Crítica Cliff Walkers
Vertiginosa película de espionaje, ambientada en la China invadida por el ejército japonés a principios de los años treinta.
En 2009, el cineasta Chuan Lu mostró con un dramático blanco y negro las atrocidades cometidas por las fuerzas imperialistas de Hiroito, durante la invasión de la capital de China en 1937, en el film Ciudad de vida y muerte. Esta película exhibió el infernal universo que desplegaron los soldados nipones en el país de la Gran Muralla: un dantesco escenario al que recurre Zhang Yimou en Cliff Walkers, aunque con una perspectiva mucho menos truculenta y deshumanizada.
La acción de Cliff Walkers se sitúa en 1931, cuando un grupo de cuatro agentes chinos entrenados en la U.R.S.S. son enviados a la región de Manchuria, para llevar a cabo una peligrosa misión. El objetivo del cuarteto estriba en localizar a un preso fugado de un cruento campo de concentración japonés con el fin de sacarle del país, para que pueda mostrar los documentos relativos al secreto complejo comandado por las fuerzas invasoras. Sin embargo, las cosas se empiezan a torcer, desde el momento en que descubren que existe un traidor que trabaja con el inflexible jefe Gao. Perseguidos con ferocidad, los agentes solo encuentran la ayuda del inteligente Zhou Yi: un hombre fiel a los ideales del gobierno chino, que colabora aparentemente con el maquiavélico y frío jefe de sección Gao.
Zhang Yimou acierta al utilizar el esquema de las películas clásicas de espías ambientadas en la Segunda Guerra Mundial y en los años precedentes a la contienda bélica, al que incorpora dosis de atracción épica y dramática, cercanas a las usadas en El imperio del sol (Steven Spielberg, 1987) y en Las flores de la guerra (Zhang Yimou, 2011). El resultado dota a Cliff Walkers de una brillantez conceptual que engancha desde el inicio de la trama, y que convierte a los personajes principales en defensores reconocidos de las libertades secuestradas por las hordas imperialistas del Sol Naciente.
Con semejante uniforme de trazos épicos y heroicos, Hewei Yu saca un gran partido a su caracterización del sobrio e inteligente Zhou Yi: un educado oficial que engaña al jefe Gao, mientras echa una mano de vital importancia a los agentes chinos enviados a una misión casi suicida. Este rol representa todo lo que Zhang Yimou quiere expresar a nivel colectivo, con las hazañas llevadas a cabo por todos los hombres y mujeres que colaboraron para luchar contra el cruel ejército japonés.
Zhang Yimou enfatiza las dificultades y el sacrificio de estos rebeldes, a los que retrata con un grado de admiración voluntario y sincero. Una fórmula de extremos que convierte a los representantes de las fuerzas de ocupación en simples máquinas de matar, sin mayor entidad que la que expresan sus crueles acciones, fuera de toda humanidad. Esto hunde Cliff Walkers en una visión carente de grises, en la que o se es un aguerrido luchador en favor de la liberación china, o se es un psicópata asesino sin empatía hacia las privaciones de la población dominada por el incontestable poder de las armas.
El cineasta de Amor bajo el espino blanco apuesta de esta manera por una obra más light en su exposición que la desplegada por la espectral Ciudad de vida y muerte. Un elemento de evidente comercialidad, que consigue con su sutileza narrativa y sus secuencias pirotécnicas que la bestialidad únicamente se atisbe vagamente, ya que lo verdaderamente importante es el juego de traiciones y planes en la sombra en el que se ven envueltos los personajes.
Jesús Martín
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