Crítica Reyes contra Santa
Bienintencionada y algo plana película de Paco Caballero, con la que intenta recuperar el espíritu navideño entre los más pequeños.
Desde un tiempo considerable, la rivalidad entre Santa Claus y los Reyes Magos es un clásico del cambio de año. Mientras el orondo hombre de colorado seduce a los infantes con sus regalos el 25 de diciembre, Melchor, Gaspar y Baltasar hacen lo propio el 6 de enero. Dos fechas en el calendario para obtener los agasajos de la época más propicia para las sorpresas. Paco Caballero aprovecha semejante coyuntura para elaborar un guion con naturaleza de cuento de hadas contemporáneo, en el que los personajes de Santa y de los Reyes Magos se transforman en caricaturas de los originales.
La acción del film comienza con el viaje de los Reyes Magos a España, procedentes de la frontera con Marruecos. Tras un accidentado pase por la valla, Melchor (Karra Elejalde), Gaspar (David Verdaguer) y Baltasar (Matías Janik) se refugian en la posada Belén, en Madrid. Allí, los tres monarcas que acudieron al nacimiento de Jesucristo se hacen pasar por comerciantes, mientras esperan su momento para hacer su aparición en los hogares de la población, en la noche entre el 5 y el 6 de enero. Sin embargo, cuando se trasladan a su reino de fantasía, los tres hechiceros descubren que Santa Claus les ha comido la tostada con sus artilugios tecnológicos; con los que se ha ganado el favor de los niños. Algo deprimidos, los Magos son apartados de la Navidad tradicional, aunque la aparición del Krampus ocasionará que alcancen nuevamente el protagonismo de antaño.
Paco Caballero desarrolla un relato plagado de efectos visuales, con el que convierte a Melchor, Gaspar y Baltasar en tres guerreros capaces de enfrentarse a la pérdida de esperanza entre los más pequeños. Con estos personajes, el cineasta alude a aspectos sentimentales como el del amor familiar y la necesidad de preservar los sueños.
Tal objetivo hace que Reyes contra Santa sea percibida como un espectáculo bienintencionado y simpático, aunque carece del empaque que suele venir acompañado de suculentas sorpresas cinematográficas, y que sí ofrecían –por ejemplo- productos del tipo de Elf (Jon Favreau, 2003) y Santa Claus: La película (Jeannot Szwarc, 1985).
El humor de único sentido, y algo escaso en intenciones hilarantes, ayuda a concebir un relato únicamente recomendado a los espectadores de corta edad; ya que los aspectos ajenos a los de los efectos especiales quedan bastante desdibujados. De esta forma, la película pasa como de puntillas por los asuntos que tienen que ver con las identidades de carne y hueso de Melchor, Gaspar y Baltasar; la confusa relación amorosa de Gaspar y la dueña de la pensión en la que se alojan los Reyes Magos; o las luchas a puñetazos y a patadas entre Santa Claus, los elfos y los hechiceros venidos de Oriente.
Bajo estas coordenadas artísticas, Reyes contra Santa queda escenificada como un villancico secuencial de raigambre urbana y contemporánea, en el que los chascarrillos se limitan a algunas acometidas verbales entre Santa y Melchor. Dentro de los elementos graciosos, la posesión del alcalde de Madrid (una mezcla entre José Luis Martínez-Almeida y Abel Caballero) que ejerce el Krampus entra dentro de los aciertos del film.
Jesús Martín
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