Crítica de la película Alita Ángel de combate
Un enorme espectáculo visual que por momentos sabe a poco. .
Porque no todo puede ser cuestión de efectos visuales y grandes escenas de acción. Por muy espectacular que resulte por momentos Alita, a veces recuerda al tipo de cine que ofrece Michael Bay en Transformers. Espectáculo, por supuesto, incluso entretenimiento durante toda la película, pero ni los personajes ni sus historias nos atraen realmente. A esta película de Robert Rodríguez le sucede algo parecido. Busca complacer a todo el mundo y busca incluir todo, absolutamente todo, lo visto en el manga o el anime (en su historia inicial), lo que unido al estilo narrativo particular del director no termina de funcionar en todo momento. La película es cierto que va creciendo, pero le cuesta llegar a ese momento.
La historia es relativamente conocida. Un doctor experto en cibernética, encuentra en un vertedero los restos de un ciborg con cerebro humano, y le da un cuerpo con el que volver a la vida. La joven despierta sin reconocer a nadie, ni siquiera a sí misma, y sin saber qué sucedió con ella. Sólo conoce sus enormes habilidades para el combate cuerpo a cuerpo y tiene frente a ella un mundo por descubrir, un universo con una ciudad de Hierro donde habitan los menos afortunados, y una ciudad en las nubes donde habitan los privilegiados. Ninguna persona de la ciudad de Hierro puede alcanzar el mundo soñado de las nubes. Y en todo ese caos, Alita debe descubrir quién es y cuál es su lugar en este mundo.
Cabe destacar que en el propio personaje de Alita es una de las mayores virtudes y los mayores defectos de la película. Por un lado uno reconoce al personaje del manga y el anime, sus movimientos, su aspecto… todo. Y además lo consigue con una actriz que, pese a que su rostro ha sido generado por ordenador, cualquier fan por ejemplo de El Corredor del Laberinto, donde Rosa Salazar aparecía desde la segunda entrega, tiene personalidad suficiente para que la reconozcamos en muchos momentos. Pero al mismo tiempo sigue siendo un dibujo animado enfrentado a personajes reales, con rostros de carne y hueso. Y ni toda la tecnología del mundo hace que olvidemos eso.
El resto del reparto se defiende con dignidad, pero ellos no son el problema de la película. Grandes efectos, grandes escenas de acción… Pero el montaje tiene serios problemas habituales de Rodríguez. La historia arranca acelerada, llegando a momentos de risa para el espectador (las relaciones entre protagonistas), lo que me hace pensar en que las dos horas de metraje han sido muy aligeradas de las primeras versiones. Hasta que la historia coge rumbo, el guión es atropellado, quiere condensar demasiado y hace que no nos interesen demasiado los personajes o lo que nos cuentan. Y así se cae el potencial de la película, hasta convertirse en un buen entretenimiento, pero nada más, y lejos de lo que fue el manga y el anime. Una película que siempre nos preguntaremos cómo habría sido de estar dirigida por James Cameron, no por Robert Rodríguez.
Jesús Usero
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