de comedia más dosificados, en beneficio del drama y el romance y de una historia sencilla y simple que nada tiene de nuevo, pero tampoco ofende.
La historia nos lleva a la ciudad donde Romeo y Julieta tuvieron su increíble romance y a una joven que llega como turista y descubre un muro al que mujeres de todo el mundo llegan para dejar sus cartas y ser respondidas por Julieta, o un grupo de mujeres que responde como si fuesen la auténtica Julieta y dan consejo. Eso lleva a la protagonista a responder una carta con cincuenta años de antigüedad y a conocer a la mujer que al escribió y embarcarse en un viaje para encontrar el amor de sus vidas, aunque ni ella misma lo sepa.
Mezcla de road movie por Italia y película romántica de corte clásico, la película se aprovecha de la gran baza a su favor que son sus actores. Primero la protagonista que aún no ha demostrado ser una gran actriz pese a apuntar maneras y que aquí no luce su mejor registro, pero tiene una habilidad innata para caerle bien a la cámara y al espectador, un aire casi de vecina de al lado, de persona a la que podríamos o nos gustaría conocer.
Luego los secundarios, como la sorprendente presencia de Gael García Bernal, a quien se suele ver más a menudo en películas independientes, dando vida al neurótico e hiperactivo novio de la chica, a Vanessa Redgrave y Franco Nero, que son dos presencias que llenan la pantalla con su sabiduría, sobre todo en el caso de Nero, quien apenas aparece en pantalla poco más de 5 minutos, pero su presencia llena cada vez que lo hace. De hecho es complicado considerar un papel el personaje que le han dado, y más parece un pegote colocado de cualquier forma que una persona.
Eso, evidentemente, ya no es culpa del actor, sino de las circunstancias que lo rodean. Los intérpretes salvan la situación ante los casos más curiosos, e incluso nos hacen que traguemos con cosas que jamás pensábamos que podían tratarse.
El problema de la película viene por otra parte y no es otro que un guión bastante edulcorado.
Una vez comienza a desarrollarse la historia, uno empieza a preguntarse si eran necesarios ciertos aderezos que, bien por credibilidad bien por obvios, le hacen un flaco favor a la película. ¿De verdad era necesario que el novio de la protagonista fuese tan insoportable? es verdad que Gael García Bernal se lo pasa como un enano dándole vida, pero cada pocos minutos no puedes más que preguntarte cómo esta chica se ha enamorado de él en primer lugar.
O ese final en el balcón que tira de espaldas de puro obvio y maniqueo. Cutre y hasta vulgar porque nadie ha buscado una solución más interesante narrativamente. todos sabemos cómo va a acabar la película, ¿no podría haberse hecho al menos con un poco de gracia? en cierto sentido parece como si les estuviese acabando el presupuesto y hubiese que terminar deprisa y corriendo. No ayuda.
Babas hay como para llenar una piscina, claro. Es lo propio del género. y un cierto interés visual por enseñarnos una historia como decía al principio, de corte clásico, sin estridencias, que parezca rodada en los 40 o 50. Pero nadie parece darse cuenta de que para escribir algo así necesitas personajes y un guión mínimamente sólido, no sólo una historia «cool» y romántica contada en Italia. Eso no es romanticismo. Eso son pasteleos. los personajes necesitan empaque, credibilidad, sustento. No vale sólo con darle a un botón y soltarles en la película confiando en que una noche estrellada nos haga creernos una historia de amor. Por la relación de los personajes en la película más parece que se haya despertado una tensión sexual entre ellos que amor.
Que tampoco es eso, porque aquí todos son castos y puros y a nadie se le ocurriría tener sexo antes del matrimonio. el nivel de mojigatería es terrible y daña mucho que encima pretendan equipararse a una de las historias de amor más universales que hay, Romeo y Julieta. Allí había pasión, aquí cine yankee para todos los públicos, que ni mancha ni ofende y todos contentos.
Por lo menos la película posee varios momentos de humor bastante simpático, si no protagonizados por García Bernal y su forma de hablar o de comportarse el peersonaje, lo son por la flora y fauna de la Italia profunda (y ficticia) que visita la película. Además jugando sobe seguro y a no ofender con los muchos tópicos que habitan la película. Como que todos los italianos sean unos ligone profesionales, o que siempre brille el sol de cierta forma sobre viñedos y olivos. En fin…
Lo dicho, cinta pulcra y bien rodada, con un más que interesante reparto y localización, con momentos realmente divertidos, pero que falla en lo básico, que es crear una historia y personajes de carne y hueso, que nos importen e interesen de verdad, y no otro cuento de hadas azucarado y soso.
Y eso que a mí la señorita Seyfried me parece maravillosa…